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Poemas de Pedro Shimose

¿Qué es el exilio?

Es mirar que el polvo y la ceniza caen sobre nuestros ojos

y que una bruma lenta se eleva entre tú y el pasado;

es saber cómo se llama la tristeza y no atrevernos a nombrarla;

es decir: “no me acuerdo del vestido que llevabas

la noche que nos amamos bajo un limonero”;

es guardar para otro día la risa que traías bajo el brazo;

es dolerte los recuerdos en los bolsillos de tu vieja chaqueta;

es vivir tu muerte a media voz, ahogándote en un grito sofocado;

lejos, muy lejos de ti mismo,

lejos de todo lo que amas y has amado,

rogando que tu patria no se acabe nunca,

pidiendo a tus amigos que te protejan del olvido,

que te digan que volverás un día

y que ese día está a la vuelta de la esquina;

es encontrar a un viejo amigo que te tiende su mano

y te hospeda en su casa;

es luchar contra el tiempo cuando el amor se aleja como un buque

fantasma

y tú no puedes sino llorar el bien perdido.

La doliente quimera

Vuelvo el rostro y veo
                                 la dimensión del odio.
No he venido a decirte
                                 que todo es tarde en mí.
He vuelto a tu crueldad,
a sucumbir junto a la 
piedra.

Veo mis ruinas en tus ojos
                                         hermosos todavía.
Veo tus manos
                      todavía perfectas
y emerjo
             de las brumas violentas
del pasado
                cada vez más
solo.

Vuelvo a contemplarme y todo es triste.
Todo:
        mi soledad:
                         mi fuerza:
                                        la montaña.

Te miro
en la mentira de mis sueños
               y te arrojo a mis
abismos.

Si me llego a encontrar con aquel
que huye de mí
volveré a tu ternura
              y empezaré a decir
lo que nunca
hubiera dicho.

Las hienas, siempre las hienas

Buscan tu papagayo, una chequera, algún discurso.
Exhuman tu uniforme, lo descuelgan del ropero,
fotografían tus huesos y analizan tus cenizas;
buscan un helicóptero con alambres chamuscados,
con jabalíes escondidos en tus botas, con buitres
y petunias florecidas en tus charreteras.
Registran tus mariposas, examinan tus radiografías,
hurgan tu basilisco, tu calavera y tus medallas;
revuelven tu gorra, tus calcetines, en busca de un poema,
buscan una llamarada y un paracaídas con nubes y aguaceros.

Pasan lista en los cuarteles, revisan los retretes,
registran parques zoológicos en busca de una espada,
mueven cántaros de chicha, remueven genealogías,
Dios los cría y tú los juntas, los reúnes y complotan
en congresos celestiales y conspiran,
marchan a la catedral, imprimen manifiestos contra el sueño.

No ha sido suficiente.
Las cacatúas alaban tus virtudes en violas paranoicas.
Tus queridas te recuerdan montando en nubes de amor y margaritas.
Los periódicos se suenan las narices con sus pañuelos sucios;
piden que vuelvas, ¿dónde estás portador de la paz,
regidor del orden, patriota virtuoso?
Las hienas piden al cielo que tú vuelvas del infierno;
los gorilas piden al cielo que tú vuelvas del infierno;
los cuervos piden al cielo que tú vuelvas del infierno,
pues tu muerte no ha sido suficiente.

Te buscan debajo de las liendres, en las alcobas y los supositorios.
Profanan tumbas, rompen espejos, patean puertas,
desflecan cortinas, rasgan alfombras, derriban monasterios,
hurtan tus galones, buscan tu papagayo, una chequera, algún discurso…

Manifestación

Con la rabia en el ají,
salgo con mi cóndor bajo el brazo,
cruzo la calle con una piedra en la mano,
camino con un policía vigilándome el hambre,
busco el oído y el ojo de la noche,
pego carteles, corro por las plazas,
grito con una brasa en la lengua,
pinto las paredes: «viva el Che’
me dan agua en manguera,
 soy el fuego; 
me dan relámpago en humo,
 soy la tierra; 
me abren una herida donde sea,
 soy el pueblo; 
me persiguen, me encarcelan, me torturan.
Canto mi libertad, muevo adoquines,
rompo maderas y cristales, canto,
voy a la huelga con mi miedo natural y un sorbo
                (de café caliente;      
 vuelo por la ciudad, rasgo el aire, 
          (trizo las vitrinas,
golpeo las páginas de los periódicos,
derribo puertas, venzo máscaras y cachiporras,
traspaso los umbrales de la historia,
¡soy!

Los camaleones invaden las catedrales

Conciben la vida como una partida de ajedrez.
La existencia es un cálculo. No duermen; no aman.
Nacieron con el corazón manchado, sin luz en la mirada,
y viven al acecho, welcome mister, congratulations!
y viven acosados por el color de las circunstancias.

Les sobra astucia, saben elegir el momento oportuno,
las palabras adecuadas, el tono conveniente, el ademán preciso,
halagan, mienten, se desprecian, estudian, aparentan,
buscan el fulgor de las cámaras, la estridencia,
flash sonríe flash posa flash
resplandor efímero okey! trepan peldaños, se van por las ramas,
buscan las lentejuelas de la fama, leen informes reservados, sonríen, visten a la moda,
buscan sus nombres en las crónicas sociales,
corren, husmean el aire, por las dádivas trotan,
escriben en los diarios, avanzan, retroceden, sonríen,
son discretos,
solicitan audiencias, dan consejos, afinan la puntería,
disparan, van a misa, son como los gatos, saludan, dan la mano,
siempre caen de pie, aclaran la voz, ejem, la impostan, la modulan,
piensan dos, cien, mil veces, no duermen, como los búhos, piensan,
viven agazapados en el color, en catedrales sombrías y vacías.

A su paso se abren las grandes puertas de la nada.

Biografía:

Pedro Shimose es un escritor nacido en la ciudad boliviana de Riberalta el 30 de marzo del año 1940. De su primer apellido se nota su ascendencia japonesa, lo cual también se aprecia en la riqueza particular de su obra. Desde el año 71, vive en Madrid, donde completó sus estudios universitarios y echó nuevas raíces. Aparte de la escritura de prosa y poesía, se dedica al dibujo y a la composición de canciones populares, entre las que destacan «Lucero triste» y «Me voy pa’ Guayará«. Asimismo ha trabajado como periodista, como profesor superior y ha dirigido un periódico y dos colecciones literarias. Por otro lado, forma parte de la Academia Boliviana de la Lengua y hasta el momento ha recogido diversos premios de gran importancia, como ser el Nacional de Cultura en su país de origen.
La poesía de Shimose se destaca por abordar temáticas de carácter social tales como la pertenencia, las raíces y la libertad. Algunos de sus libros más conocidos son «Triludio en el exilio«, «Quiero escribir, pero me sale espuma» y «El Coco se llama Drilo«. Seguidamente, es posible conocer sus poemas a través de una completa selección, en la cual se encuentra «Los camaleones invaden las catedrales«.

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