Maurizio Bagatin
Poetas de la tarde, Miguel Hernández, Alda Merini y Seamus Heaney. Acompañan la naturaleza y el tiempo que transcurre plácidamente. Dejan que la palabra suelte su respiro, que el aliento deje respirar, que la música confluya donde es pura su contemplación.
Conservan la palabra campesina, cultivada entre plantas del nombre sencillo y del manejo simple, las palabras nativas, perejil, lechuga, guineo, los frutos de la tierra antes de su abandono; retornan al plenilunio y se sientan en la piedra de la casa materna, confunden a propósito el día con la noche, raspan con sus manos el livor del tiempo pasado, rasguñan la memoria convaleciente detrás del seto moribundo, antes que el silencio se adueñe de la eternidad.
Siguen destilando paciencia al recordar al azadón que carpía el devenir, los muslos endurecidos que mañana regalaran una macurca placentera. El silencio de una lombriz, el aleteo de un picaflor, la luz de una estrella fugaz en la noche de insomnio, y el recuerdo de las sirenas que no lograron a engatusar a Ulises. Sus palabras siguen ardiendo en el rostro que despliega el espejo de su tiempo. Generación de visiones de cambio, que buscaban el cambio, que el cambio no fue.
Palabras como la nieve: “…en la abeja sonora y rica,/-gota de oro melodiosa-,/que la flor de romero pica…”(Miguel Hernández, Canto exaltado de amor a la naturaleza), del canto que persigue su voz, de su voz que encanta al canto, de su música que embriaga el canto y la voz.
Palabras como la nieve: “Arrancad la poesía del canto,/el árbol de las voces,/las quimeras del sueño,/arrancadme a mí de mí misma,/para que vea mi corazón, latido/sanguíneo y dulce,/bajar al valle.” (Alda Merini, A Emily), en la tierra prometida por la palabra, con la palabra presente, con la palabra ausente.
Palabras como la nieve: “Con un definitivo/impulso nada musical/largos granos empiezan/a abrirse y se separan/hacia adelante/y de nuevo agotamos/el blanco, pateado/camino al corazón.” (Seamus Heaney, Casa de verano), de su tierra natal, de su tierra donde el ruido es siempre el ruido primordial.
¿A qué servirá esta poesía? A no dejar que el silencio precipite y nos haga precipitar, a que la nieve aún no se derrita como nieve al sol, a que la rosa siga siendo la flor del poeta, y la mariposa responda al canto de la flor, que la flor reciba el verso del insecto, de la luz del sol, de la bruma que anuncia el invierno.