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Resignificando el Albarillo Sach’a

Cada 8 de marzo, en el Día Internacional de la Mujer, las mujeres a escala global se manifiestan para exigir una sociedad más justa. En Potosí nos movilizamos por una transformación social no solamente los 8 de marzo o 25 de noviembre. Las mujeres potosinas nos movilizamos todos los días en nuestras casas, lugares de trabajo y cuándo marchamos en las calles.

Este 8 de marzo, hemos decidido en Potosí resignificar una cueca potosina para cuestionar los mitos más extendidos sobre el matrimonio. Bailaremos sobre la alfombra de la vergüenza machista, recogiendo memorias y silencios de muchas mujeres que tuvieron que soportar violencia y subordinación en sus matrimonios. Decidimos dedicar una cueca a muchas mujeres que “por sus hijitos” continuaron o continúan intentando una relación sin rumbo. Y también por aquellas que para evitar el estigma de ser “divorciadas” siguieron o siguen en sus hogares cumpliendo su abnegado rol de madres. Estas mujeres renuncian así a su libertad.

En el departamento de Potosí se baila usualmente en los matrimonios la cueca Albarillo Sach’a (Árbol de albarillo, prunus armeniaca). El albarillo (conocido en otros países como albaricoque) es una fruta que tiene la peculiaridad de ser dulce y amarga. Se desconoce al autor de la composición, así como la fecha de su creación. Lo que se sabe es que su versión original fue en quechua. Parece que se castellanizó en la segunda mitad del siglo XX, hacia la década de 1960. Hay una versión quechua-castellana de ese tema conocida como Señor Padrino, cueca que también se baila en el departamento de Cochabamba. Empero, el nombre más común de la cueca es Alvarillo Sach’a, así con “v”. En mi propia historia familiar, el Albarillo Sach’a fue bailado por mi madre y mi padre en su matrimonio, en mayo de 1981. Varias décadas más tarde, mi hermana bailó este tema en su boda. Parientes y amigxs han hecho lo propio en sus matrimonios. Se trata por tanto de una cueca inmensamente popular.

La letra del Albarillo es abiertamente sexista y ofensiva a la dignidad de las mujeres. Por ejemplo, para definir el matrimonio, la cueca dice: “Árbol de albarillo, para amargarse. Para que te casas, para que te casas, para mecer wawas”. Y acto seguido canta: “Una cinta verde, otra colorada. Ella es la que pierde, ella es la que pierde. Yo no pierdo nada”. ¿Y a qué se refiere esta letra? A la aceptación social de la libertad masculina y a la exigencia para las mujeres que dediquen todo su esfuerzo a sus nuevos hogares. Lo que implica que las mujeres tengan una doble jornada de trabajo. A sus propias labores deben sumar la crianza de los hijos y el cuidado de su casa. En cambio, el marido puede proseguir con su vida normal. Puede estudiar, trabajar, frecuentar a sus círculos de amistades, mientras las mujeres se ocupan de sus familias. Por ello, la cueca exalta el clásico orden tradicional patriarcal, en que las mujeres están subordinadas a sus maridos.

Esta caricaturización del matrimonio que promueve el Albarillo debe invitarnos a repensarlo y resignificarlo. Ver así el matrimonio o relación como una apuesta por el compañerismo, la igualdad entre los cónyuges y la participación de ambos en la crianza y el crecimiento de los hijxs, si deciden tenerlos. Una responsabilidad compartida y solidaria. Nosotras, en Mujer de Plata, hemos propuesto una nueva letra para esta famosa cueca. La nueva versión dice: “Es el matrimonio, un fruto jugoso. Si el amor se acaba, si el amor se acaba, hay que separarse. ¡Ay! Mujer de Plata, tú tienes la culpa. Para paternar, para maternar. Todxs chukun wawa”. Aunque esta nueva versión hace uso de la música de la cueca, promueve un amor compañero, una relación conyugal igualitaria.

A través del arte se construyen imaginarios que repercuten en el comportamiento de las sociedades. Esta nueva versión subraya la importancia de una relación de pareja mucho más comprensiva. Una solidaridad y complicidad en los deberes y en el propio crecimiento del amor compañero. La crianza de los hijxs y los quehaceres de la casa es vista como una responsabilidad compartida. Si las diferencias se vuelven insalvables, el camino que debe tomarse es el divorcio. Ninguna persona debe aceptar con resignación vivir en hogares que les hacen infelices. El compañerismo en la pareja y el cuidado compartido de la casa y/o cuidado de las wawas son pilares centrales para repensar las relaciones de pareja.

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