Preguntamos a expertos en salud mental cómo abordan el tema de las redes sociales en sus familias
Si tienes un hijo o hija adolescente que se pasa el día pegado al teléfono, no eres un caso único. Las redes sociales forman parte de la vida cotidiana de muchos adolescentes. A pesar de que estar conectado a Internet tiene muchas ventajas, muchos progenitores deben enfrentarse a la tarea de sortear los riesgos que entraña y y se preocupan por cómo puede verse afectado el bienestar de sus hijos.
Hablamos con tres psicólogos sobre la manera en que abordan las redes sociales en sus propias familias. Andrew Greenfield, Lisa Damour y Pam Tudin-Buchalter nos hablan de las estrategias que les resultan útiles y dan consejos prácticos para otros progenitores.
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1. ¿Cuáles son tus principales preocupaciones sobre el uso de las redes sociales por parte de tus hijos adolescentes?
PAM: Creo que lo que más me preocupa es que mis hijos crean que son inmunes a las distracciones digitales, es decir, que de alguna manera piensen que son capaces de estudiar, de responder al mensaje de texto de su novia y ver una película mientras están intentando hacer una buena redacción sobre Napoleón. Las incesantes notificaciones y ruidos que los persiguen me acaban distrayendo a mí. ¡Por eso sé que a ellos también les afectan!
También me preocupa que piensen que son inmunes a ciertos peligros y que, de algún modo, crean que pueden burlar a los depredadores que acechan en los foros de debate o evitar caer en una estafa en línea. Como madre que también ejerce de psicóloga, sé que nadie es inmune a la larga lista de desafíos en línea que de un día para otro pueden destrozar la vida de nuestros “pantalladictos”.
LISA: Me preocupa el uso de las redes sociales cuando desplazan actividades que son esenciales para un desarrollo saludable como dormir lo suficiente, mantenerse físicamente activo, concentrarse en las tareas escolares, relacionarse con amigos en persona o echar una mano en casa o en la comunidad. También me preocupa que los adolescentes se vean envueltos en los conflictos entre compañeros que se producen en la red, o cuando son perpetradores o víctimas de ciberacoso.
ANDREW: Obviamente, pasar demasiado tiempo en las redes sociales es una de mis preocupaciones, pero también es preocupante que los adolescentes se crean todo lo que oyen o ven en ellas, desde convertir en catástrofe cualquier suceso a creerse anuncios o puntos de vista de fuentes poco fiables.
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2. ¿Qué ventajas ven en las redes sociales?
ANDREW: Probablemente, la principal ventaja sea la conexión. Estamos mucho más conectados con los demás: con la familia, los amigos, la gente de otros estados y de otros continentes. Y eso es enorme, porque son personas con las que, de otro modo, no tendríamos contacto.
Estar expuesto a una gran cantidad de información es otro punto positivo, aunque también puede convertirse en algo negativo. Lo que tenemos que enseñar a nuestros jóvenes es que es estupendo estar expuestos a esa información, pero que tenemos que ser capaces de filtrar lo que nos parece apropiado de lo que no lo es, lo que es correcto de lo que no lo es. Esta exposición fomenta el debate y la reflexión sobre las ideas, y nuestro papel como progenitores es ayudarles a orientarse en esa dirección y a debatir los distintos puntos de vista.
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PAM: Pese a todos mis miedos, he visto realmente que las redes sociales también pueden ofrecer ventajas asombrosas. Hace poco, mi hijo se unió a un grupo en línea que enseñaba inglés a refugiados ucranianos, algo que nunca podría haber hecho sin las redes sociales. Veo que hay jóvenes a los que les cuesta integrarse socialmente que conocen en Internet a personas afines que no encontrarían en el patio del colegio. “Recorren kilómetros” para conocerlas y acaban creando un círculo de amigos. También me gusta mucho ver cómo nuestros adolescentes utilizan las redes sociales para expresar sus opiniones sobre importantes cuestiones sociales y políticas que acontecen en su entorno.
“He descubierto que las redes sociales son un salvavidas para los jóvenes que tienen dificultades a la hora de establecer contactos con compañeros en sus comunidades locales”
Lisa Damour
3. ¿De qué forma le has hablado a tus hijos sobre el uso de las redes sociales y los problemas de salud mental?
LISA: He hablado con mis hijos adolescentes sobre la necesidad de que, en conjunto, las redes sociales mejoren sus vidas y no las empeoren. Los animo a reflexionar acerca de por qué utilizan las redes sociales y cómo se sienten cuando lo hacen. También hablo con ellos sobre la estrecha relación que existe entre el sueño y la salud mental y, por tanto, de la importancia crucial que tiene asegurarse de que las redes sociales no interfieren con un buen descanso nocturno.
ANDREW: Ha habido ocasiones en que mis hijos han presenciado comportamientos de acoso escolar en Internet y he hablado con ellos sobre cómo actuar en esos casos: ¿Nos quedamos de brazos cruzados? ¿Hacemos algún comentario? ¿No lo hacemos? ¿Decimos algo como “Bueno, ya está bien, esto no es apropiado ni en esta plataforma ni en ningún otro sitio”? ¿Creemos que es apropiado informar de lo sucedido? En caso afirmativo, ¿a quién? Yo sé lo que haría, pero me interesa saber lo que harían mis hijos. Es importante poder ayudarlos y animarlos a reflexionar sobre estos temas y evitar así que las cosas se nos vayan de las manos.
PAM: Creo que nuestros hijos hacen caso de los mensajes cuando les llegan de forma sencilla, repetida, variada y curiosa. En nuestra casa da buenos resultados preguntarles por lo que ellos consideran que son posibles problemas de salud mental y dejarles opinar sobre distintos temas relacionados con las redes sociales. Conversar en la mesa, preguntarles qué observan en sus amigos y en nosotros como progenitores y, luego, preguntarles sobre ellos mismos, les da espacio para reflexionar realmente sobre estos temas, en lugar de que adopten una actitud de confrontación con nosotros a cada paso.
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4. ¿Cómo gestionan el uso de las redes sociales en la familia?
ANDREW: Intento limitarlo siempre que puedo. Con los mayores, de hecho, intento que ellos mismos limiten el tiempo que pasan con sus dispositivos en lugar de hacerlo yo, ya que mi hijo de 16 años no necesariamente me va a hacer caso. Como progenitores, podemos poner un montón de límites, además de otras cosas, pero también quiero poder confiar en ellos. Y creo que de eso se trata, de intentar brindarles esa confianza. Pero, obviamente, cuando la autorregulación es difícil, entonces tengo que intervenir y ayudar.
LISA: En ningún caso dejamos que se usen dispositivos en la mesa ni en las habitaciones. Estas sencillas normas, especialmente la de mantener la tecnología fuera de los dormitorios, nos han funcionado muy bien. Parece que restringir el uso de la tecnología a los espacios comunes ha limitado el tiempo total que nuestros hijos adolescentes pasan conectados. Y poner como norma que todos los dispositivos se carguen por la noche en la cocina ha sido un gran paso para ayudar a la familia a dormir bien.
PAM: Desde el primer día, les dejamos claro que el teléfono móvil es nuestro y que nosotros se lo prestamos. Hemos llegado a un acuerdo sobre cuestiones básicas: nada de móviles en el dormitorio después de las siete de la noche, aunque sea para hacer los deberes. La mayoría de las cosas malas ocurren por la noche, así que tenemos claro que nada de teléfonos móviles en la habitación después de esa hora. Al principio les permitimos usar solo dos aplicaciones, así que, por ejemplo, solo tenían Snapchat e Instagram al mismo tiempo. Si querían TikTok, tenían que prescindir de una de las otras dos. Para descargar una nueva aplicación, todavía tienen que pedirlo y explicar por qué la quieren. En nuestra casa la excusa de “todos mis amigos la tienen” no es suficiente y ellos lo saben. Los datos son algo que hay que ganarse.
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5. ¿Qué ha funcionado bien en sus familias?
LISA: Como progenitores, nos ha funcionado el hecho de atenernos a las mismas reglas que les ponemos a nuestros adolescentes. Cuando nuestros hijos preguntaban si podían estar con el teléfono en su habitación, podíamos decirles: “Usar la tecnología en el dormitorio, incluso durante el día, perjudica a la calidad del sueño que se tiene en esa habitación. Si mantenemos la tecnología alejada del dormitorio es para proteger nuestro sueño y, con ello, nuestra salud física y mental. Mantener la tecnología lejos de nuestro dormitorio y permitirla en el tuyo sería como subirnos al coche y ponernos el cinturón de seguridad, pero no exigirte que te lo pongas tú”.
PAM: En nuestra casa, el tiempo frente a la pantalla nunca ha sido una cuestión de cantidad, sino que se mide realmente en función de lo bien que ellos gestionan las cosas importantes de su vida: el ejercicio físico, la relación en tiempo real con sus amigos, los deberes, las tareas en el hogar, etc. Cuando todo eso está en orden, no nos importa que utilicen sus dispositivos para darse un respiro, pero si hay algo que se queda a medio hacer, les hacemos la observación y les damos una semana para corregirlo. Si no consiguen solucionarlo, les decimos simplemente que les guardaremos el teléfono hasta que recuperen el equilibrio. No siempre les gusta, pero lo entienden. De este modo, se evitan las luchas de poder y los gritos.
ANDREW: Todos sabemos que los padres y las madres también estamos conectados a los dispositivos y que es importante dar ejemplo de buena conducta. Por supuesto, los progenitores se ocupan de muchas cosas de sus hijos a través de Internet, como organizar el transporte o pagar las facturas, y es importante que sus hijos sean al menos conscientes de ello. Pero si nosotros no podemos dejar de usar nuestros dispositivos y ponernos a leer un libro o a conversar, ¿cómo podemos esperar que lo hagan nuestros hijos? Intenta interactuar lo máximo posible con tus hijos, aunque solo sean 15 minutos al día. No tiene por qué ser mucho tiempo; importa más la calidad que la cantidad. Dedicar 15 minutos al día a tu hijo y prestarle toda tu atención puede ser enormemente beneficioso para él, porque así le demuestras que te importa. Ya hay bastante estrés en la vida con todo lo demás, así que tenemos que reservar ese tiempo incluso para los más mayores.
“Si nosotros no podemos dejar de usar nuestros dispositivos y ponernos a leer un libro o a conversar, ¿cómo podemos esperar que lo hagan nuestros hijos?”
Andrew Greenfield
6. ¿Qué harías de forma diferente?
LISA: Ojalá hubiera hablado antes con nuestro hijo mayor sobre los algoritmos que determinan lo que sale en las redes sociales. Los adolescentes tienen que darse cuenta de que todo lo que hacen en Internet –lo que ven, lo que les gusta, lo que comentan, los contenidos por los que navegan en sus pantallas– va a parar a una potente base de datos que determina lo que verán a continuación. Los algoritmos están diseñados para llenar los flujos de las redes sociales con publicaciones que son muy difíciles de dejar de lado, independientemente de si son buenas o no para los adolescentes.
PAM: ¡Creo que habría esperado más tiempo para darles un dispositivo!
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7. ¿Qué consejo darías a los padres y madres de adolescentes que aún no están en las redes sociales?
ANDREW: Depende de la plataforma, pero sin duda lo que más les digo a los padres y a las madres de adolescentes que aún no están en las redes sociales es que sean conscientes de que todo lo que publican o suben a la red puede verlo cualquiera. Sí, puedes establecer diferentes configuraciones de seguridad, pero la gente puede seguir accediendo a esas cosas. Hay que ser muy consciente de ello y, obviamente, es lo mismo para cualquier niño, independientemente de si ha utilizado las redes o no. La gente subestima el hecho de que esas imágenes están ahí fuera.
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LISA: Creo que es mejor retrasar el acceso de los adolescentes a las redes sociales hasta el momento en que ya no puedan mantener sus amistades sin ellas. A menudo, los adolescentes mantienen el contacto con sus compañeros y hacen planes sociales simplemente enviando mensajes de texto. Los adultos que estén pensando en darle un teléfono a sus hijos adolescentes pueden empezar ofreciéndoles uno sin navegador ni aplicaciones de redes sociales. A partir de ahí, las aplicaciones y el navegador pueden añadirse cuando sea necesario y solo cuando el adolescente haya demostrado tener cierto sentido común enviando mensajes de texto. A los 14 años, el cerebro adolescente suele desplegar una gran capacidad de escepticismo. Cuanto más escépticos sean con las redes sociales, mejor.
PAM: Hay que prepararse para ser un buen punto de anclaje cuando las cosas vayan mal. En lugar de optar por prohibirles o quitarles inmediatamente el dispositivo, escúchalos. De esta forma te aseguras de que recurran a ti primero cuando tengan un problema. No digo que no vaya a haber consecuencias más adelante. Pero, ante todo, como padre o madre, diles: “Tienes mi apoyo. ¿Cómo puedo ayudarte ahora mismo?”. Si nos ponemos histéricos, nos enfadamos o les castigamos inmediatamente, nuestros adolescentes esconderán sus errores en línea. ¡Y entonces las cosas pueden ponerse muy feas!
“Espera todo lo que puedas, porque una vez que nos subimos al tren de las redes sociales, este puede convertirse rápidamente en un tren desbocado”
Pam Tudin-Buchalter
8. ¿Qué les dirías a los padres y madres que tienen dificultades para conseguir que sus hijos adolescentes desconecten de las redes sociales?
ANDREW: Hoy en día, muchos jóvenes dicen: “Si no estoy frente a la pantalla, ¿qué hago?”. Han convertido en norma el hecho de usar sus dispositivos. Por eso es importante que los progenitores trabajen con sus hijos para enseñarles lo que pueden hacer al margen de sus dispositivos, en lugar de limitarse a decirles que los dejen o que paren de usarlos. Dales ideas, juega con ellos o sal al aire libre si es un momento adecuado del día.
LISA: Para ayudar a los adolescentes a pasar menos tiempo conectados, debemos reconocer que a menudo recurren a las redes sociales cuando necesitan distraerse, y eso no siempre es malo. De hecho, muchos adultos, entre los que me incluyo, nos conectamos cuando estamos aburridos o frustrados, ya que un rápido vistazo a nuestra pantalla puede ofrecernos el reajuste emocional que necesitamos. Lo que yo le digo a mi hijo adolescente es lo siguiente: “Usar las redes sociales para distraerse no es necesariamente un problema, pero tienes que saber regular la dosis de distracción. Dedica a las redes sociales el tiempo justo para obtener el estímulo o el respiro que necesitas. No las uses tanto como para que puedan crearte nuevos problemas como, por ejemplo, quedarte atrás en tus tareas escolares”.
PAM: Decir a los adolescentes que dejen de usar sus dispositivos no funciona, ¡hasta a mí me cuesta a veces dejar de ver una buena serie! Tenemos que crear un entorno que ofrezca a nuestros adolescentes algo que les haga sentir mejor que frente a una pantalla, y ese algo es una conexión real y sin prejuicios, y también disponer de momentos para experimentar un riesgo saludable. El cerebro adolescente necesita riesgos para desarrollarse, así que, si te dicen que quieren hacer bungee jumping, diles que sí. Hazlo con ellos. Deja que encuentren el riesgo y la subida de dopamina en otra parte para que no recurran a comportamientos de riesgo en Internet.