De: Carlos Battaglini / Inmediaciones
Un aviador cae en medio del desierto del Sáhara. Allí conoce a un ser especial al que apoda “El principito”. Éste cuenta que viene de un planeta minúsculo donde convive con tres pequeños volcanes (uno de ellos inactivo) y una flor diferente al resto. El principito le pide al aviador que le dibuje determinados animales y objetos con el fin de que actúen en su planeta.
De esta manera, el piloto trazará la figura de un cordero, la de una caja etc. Todos estos seres animados e inanimados, van dotando de sentido al mundo del principito, así como enriqueciendo y esclareciendo sus reflexiones. Y es que El principito no necesita comer ni beber, sólo hace preguntas, sólo piensa, busca el sentido de la vida, encuentra.
Este ser especial le contará al aviador entre otras cosas, su relación con la flor. El principito comparte con la flor una extraña amistad, atracción que hará que el pequeño príncipe llegue a sufrir y a formularse preguntas y más preguntas. Y es que se trata de ir entendiendo. Por ello, El principito abandona su pequeño planeta y se dirige a los asteroides vecinos.
En ellos conocerá a un rey melancólico que sólo pretende reinar, aunque su planeta se halle deshabitado. En otro satélite, el pequeño príncipe se encontrará con un vanidoso que sólo aspira a ser admirado. Un borracho habita el tercer planeta, un hombre de negocios que sólo piensa en las cifras en el siguiente, un farero que tiene que estar pendiente del faro todo el día vive en el cuarto, mientras que un geógrafo se halla en el último planeta que visita el principito.
Todos los seres que habitan estos asteroides representan diferentes metáforas. Simbolizan distintos tipos de personas que pueblan el universo, pero casi todos ellos coinciden en que son seres tristes, “ciegos”.
Un día, aconsejado por el geógrafo, el principito acabará aterrizando en el planeta tierra, “ejemplo de perfección”, y lugar donde encuentra al aviador. Juntos permanecen en el desierto del Sáhara hasta que tienen que ir a buscar agua, principalmente para que el aviador viva. Se trata de una idea suicida, pero el principito convence al aviador de que se puede encontrar cuando uno quiere. Y así, descubrirán un pozo rebosante de agua.
En la Tierra, El principito sigue pensando en la flor y aprendiendo (por medio de un zorro) y a su vez enseña al aviador la importancia de la amistad, el amor etc. valores que los “mayores” no aprecian lo suficiente.
Finalmente, el pequeño príncipe debe regresar a su planeta y para ello se deja morder por una serpiente, para que lo mate “en la tierra” y le permita regresar a su casa. El principito está un poco triste por su marcha, pero él sabe que lo importante es el amor, la amistad etc. y así se lo hace llegar al piloto, quien ya ha arreglado el avión y regresa a la civilización. El aviador está triste porque se ha despedido del principito, pero por otro lado está contento porque mirando a las estrellas siente la presencia de su amigo.
A pesar de tratarse de un libro breve, “El principito” está cargado de sustancia. En algunas ocasionas se explica lo que el autor quiere transmitir, en otras, se recurre a la metáfora, a una cierta ambigüedad: es el que está leyendo el libro el que debe sacar sus propias conclusiones.
Cada animalito, objeto, representa algo: un todo, un valor, un detalle… Al principio, el principito quiere proteger a la flor mediante un biombo o un globo. Sin embargo, más tarde le retira la protección, seguramente pensando que la flor debe curtirse, vivir también el peligro de la vida para formarse. La flor a su vez desarrolla sus espinas, su propia defensa. Evoluciona.
En cuanto a los tres volcanes, puede que Saint-Exupéry quería reflejar con los dos activos la importancia de no “dormirse en los laureles” y estar siempre activo, atento. Respecto al inactivo, puede significar la sorpresa, lo imprevisto: en cualquier momento ese volcán puede estallar y coger desprevenido al que se encuentre al lado si no se halla preparado.
Pero principalmente, considero que Saint-Exupéry lo que quería transmitir era una defensa de la sencillez, del amor, de la libertad, de la amistad, del carpe diem: de lo que realmente importa. Por encima del egoísmo, de la ceguera, del dinero etc. En esta línea, la obra también puede considerarse entre otras cosas, como una crítica al sistema capitalista, al autoritarismo, al materialismo, a la estupidez humana.
Se trata a su vez de una búsqueda al sentido de la vida. Todos estos aspectos se van ilustrando a través de unos dibujitos (realizados por el propio autor) que acompañan al texto.
Es también un libro escrito de manera precisa, funcional, arrastrando una grandísima carga ética marcada por la dialéctica niño-mayor, donde los primeros son los que saben, los que ven, los segundos son los tontos, los ciegos.
Hay que decir también que quizás el libro peque de excesivos prejuicios. A veces, da la impresión de que Saint-Exupéry pretende clasificar a la especie humana en cinco o seis categorías rígidas, sin ninguna flexibilidad o posibilidad de mejora.
De esta forma, parece que en determinados momentos se aspira a elaborar un texto “totalizante”, del tipo El hombre sin cualidades de Musil, o del Masa y poder de Canetti. Y cuando se trata de abarcar todo en una obra literaria, siempre se escapan cosas, variables, posibilidades, algo.
Por ejemplo, no significa que un broker de la bolsa (que podía representar al hombre de las cifras) aunque esté todo el día pensando en números, no pueda escribir un libro romántico, o disfrutar de un día en el campo o en la playa o adoptar a un niño desamparado. Y así con el resto de las clasificaciones.
Pero creo que este libro tiene muchísimas más virtudes que defectos. Lo que Saint-Exúpery consigue es increíble: escribir en un texto cortito, de manera sencilla y casi infantil un montón de ideas, sugerencias, críticas y una defensa en definitiva de una vida mejor, alejada de la estupidez. Y es que el principito representa la racionalidad, los sueños la inteligencia, el carpe diem, pero también la búsqueda, el aprendizaje práctico. La vida.