De acuerdo a literatura académica, la polarización se puede entender de dos maneras: a) como un proceso que mueve a la gente a posiciones extremas, o, b) un proceso en que se forman grupos con preferencias incompatibles; que se da en tres niveles: partidos políticos, elites y opinión pública.
En el nivel de la opinión pública, la polarización se desarrolla en base a las preferencias incompatibles sobre un tema público X (opción b).
En este sentido, se puede decir que los resultados del 21-F es el tema público que ha permanecido vigente en la opinión pública durante tres años (2016-2019) y ha polarizado a dos grupos de personas con preferencias opuestas: Sí vs No; y que su continuidad en la línea del tiempo se revitaliza en relación con acontecimientos insospechados, por ejemplo, el fuego y la no declaratoria de desastre nacional.
En el nivel de los partidos, las organizaciones políticas no están polarizadas porque las posiciones extremas en el campo ideológico electoral no tienen mayor legitimidad, pues el centro político que se entiende como un amplio es pectro que contiene equilibrio de pros y contras y moderación, está aún ocupado por el MAS, pues su proyecto de Estado, economía y sociedad es predominante, como lo constatan las recientes encuestas y la capacidad mediadora del presidente.
Un terreno que también quieren ganar Comunidad Ciudadana y Bolivia Dijo No -no cuestionan los bonos sociales y el doble aguinaldo- para ganarse al votante mediano, pero con posiciones ideológicas distantes entre ellas que se manifiestan en sus constantes pugnas discursivas.
En la población joven que se manifiesta en redes sociales ha calado la idea predominante de que el principal responsable de las quemas en la Chiquitania es el gobierno central. En este marco, se reaviva la polarización en la opinión pública en el marco de un tema público coyuntural como es el fuego.
No es casual que el presidente diga: “Yo no creo en las redes sociales, son como la alcantarilla”. Por lo tanto, no hay polarización entre candidatos con mayor intención de votos -quizás ello sea una de las razones para que algunos expertos digan que la campaña es aburrida-; sí hay polarización respecto a las preferencias opuestas sobre un tema coyuntural.
El cabildo del 4 de octubre es un indicador de ello. La crispación social y malestar ciudadano con la clase política que se refleja en el 20% de indecisos, determinará el resultado final de las elecciones.
En este contexto, ¿es descabellado plantear el hipotético escenario de una segunda vuelta? Los votantes que definirán el próximo presidente tienen como dilema: sí Evo vs no Evo.
Por ende, el balotage dependerá de la capacidad de capitalizar electoralmente dicha crispación y resolver el dilema pidiendo votos en la televisión en los próximos días.
Por ahora, el MAS denota mayor fortaleza para el efecto considerando los recursos a disposición -en función de gobierno- para hacer campaña, la cercanía de Evo con las masas en los actos públicos y el consenso entre diferentes sectores de que es garantía de estabilidad económica y social, que la propaganda oficialista denomina sentido común.