Alex A. Chamán Portugal
Bolivia enfrenta una crisis multidimensional que trasciende lo económico y se entrelaza con lo político, social, jurídico e ideológico. Desde una perspectiva marxista, esta crisis no es un fenómeno coyuntural, sino el resultado de contradicciones estructurales inherentes al capitalismo dependiente y atrasado, agravadas por desaciertos históricos, la traición de la derecha vendepatria y la incapacidad de una izquierda reformista para consolidar un proyecto emancipador. La ausencia de un Proyecto Estratégico Nacional de Desarrollo, centrado en la industrialización y una educación científica transformadora, ha perpetuado la subordinación al imperialismo y la explotación de las mayorías populares. Este ensayo desentraña las raíces de la crisis, destacando el papel antipueblo de la derecha, la cooptación del movimiento obrero, la crisis moral y la necesidad de una alternativa democrático popular en el marco del modo de producción capitalista.

Raíces Históricas y Estructurales de la Crisis
Desde su fundación, Bolivia ha sido un campo de batalla entre las fuerzas del capital imperialista y las aspiraciones de su pueblo. La explotación de recursos naturales—plata, estaño, hidrocarburos y litio—ha configurado una economía primario-exportadora que enriquece a las clases sociales explotadoras y sus socias transnacionales mientras condena al pueblo a la pobreza e indigencia. La Revolución Nacional burguesa de 1952, liderada por el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), prometió romper este modelo, pero su carácter burgués y su cooptación por el clientelismo limitaron su alcance, dejando intactas las estructuras semifeudales y semicoloniales.
La derecha boliviana, representada por el MNR, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y Acción Democrática Nacionalista (ADN), ha jugado un papel históricamente reaccionario por ser antipatria y antipueblo. Durante las dictaduras militares y gobiernos neoliberales de los años 70 y 80, estas fuerzas vendepatrias promovieron la privatización de empresas estatales y recursos estratégicos, como las minas y el gas, subordinando la economía nacional a los dictados del Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y las corporaciones extranjeras sometidas al imperialismo. Su alianza con el perverso imperialismo, especialmente estadounidense, facilitó la represión de organizaciones populares y la entrega de la soberanía nacional, consolidando un modelo de explotación capitalista-neoliberal que benefició a las clases dominantes a expensas de las masas populares.
El ascenso del Movimiento al Socialismo (MAS) en 2005, bajo el ex presidente Evo Morales, marcó un punto de inflexión. La estatización de empresas y los hidrocarburos, la más justa redistribución de la riqueza y la Constitución Plurinacional de 2009 fueron avances que redujeron la pobreza y empoderaron a los sectores populares e indígenas. Sin embargo, la dependencia de los ingresos por venta de materias primas y la falta de una estrategia de industrialización limitaron estas reformas. El golpe de Estado de 2019, orquestado por la derecha oligárquica con apoyo imperialista, profundizó la crisis, desarticulando el denominado proceso de cambio y exponiendo las fragilidades de un proyecto que no logró consolidar una base productiva soberana.
La Izquierda Reformista y los Desaciertos Económicos
El gobierno de Luis Arce, electo en 2020 con un 55% de los votos, prometió recuperar el modelo económico de Morales. Sin embargo, su gestión ha sido marcada por desaciertos que han comprometido la estabilidad del país y traicionado los ideales reformistas. La desmantelación de proyectos industriales, como la industrialización del litio, y el abandono de las exportaciones estatales han debilitado el rol redistributivo del Estado. Bajo Evo Morales, las exportaciones estatales representaban entre el 35% y el 50% del total; bajo Luis Arce, han caído al 26%, reflejando una capitulación ante el capital privado.
Un ejemplo claro es el Decreto Supremo N° 5348 de marzo de 2025, que autorizó a Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) a comprar dólares mediante activos virtuales para importar combustibles. Esta medida improvisada disparó el tipo de cambio paralelo de 11 a 18 bolivianos por dólar, desatando una inflación del 13% entre mayo de 2024 y abril de 2025, que golpeó duramente a los sectores populares. Estas políticas reflejan la influencia de una izquierda reformista que, lejos de ser anticapitalista y antiimperialista, adopta prácticas pragmáticas y conciliadoras con el capital y las relaciones sociales de explotación, minando la soberanía económica y la autosuficiencia alimentaria al priorizar importaciones sobre la raquítica producción nacional y el pigmeo mercado interno rebasado por las importaciones.
Ausencia de un Proyecto Estratégico Nacional y Educación Transformadora
Un vacío histórico en Bolivia es la falta de un Proyecto Estratégico Nacional de Desarrollo que articule educación, ciencia, tecnología y fuerzas productivas para impulsar la industrialización y fortalecer el mercado interno. Los gobiernos de derecha, como los del MIR, MNR, ADN y sus socios, nunca priorizaron el desarrollo nacional, optando por un modelo extractivista que enriquecía a las élites y perpetuaba la dependencia y atraso. Esta visión antipueblo se tradujo en la desinversión en educación y ciencia, condenando al país a la subordinación tecnológica y económica.
Incluso bajo el MAS, los avances en industrialización, como las plantas piloto de cloruro de potasio y carbonato de litio, no se consolidaron en una estrategia de largo plazo. La gestión de Arce ha desmantelado estas iniciativas, atrapando a Bolivia en un modelo rentista. La educación, pilar para el progreso y desarrollo ha sido históricamente descuidada e instrumentalizada a mezquinos intereses. En lugar de fomentar una educación nacional, científica, democrática y transformadora que impulse la ciencia, la tecnología y las fuerzas productivas, los gobiernos han permitido que las universidades se conviertan en espacios de clientelismo y mediocridad. Esta ausencia de una educación orientada al progreso social y el bienestar de los sectores populares ha frustrado las aspiraciones de un pueblo que merece un futuro soberano y de bienestar.
Corrupción del Movimiento Obrero y Popular
La crisis boliviana está intrínsecamente ligada a la corrupción del movimiento obrero y popular, un proceso impulsado por la derecha y la izquierda populista. La derecha, a través de gobiernos como el de Hugo Banzer (ADN), reprimió brutalmente a los sindicatos, mientras el MNR y el MIR y sus socios de turno cooptaron a dirigentes con prebendas, neutralizando la lucha de clases. En la era del MAS, el clientelismo y el paralelismo sindical intensificaron esta degradación, con líderes obreros y populares subordinados al Estado mediante cargos públicos y beneficios económicos.
La Central Obrera Boliviana (COB), históricamente un bastión de resistencia, ha perdido su autonomía, convertida en un apéndice de intereses partidistas. Esta corrupción debilita la organización popular y deslegitima las instituciones del Estado Plurinacional, alimentando el desencanto. Desde una perspectiva reflexiva, este proceso refleja la estrategia del capital para fragmentar la conciencia de clase y perpetuar la explotación.
La Ausencia de Principios y la Crisis Moral
La falta de principios, valores y conciencia ha corroído las bases de la sociedad boliviana. Universidades, sindicatos y organizaciones sociales, que deberían ser bastiones de resistencia, han sido permeados por la mediocridad, el clientelismo y el individualismo. Esta crisis moral propia de la decadente burguesía y producto de la alienación capitalista, deshumaniza las relaciones sociales y erosiona la solidaridad de clase. La derecha, con su historial de traición a la patria, y la izquierda reformista, con su pragmatismo burgués, han contribuido a esta degradación, traicionando los ideales de justicia y soberanía que inspiraron el proceso de cambio en aras de la patria y el pueblo.
Elecciones Liberales: Una Falsa Solución
Las elecciones liberales (burguesas) han demostrado ser incapaces de resolver las contradicciones estructurales de Bolivia. Desde 1982, los partidos de derecha (MNR, MIR, ADN y sus aliados de todo pelaje) convirtieron la democracia liberal en un mecanismo de reparto de privilegios entre élites y sus esbirros incondicionales, mientras el pueblo sufría las consecuencias del depredador neoliberalismo. El golpe de 2019, liderado por estas fuerzas vendepatrias, evidenció su desprecio por la voluntad popular. Aunque la victoria de Arce en 2020 generó esperanzas, la fragmentación del MAS y los desaciertos económicos han reavivado la conflictividad social y política. Las elecciones, en un contexto de dependencia y atraso, no abordan las raíces de la explotación, opresión y la pobreza, por lo que se caracterizan en despertar falsas ilusiones.
Hacia una Alternativa Revolucionaria
La superación de la crisis requiere una alternativa revolucionaria fundamentada en los principios anticapitalistas y antiimperialistas. Esto implica construir un Proyecto Estratégico Nacional que priorice la industrialización, una educación científica transformadora y el desarrollo de las fuerzas productivas, rompiendo con la dependencia de los commodities. La recuperación del movimiento obrero y popular es crucial, depurando las organizaciones de prácticas clientelistas y fortaleciendo su autonomía, siendo clave la formación ideológica y la práctica política en el fragor de la lucha de clases en aras de forjar una sólida conciencia y posición de clase.
La unidad de las fuerzas sociales—obreros, campesinos, pueblos indígenas y pequeña burguesía—es esencial para enfrentar al capital transnacional y la derecha vendepatria. La lucha por la soberanía nacional y la justicia social debe desafiar las injustas estructuras de poder que perpetúan la explotación y opresión. Solo mediante la organización popular y la conciencia de clase se podrá construir una Bolivia libre, soberana y democrática popular, como un paso hacia una sociedad superior.

Conclusión
La crisis multidimensional en Bolivia es el producto de las contradicciones del capitalismo dependiente y atrasado, el accionar nefasto de la derecha vendepatria (MNR, MIR, ADN y socios) y los límites de una izquierda reformista-populista que no ha consolidado un proyecto genuinamente progresista. La ausencia de un Proyecto Estratégico de Desarrollo Nacional, la capitulación a forjar una educación científica y transformadora, la corrupción generalizada en el Estado y sus instituciones y la instrumentalización del movimiento obrero y popular han profundizado el sufrimiento del pueblo. Sin embargo, la resistencia histórica de los bolivianos, inspirada en las ejemplares luchas de sus mejores hijos e hijas es la promesa que guiará las batallas por una patria soberana, justa y socialista.