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Políticos, felicidades en “su día”

Este año es el 15 de este mes, pero en el mundo cada año se celebra el tercer sábado de junio el Día Mundial de los Malabares. De pequeño me solazaba con la destreza que las muchachas vestidas con trajes militares de fantasía tenían para manipular sus guaripolas en los desfiles escolares, pero principalmente cuando esta especie de bastones estaban en manos de verdaderos y atléticos militares en las fiestas cívicas. Siempre aspiraba a tener iguales habilidades y un día poder representar a mi colegio con la gallardía con que esos privilegiados lo hacían. Nunca pude hacer realidad mi sueño. Pero, como no por esa frustración dejaron de interesarme esas habilidades, fue en los circos que por entonces llegaban periódicamente a la ciudad donde me divertía con espectáculos vistosos, técnicas ya más trabajadas y objetos bastante más complejos de dominar, así que las antorchas de fuego, los aros o los cuchillos volando por los aires en perfecto equilibrio para caer en manos de sus amos, era algo que me fascinaba ver. Hoy todavía las esquinas donde hay mucho tráfico vehicular y un semáforo son escenarios de los que practican esta actividad que exige concentración, visión espacial y coordinación, a cambio de una moneda.

Ya de adulto empecé a entender que la acepción tan risueña que la Real academia de la lengua le confiere a esas aptitudes no es la única, porque un segundo significado también le atribuye a las personas que roban o quitan algo con astucia, pero siempre con destreza. Así definido el término, no hay que forzar nada para darse cuenta de que los políticos latinoamericanos en su mayoría, son la causa de la pobreza y el atraso en que sus países se hallan sumidos, y a pesar de eso, hacen esfuerzos contra todo orden social para mantenerse en el poder en unos casos o tomarlo por la fuerza en otros. Total: robarle al pueblo justifica, para ellos, el ejercicio permanente de los malabares. Con razón Bertrand Rusell decía: “Los científicos hacían lo posible por hacer lo imposible. Los políticos por hacer imposible lo posible”.

Nada más cierto en un medio en el que el diálogo y el consenso (armas invaluables de la democracia) son instrumentos a los que el encono, más todavía, la inquina sepulta la más mínima posibilidad de llevarlos a cabo. Nuestros políticos están matando nuestra no tan nueva pero siempre débil democracia. Aquellos que quieren volver a gobernar, luego de haberle robado al pueblo ingentes recursos, son los verdaderos malabaristas que, malabares de por medio, logran sus objetivos. Ya no es raro haber encarcelado sin ninguna prueba diez o más años por un caso montado en el Hotel Las Américas sin ningún resarcimiento, ni siquiera moral, o pedir millonaria indemnización por no haber ejercido el cargo de senador sin siquiera haber sido candidato. ¡Qué descarado malabarismo!

Tampoco es sorprendente que cuando se está en el llano se reconozca la legalidad de un gobierno constitucional (el de Jeanine Áñez) y sin ninguna turbación luego se lo acuse de golpista, solo porque hay que cuidar el cargo para luego renunciar a él en cuotas.

Bueno, son cosas de los malabaristas de la política que tenazmente se oponen a la aprobación de créditos y como por arte de magia lo aprueben en una sesión, para variar, escandalosa, por considerar de prioridad nacional. Algo de lo que los socialistas saben bastante y que también sucedió con una Constitución hecha por ellos y algunos desubicados opositores en la Constituyente.

Confrontarse entre excompañeros de partido, aunque formalmente todavía militantes del mismo instrumento, cuando les conviene y desentenderse entre ellos, siempre que el poder esté en juego, avanzar y retroceder en proyectos de leyes, también prueba que el malabarismo es una especialidad de los gobernantes.

Claro que, desde el otro lado, desde la oposición, desde donde hace poco se atisbaba una candidatura única capaz de hacer frente a los dueños del poder en torno a un importante actor de la política y hasta no hace mucho opositor, éste ya ha bajado el tono crítico contra el gobierno y hasta ha aprobado su gestión. Por supuesto que, como en política nada es gratis, ya ha sido adecuadamente retribuido. ¡Gran malabar! Así que este 15 de junio, señores políticos, festéjense como se merecen. Total, el país sigue retrocediendo. Pero eso a quién le importa.

Augusto Vera Riveros es jurista y escritor

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