Blog Post

News > Etcétera > Quién es el rey

Quién es el rey

Iván Prado Sejas

Estaba George Mc Kain de vacaciones en Bolivia, visitando las ruinas de Tihuanaku. Le acompañaba Carlos Linares, funcionario del Bank of British-American, filial Bolivia. Mc Kain vestía traje informal, un jean clásico de color índigo, una camisa a cuadros y una chamarra de cuero propicia para el frio del altiplano boliviano. Llevaba unos lentes ray ban y un sombrero para protegerse del sol. Su piel blanca marmólea contrastaba con la piel morena de la gente del lugar.

En el día, visitaron el complejo de Kalasasaya, el museo lítico y las ruinas de Puma Punku. Mc Kain se encontraba muy satisfecho por el paseo. Era la primera vez que visitaba el famoso sitio arqueológico. Para finalizar el paseo, quiso sacarse una foto debajo del dintel de la Puerta del Sol. Jorge pidió permiso a un guía del complejo para pasar la malla protectora. Así, Mc Kain se ubicó justamente debajo del dintel de la puerta sagrada de los tihuanakotas. De pronto, cuando se sacaba los lentes para la foto, sintió un fuerte mareo… ¡Nooo!, gritó y se desvaneció. Su mente se perdió en la inconsciencia. Jorge no sabía qué hacer frente al desmayo de Mc Kain, lo que pasó lo agarró de sorpresa.

Al poco rato, Mc Kain abrió lentamente los ojos…

—¿Dónde estoy?, —dijo, con una voz aletargada, mientras imágenes borrosas llegaban a su vista. Al rato escuchó una voz que retumbaba en su cerebro: —Mi hijo, estás en el Manqhapacha. Así llaman a este lugar los aimaras. Era el Tío, señor del Averno, quien estaba junto a Mc Kain en un lugar semi oscuro, lleno de niebla.

—¿Qué me pasó? —exclamó Mc Kain.

—¡Recuerda tus comienzos!… Yo te envié a la Tierra, y específicamente a Estados Unidos para que cumplas una misión. Bueno, durante décadas, envié a varios sujetos para que implementen el neoliberalismo a raja tabla, para que los humanos sepan cómo trabajar, cómo producir, cómo explotar las riquezas, cómo ganar dinero, y otros menesteres…, y tú eres uno de ellos.

—No, no recuerdo nada… Pero, ¿por qué me trajiste aquí? Yo no tengo nada que ver con este lugar, —dijo Mc Kain, intentando ver más allá de una cortina de niebla espesa que lo envolvía.

—¡No es así! Tú tienes mucho que ver con los planes del Manqhapacha. En la Tierra todos los cargos que ocupaste y ocupas son gracias a mi influencia.

Mc Kain se resistía a aceptar esta situación emergente. Antes que escuchar la voz,  empezó a escudriñar a su alrededor. Veía sombras de personas que parecían caminar sin rumbo. Miró hacia  un lado, y como un destello, vio que cientos de individuos caían en un abismo lúgubre.

—No puede ser, éste no es mi lugar. Yo no pertenezco a este ambiente, —continuaba insistiendo Mc Kain.

—¡Uhm! ¿Deseas testigos para confirmar tu procedencia? —preguntó el Tío, y al rato hizo un chasquido con los dedos y apareció una persona de tez blanca, con los ojos hundidos, de mediana estatura—. Acá te presentó a Coco. Él fue el rey de la “blanca” en México. Te conoce…, conversen.

—¿Cómo? ¡Yo no conozco a ningún Coco!, —gritó Mc Kain, intentando negar a la persona que se le apareció de súbito.

—Mi jefazo, no me niegue de esa forma. Yo fui su servidor cuando manejaba los negocios de la droga en México, y enviaba cargamentos de la “blanca” a Estados Unidos, —dijo Coco, mirando fijamente a Mc Kain.

.—Yo soy un banquero, soy un empresario…

—¡Es verdad! Desde el mundo formal usted es un banquero, un empresario, un negociante…, pero, desde el submundo de las drogas, usted es uno de los capos del narcotráfico en Norteamérica, si todo el mundo lo sabe —exclamó Coco con vehemencia, lanzando palabras soeces en la cara de Mc Kain.

—Usted está equivocado…, muy equivocado, —dijo Mc Kain, con voz temblorosa.

—Desde lo formal, “estoy muy equivocado”. Sin embargo, el mundo debe saber que usted es el que maneja el negocio de los estupefacientes en Estados Unidos. La chingada, ¡usted es el verdadero rey de las drogas! Y no es rey, como ustedes dicen descaradamente, un descendiente de mejicanos, o un descendiente de cualquiera de los países latinoamericanos. ¡Usted es el capo de la merca! Así yo se lo digo y se lo repito, zopenco.

—Yo nunca he estado en esos negocios turbios —retrucó Mc Kain, intentando tomar fuerza para responder al sujeto que le encaraba.

—¡Híjole! Usted ha promovido la creación de un submundo donde los “grandes narcos”, supuestamente, sólo son de México o de Colombia. A esos los ensalzan y los nombran “reyes” de la droga. Y cuando ya han cumplido con su “misión” de llevar droga por montones a Estados Unidos (ya sea por años o por décadas), los fulminan o los toman presos. ¿Y qué pasa después? Luego, lueguito, nombran a otro “rey”, y así sucesivamente. Después que el “rey” ha cumplido con su misión, lo eliminan, tal cual se mata a las alimañas, sin ninguna consideración.

Mc Kain, no sabía qué decir, o qué responder. Tapaba sus oídos para no escuchar. Sin embargo, la voz ingresaba de forma incisiva en su cerebro.

—En mi país todo el mundo me conoce. Yo soy un banquero, soy un hombre de negocios…

—¡Me lleva la tostada! En su país “todo el mundo” sabe que usted es el banquero Mc Kain, el megamillonario.  

—Yo soy también un hombre de transacciones comerciales, y compró alimentos…

—¡Hijo de la guayaba! Y no sólo compra alimentos, sino también compra autoridades, compra policías, compra medios de comunicación, y sobre todo compra droga y la distribuye. Y el ciudadano común no sabe de estas últimas “compras”.  Y paradójicamente, el sistema que rige en su país oculta muy bien el rol que usted tiene en el submundo de las substancias prohibidas. O sea que no me eche las habladas…

De pronto, en la pared se proyectó el dibujó de una firma. Esa es su firma, ¿verdad? —inquirió Coco, agarrándole del cuello, como para ahorcarlo. Mc Kain, intentó decir que no, pero sentía que su cuello era estrangulado. Entonces, movió la cabeza afirmativamente. Coco soltó al banquero, y sacó un cheque de pago, donde estaba la firma de Mc Kain.

—¡Observa!, acá está tu firma, ¡rey de los zopilotes! Tú pagaste a mis secuaces norteamericanos con cheques de este tipo.

Mc Kain, al verse descubierto no sabía qué hacer. Sentía él, que era una mezcla de excrementos cuyo olor era imposible de disimular. Al mismo tiempo vio dibujado en el rostro de Coco una sonrisa pérfida. Sintió que su “corona”, que fue develada, se le caía de la cabeza y rodaba hacia el acantilado. Un sonido sordo invadió el espacio y el tiempo.

El Tío, que había presenciado el careo, se hacía al desentendido como quien no había escuchado nada… 

Biografía

Iván Prado Sejas, escritor, es autor de novelas, cuentos y poesía. En el ámbito literario recibió un premio del Ministerio de Cultura y Deportes de Bolivia (1998) por la novela Inka Kutimunña (El Inca ha regresado). Publicó varias novelas como Hananpacha, Amazonas, Samay Pata y otras. Asimismo, publicó cuentos, en Los Sueños del Padre, Cuentos en 2 minutos, Vuelo hacia el Infinito, y otros relatos en antologías.  Igualmente, publicó poemarios, artículos, ensayos, entrevistas y comentarios sobre literatura fantástica y literatura en general en periódicos, revistas, blogs y webs nacionales e internacionales. Es Past Presidente de PEN BOLIVIA y Docente de la UMSS.

error

Te gusta lo que ves?, suscribete a nuestras redes para mantenerte siempre informado

YouTube
Instagram
WhatsApp
Verificado por MonsterInsights