Irma Verolín
Tensa especulación
Los asesinos en serie no surgen de la nada, necesitan un período de gestación un lento madurar como de fruta: la voluntad del tiempo acompaña los asesinatos futuros con esa paciencia de las madres que buscan el bien de sus hijos aun a costa del dolor de las duras pruebas o las punzantes marcas de la vida. Los asesinos en serie duermen acurrucados en posición fetal sobre blandos colchones vendidos en oferta en esos supermercados enormes con muchachas que se pintan las uñas de rabioso color rojo y bostezan, para ellas el tiempo es un adversario demasiado lento, para los asesinos no, el tiempo colabora con ellos y oficia sus quehaceres a favor de los desenlaces rutilantes mientras la lentitud acaricia los días por venir con su navajita afilada, nadie sabe quién entra o quién se va de esos lugares que todos visitamos alguna vez con la inocencia que nos da el simple hecho de estar vivos distraídos de lo que ocurre en los escondites donde la muerte trama sus urgencias donde los asesinos en serie se tienden y duermen plácidamente en posición fetal.
Plegaria del regreso
Volvió desde su muerte mi madre joven perfecta como era entonces. Ocurrió ayer. Yo estaba sentada con los codos apoyados sobre mi rústica mesa la mirada perdida mientras mi dedos deshacían miguitas de pan. Laxa la miga se ablandó entre mis dedos hasta que por fin dejé despanzurrado y pura costra el básico alimento de Dios. Entonces apareció ella. Al verla amé más que nunca ese cuerpo de madre generoso hecho de luz y torbellinos. Si nos hubiésemos parado frente a un espejo ella bien podría haber sido mi hija o yo misma treinta años atrás. El amor entre nosotras se ha mantenido intacto como intacta es su carne para siempre desde que tengo recuerdos. Abastéceme madre con tu mirada dame de comer de beber haceme dormir en la suavidad de tus palabras. Buscame mil veces porque sigo perdida arrópame amamantame, madre, con el relato de un cuento cerrado en un final feliz. Mi hambre ha crecido demasiado y en su desmesura se ha tragado mi vida entera. Esta, la única vida que tengo la que me diste el mejor regalo que alguien puede recibir y ha sido desperdiciada en el tiempo de esperarte. Aun así estoy en el centro de los acontecimientos, madre, respiro en la esfera hueca de mi vida con la dificultad de los recién nacidos ahora que regresaste. La distancia inventada por ese lugar al que te fuiste fomentó mi hambre con su maravillosa crueldad. Te miro y no puedo creerlo mis ojos mienten dice la memoria de mis ojos y se repite en un rezo infinito que se pliega en mis células para llegar hasta el principio donde muy juntas quedamos atrapadas las dos en el embrión de tu muerte. El aire permanece alborotado después de tu visita cuesta respirarlo: ya no deseo más que adormecerme en el eco de tu nombre.
Viento
Hay un viento extraño allá afuera
que se hace sentir en las ramas de los plátanos
y en el estremecimiento de las cortinas
blancas
de voile.
Un viento, murmura mi madre.
Mi hermana mayor abre la ventana y se asoma
los rasgos de su cara se inquietan.
Es el viento de la Historia que nos viene a buscar
que quiere rescatarnos de este deletreo de lo cotidiano
del barrer cansador
una y otra vez
sobre el parqué que lustraron ayer
y que lustrarán de nuevo mañana
del dos más dos
de los sonidos primordiales de las letras
de la costura en punto atrás
menudita y apretada sobre el calcetín
que pide a gritos terminar en el tacho de basura
el viento
una voz irreproducible que ha estado desde hace siglos
dentro de nosotras
está allá afuera
hoy
vociferando
vociferando