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Rol del escritor en el siglo XXI

Jackeline Barriga Nava

Hace diez años, en 2014, di mis primeros pasos en proyectos relacionados con la tecnología, lo que me llevó a crear un libro interactivo. Ese mismo año, también comencé a promover un nuevo rol social para los escritores, llevando la palabra a la acción y enfocando su labor en el medio ambiente y temas sociales de manera innovadora. En 2021 por restricciones sanitarias, llevé a cabo la primera velada virtual por Zoom, y el 2023 desarrollé un método científico sobre educación en valores tomando en cuenta estrategias dinámicas utilizando la poesía didáctica considerando la compresión lectora y la acción, entre otros proyectos, lo cual me permitió recibir varios reconocimientos internacionales. Ya en 2014, el cambio climático, el calentamiento global y comprensión lectora eran temas de urgencia y la tecnología ganaba protagonismo. Diez años después, lamentablemente, la situación ha empeorado y la tecnología se ha consolidado en nuestra vida cotidiana. Basándome en mi experiencia a lo largo de este tiempo, puedo deducir lo siguiente:

En el contexto actual, además de las problemáticas ambientales que ya enfrentábamos, hemos creado nuevas amenazas: la indiferencia, falta de acción y en muchos casos, la falta de conciencia, además considerando que intrínsecamente el medio ambiente tiene relación con la violencia ambiental, consumo ambiental, crisis en salud, educación, economía y política.

A esto se suma otras dificultades adicionales: Según la encuesta Ipsos de 2018, casi el 50 % de la población boliviana no lee, pero datos del 2023 indican que el 83 % si lee y existen contradicciones muy notorias según la empresa y el periódico que consultes. Pero, existe un dato que no falla y que todos coinciden, es la comprensión lectora deficiente desde los niños hasta los adultos, por ejemplo, los jóvenes y adultos manejan una lectura por búsqueda de información específica y/o por ojeada, al ser así no desarrollan habilidades de análisis, reflexión, critica, por ese motivo no comprenden; en cuanto al tipo de libros los jóvenes leen revistas, cuentos, chistes y novelas sencillas y los adultos leen noticias, manual de recetarios y/o ojean libros con temas sociales (Paucara, 2018); y si consideramos el nivel educativo en primaria y secundaria, resulta alarmante que Bolivia haya dejado de participar en las evaluaciones PISA, y la mejor universidad de Bolivia está aún muy lejos de alcanzar un estándar de excelencia a nivel mundial. Nos encontramos, en una especie de «nebulosa» en cuestión de calidad educativa y cultural.

Asimismo, es imposible ignorar los cambios estructurales que trajo el COVID-19, especialmente con el uso de la tecnología. Incluso antes de la pandemia, la tecnología ya había comenzado a transformar la forma en que vivimos. Hoy, esos cambios han moldeado cada aspecto de nuestra existencia: desde cómo amamos hasta cómo percibimos y nos relacionamos con el mundo globalizado. Esta transformación incluso ha llegado al nivel neurológico, impactando nuestro cerebro y el de las nuevas generaciones.

Aquí, es donde debemos detenernos a reflexionar: ¿Qué hemos hecho como escritores, como personas de pensamiento, para generar un cambio real? ¿Qué impacto estamos teniendo en la sociedad?…

Entonces, sobre las problemáticas y cambios estructurales que se menciona, el escritor no puede seguir trabajando de la misma manera, solamente quedarse en la tinta y papel es un grave error, tenemos que salir a trabajar directamente con la población, lo resumo con una de mis frases “llevar la palabra a la acción con impacto social es la única manera de cambiar el mundo”, el reto de los escritores del siglo XXI es cómo llegar a la gente. Esto significa que hasta la forma de presentar nuestros libros debe modificarse, será importante el uso de audiolibros, poesía musicalizada, videos, libros en tercera dimensión, uso de redes sociales, comercio electrónico, aplicaciones de inteligencia artificial, interactuar con otras disciplinas y tipo de arte para hacer de nuestras obras sean herramientas poderosas de transformación, debemos reconocer que el libro impreso está en vías de desaparición y si el escritor no modifica su forma de trabajo también ese escritor quedará obsoleto, la virtualidad ha llegado para quedarse y con ello surgirán nuevos tipos de escritores que utilizando la inteligencia artificial podrán escribir su libro, corregir e imprimir en un tiempo récord como uno de mis estudiantes, quien obtuvo su obra “en tres días”. Lo que significa que el escritor deberá capacitarse aún más para desarrollar nuevas habilidades y conocimientos actualizados y diversos.

Por otro lado, algo que no podemos pasar por alto, y que resulta preocupante, es la falta de interés que muchos escritores muestran hacia la política. Siguen a los escritores como Pablo Neruda, James Baldwin, Federico García Lorca, José Martí, Víctor Hugo, Milán Kundera y tantos que los toman incluso como ejemplo, sin considerar que esos autores cuando escribían hacían retumbar a los políticos, al grado de tenerlos cuidado, eran los más altos críticos sociales de la política, pero ahora esa actitud ya no existe, con mucho respeto, me permito decir que, aunque muchos escritores se dedican a temas como el amor o la luna, lo cual es válido, no podemos ignorar nuestra realidad. Bolivia, además, es uno de los países más afectados por la violencia y la corrupción, y esta situación nos está arrastrando a todos. Ignorar estos problemas es volverse cómplice de lo que está ocurriendo, bien lo dijo Martin Luther King, «Lo que más me preocupa no es el grito de los violentos, sino el silencio de los buenos».

Por consiguiente, la responsabilidad del escritor es alzar la voz. Julio Cortázar lo expresaba de esta manera: “El hecho de ser un escritor, no significa solo cumplir con un compromiso, el compromiso es doble. Por un lado, dar al máximo como escritor y eso es lo que yo trato de hacer y lo haré hasta el fin de mi vida; pero en segundo lugar hay que responder también con la conducta personal, con la conducta ideológica, con la conducta política. Cuando cumplo una acción que significa una denuncia, un ataque, una tentativa de echar abajo esos sistemas siniestros que están alienando, explotando y destruyendo nuestra América Latina, el paralelismo, la coincidencia de esas dos cosas, es el trabajo de un escritor, ese es el verdadero compromiso. Por ese motivo yo no estoy comprometido, estoy casado”.

El futuro de nuestro planeta y de nuestro país depende de la voz de muchos, pero el escritor posee un poder significativo que es la escritura, el poder de inspirar acción y de actuar en consecuencia. Es fundamental encontrar la manera de llegar a las personas, denunciar y prevenir el crecimiento de aquellos que, como solía decir mi tía, están dispuestos a vender su vida al diablo. Debemos tomar en cuenta que toda conducta del ser humano buena o mala se desarrolla de una estructura social, cultural y educativa y es ahí donde nos corresponde actuar.

Hoy, es imprescindible enfocarnos en temas ecológicos, sociopolíticos, tecnología, inteligencia artificial y educación en valores para transformar la palabra en acción. Debemos ser agentes de un cambio estructural y garantizar que nuestros escritos y nuestra voz sean relevantes para generar un impacto positivo en la comunidad.

“El rol del escritor del siglo XXI ha cambiado de manera irreversible, exigiéndonos proactividad, mayor conocimiento interdisciplinario y compromiso cívico-sociopolítico permanente”.

Jackeline Barriga Nava: Psicóloga, investigadora educativa, Doctor Honoris Causa, académica (Bolivia, Japón), poeta, gestora cultural, activista en contra del maltrato animal.

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