Santos Domínguez
Edgar Allan Poe. Ensayos completos II. Traducción y prólogo de Antonio Jiménez Morato. Páginas de Espuma. Madrid, 2021.
“Poe revolucionó la literatura de su tiempo gracias a sus relatos y sus poemas, eso es algo sabido, pero el único modo de calibrar el alcance de sus intenciones y los riesgos a los que se sometió es mediante el análisis de su labor crítica”, escribe Antonio Jiménez Morato en la introducción que abre la edición del segundo volumen de los Ensayos de Edgar Allan Poe que ha traducido para Páginas de Espuma.
Y a pesar de eso -añade- su obra crítica “ha sido despreciada, leída de modo apresurado o ignorada. Y eso pese a que, con los doscientos años de distancia como juez, podemos apreciar que Poe parece no equivocarse nunca. Elogia lo que ha atravesado mejor el tiempo, y denuesta lo que ha ido olvidándose con el paso de los años. Hay en la capacidad de prospección de Poe algo más que mera perspicacia, hay una auténtica voluntad de cimentar y encauzar una literatura. Más aún, no solo voluntad, sino la tenacidad necesaria para lograrlo. Poe no solo es el padre del cuento moderno, lo es también de la crítica moderna, hecha desde la prensa de modo militante y combatiente.”
Organizado en dos secciones, la fundamental contiene veintidós reseñas sobre autores y literatura: desde un largo ensayo sobre el drama estadounidense hasta una evocación de Francis Lieber, editor de la Enciclopedia Americana, un conjunto de ensayos que se centran preferentemente en poetas y narradores contemporáneos de Poe entre los que destaca Nathaniel Hawthorne, a cuyos cuentos dedica una especial atención.
Publicados en revistas, incluyen críticas demoledoras de obras como El estudiante español, un drama de Longfellow (“en conjunto, solo podemos lamentar que el profesor Longfellow haya escrito esta obra”), comentarios pormenorizados de textos de poetas sobrevalorados, como John Brainard, William Bryant (“en todos los méritos de menor importancia el señor Bryant se muestra sobresaliente”), el sr. Dawes (“ayudado para alcanzar su reputación poética por la amabilidad de su carácter”) o Drake y Halleck: “Que contamos entre nosotros con poetas del más elevado orden es algo de lo que estamos seguros, pero no creemos que esos poetas sean Drake y Halleck.”
Opiniones sobre Tennyson y Carlyle, reseñas de libros de Fennimore Cooper, de un manual de buena educación o de una historia eclesiástica de Virginia conviven en estas páginas con el pormenorizado y elogioso análisis de los dos libros de cuentos de Hawthorne, Cuentos contados dos veces y Musgos de una vieja casa parroquial.
Cierra el volumen una segunda sección (‘La escena literaria y social’) de textos entre los que destacan los agrupados bajo el rótulo ‘Miscelánea editorial’. Breves y ágiles, entre ellos está este irónico párrafo autorreferencial:
En una muy elogiosa nota, de la señorita Fuller, sobre los Relatos de Edgar Allan Poe, la crítica pone reparos a las frases “tenía muchos libros pero raramente los empleaba” y “sus resultados, obtenidos por la esencia y el alma misma del método, tenían, de hecho, todo el aire de la intuición”. Nos doblegamos ante las muy bien consideradas opiniones de la señorita Fuller, la cual, por supuesto, merece todo nuestro respeto, pero nos hemos esforzado en vano por entender, en ambos casos, los motivos de sus objeciones. Quizás ella pueda explicarlos.
No sólo brillan aquí la capacidad analítica de Poe, su ironía aguda, sus sarcasmos hirientes y su lucidez como crítico. En estos ensayos inevitablemente proyecta su teoría y su práctica de la escritura quien simultaneaba la crítica con la creación poética y con la narración.
Por eso -concluye Jiménez Morato en su introducción- “estas páginas dejan claro hasta qué punto arriesgó y se permitió ser libre como lector, en qué medida se proyectó como autor, hasta qué punto se atrevió a construir otro mito de Poe, bastante desconocido a día de hoy pero que existió y acaso fue lo más llamativo de él mientras vivió, de su figura literaria, como vehemente crítico, modelado por sí mismo dentro de los círculos literarios. Y resulta fascinante adentrarse en ellas.”