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Poemas de Renato Sandoval B.

Paracas

Y si no puedo hablar

de las palabras que asolaron la historia

si no digo el mar el cielo el sol

si aún las cosas

en la arruga del médano

se prosternan

como yo

segada lumbre en la piel de las iguanas

puliéndose la espalda

en el cactus del dolor

la sal doblegaría el cutis de los huacas

cinceles de un oasis

que el viento ahoga al ver

la brasa de mi lengua

el mármol del estío

la urdimbre de un poema

al tiempo sus palabras sepultando…

(De Luces de talud, 1991)

*

La gota

En la gota duerme el mar

y de ella pende una luz turbada

sobre una rama quebradiza.

Todo tiembla en su aliento

y se revela en el sueño

de quien nadie teme ni suspira.

Esa gota que riega

exhausta sed de ansias plañideras,

al propio mar exangüe

engastado en su figura,

un ojo vítreo que admira

otras aguas, siempre ajenas,

nave futura ignorando

el mar que encierra

y también repudia.

La gota insigne, grávida

de olas desvariadas, desnuda

de su edad y su mentira,

sin saber cuándo será desierto

o una vaga promesa

naufragando en el abismo.

(De: Del taoísmo al teísmo, 2019)

*

Uno entre dos

                   A Pilar

Entre tú y yo

la muerte:

eclipse de rostros

que menguan

y crecen

con este aliento

o si el tiempo

se hace cosa

y oculta

lo que no existe

nada queda

cuando calla

y la sombra

sofoca la luz

antigua y el hilo

de paz que en ti vivían

éramos pálpito

intactos y enteros

y el agua aún corría

en estos ojos

de miedo

que hoy oscilan

y dudan

entre tú y yo

(Inédito)

*

Desierto de Sechura

Hoy aquí

es azul el desierto

no hay espacio

para nuevos granos

su vacío se alimenta

de arenas insepultas

de surcos que el sol

y el siroco

trazan en la cresta

de cada duna

Solo el merodeo

de las hienas

y su olor derramado

en las estrellas

Un mundo dos cielos

un redoble de tambor

crepitan en la fogata

y un lago de incienso

refresca la noche

oculta

por mis pies

(Inédito)

*

Marina

He llegado último y sigo siendo el último

las temperaturas de los cuerpos

ascienden a las cumbres de indignos y nada

parece ser tan factible en esta tierra

donde el magma se humilla ante tantas probabilidades

de ser alma, ruido, inerte planetario

del mismo cosmos donde aún se diseñan

nuevos planes, antiguas formas

de ser antiguo y precoz salto a lo imposible.

Una noche de pensativas memorias

en que ser imagen era mendaz y presurosa

y que estar al margen de los pacientes racimos

coronados por frutos sin soledad y sin pureza,

Nada será en este rubio falansterio

mesón paternal asignado al párvulo

y a los abrojos que estallan en los surcos.

Es la hora de derribar a dentelladas

el vago placer de no morar en serio ahí donde existen

playas de solo tedio y aureolas coronando los cangrejos

un relumbre de un reloj encallado

marcará a destiempo lo que adentro se va muriendo.

Eso lo vi en la tarde de mi noche:

luciérnagas pariendo siluetas de atunes

sobre olas prisioneras y huevos de esturiones

hechos tablas montadas en surfers desprevenidos

una fiesta encumbrada en las olas amarillas

un festín de sabandijas descendientes de vikingos.

Sobre el agua, tierra; sobre el sol una manera de ser

sin tener que pensar ni repetir que todo cae

y escala en la partitura escrita por reiteradas olas.

Doman su furia, aplacan su caricia urticante

llaman a revuelta a sabios espongiarios

a erizados equinodermos, a pólipos de ultramundo

solos de sinfonías y cantatas enlatadas

se bambolean sin miedo en las mareas.

Buena noche para un día que jamás termina

y si termina es porque no tiene sentido

otro día como este o cualquier otro.

Las aguas han colmado sus falencias

en su mellada limpidez una mueca

de rabia y de agravio espanta a nuevos días

la hora es la misma en todos los relojes

todo es igual, todo es lo mismo

se han borrado las distancias

nunca seremos lo que somos

nunca tendremos lo que tenemos:

nombre, forma, ubicación

disfuerzo, impostura, gusto insobornable

de ir borrándonos a medida que respiramos.

(Inédito)

*

Prayer

Señor, ¿cuál es tu árbol o cuál es tu templo,

cuando no tienes nada a cambio?

¿Cómo son tus noches boreales

donde tu luz ciega al que nunca duerme?

¿Por qué el prado llano y enjuto

en esta primavera de cambios sin perdones?

¿Cuál tu duda que turba y te zahiere

a la hora de faltas y verdades?

¿Cuánto de ti en mí aterra

lo que era cierto y exacto

como himno a la aventura?

¿Quién te dijo yo te elijo

para que seas solo y nada mío?

¿De dónde tu fuerza pende ausente

cuando la garúa arrecia en tu aliento?

¿Y qué, pues, si te digo no me oyes,

cómo callas ante el abismo

por qué sabes que yo existo,

cuál de tus manos me apacienta

dónde caen mis pedazos al sentirte

quién eres, eras, fuiste, habías sido?

¿O serás solo el deseo venidero

de quien nada tiene

ni espera nada

mientras la sombra me va cercando

en la boca de tu gruta,

ya sin sangre, ya sin labios

que te digan

que tú tampoco me miraste

como el hijo enfermo

que siempre te ha añorado?

(Inédito)

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