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Pandemia, democracia y elecciones

El gobierno de transición carece de legitimidad porque la presidenta Añez no ha sido electa por el voto popular, razón que explica la desobediencia ciudadana a las reglas de la cuarentena en algunas zonas del país. Otra razón que la explica es el débil alcance y fuerza del Estado para cumplir con sus funciones y generar confianza en la gente. 

Dadas las circunstancias, resalto la carencia de consentimiento (coyuntura crítica), lo que no significa que la debilidad estatal (regularidad histórica) me parezca menos importante.

La carencia de legitimidad no implica autoritarismo, por ello es un despropósito del intelectual Ignacio Ramonet incluir a la presidenta Añez en la liga de líderes autoritarios: Orbán (Hungría), Bolsonaro (Brasil), Trump (USA), Duterte (Filipinas) y Modi (India), quienes paradójicamente han llegado al poder gracias al voto; no obstante, es reprochable y pecaríamos de alcahuetes si nos desentendemos del ciberpatrullaje -amparado en el DS 4200- que invade la privacidad de las personas y “abre el espacio para la arbitrariedad y el abuso de poder” (Eliana Quiroz, ciberactivista), lo que es una flagrante violación de la libertad subjetiva: opinión política que cada ciudadano se forma de manera libre y es condición de la democracia liberal.

A pesar del vacío de legitimidad y las extralimitaciones de las prerrogativas institucionales del gobierno, muy chocante por cierto, ¿es oportuno llamar a elecciones generales cuando todavía no se sabe cómo se comportará el virus en los siguientes tres meses? No. ¿Las elecciones son necesarias para superar la carencia de legitimidad? Sí.

Si las elecciones se llevan a cabo en la primera semana de agosto, como lo ha decidido la mayoría masista en el parlamento -institución nuclear de la democracia, a pesar de los desvaríos de quienes piden su cierre-, entonces el próximo gobierno tendrá consentimiento para generar políticas de salud, combatir la pandemia y dejar sin argumentos a los desobedientes que incumplen normas. 

Sin embargo, el coronavirus tiene un comportamiento aún incontrolable pero, salvo que el alcance y fuerza del Estado de Corea del Sur y la obediencia de sus ciudadanos donde hubieron elecciones legislativas a mediados de abril, se reproduzca en Bolivia -“Los votantes estuvieron obligados a llevar mascarilla y a realizar un control de temperatura a su llegada a los puntos de votación.

Cualquiera con más de 37.5 Cº en su cuerpo era llevado a una cabina especial. También tuvieron que usar guantes de plástico, desinfectante de manos y mantener una distancia de al menos un metro con los otros presentes” (France24.com)-, el proceso electoral se podría llevar a cabo con todos los protocolos y la gente asistiría a votar el domingo 2 de agosto con el miedo controlado.

Para el MAS es prioritaria la elección, para Añez es prioritaria la salud. Tiene legitimidad la demanda de la oposición, pero es impertinente, tiene legitimidad la defensa del oficialismo, pero no el gobierno de transición.
En torno a la presidenta existe un consenso popular (por sus medidas socio-económicas y respuesta a la crisis de salud) pero no tiene consenso democrático (voto, legitimidad), y si bien las elecciones son la solución, la campaña provocará que los candidatos jueguen con la pandemia.

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