El último viaje
El último viaje
se mofa
en la valija retornada
que ahora
subyace
avergonzada en cada una de sus alas rotas.
Ya ni la alfombra es mía en este cubo de tristezas.
No abriré la ventana
ni soy capaz de beberme hasta el fondo
la sed de un tiempo demorado en un largo río sin puerto
ni canoa.
Tengo una culpa
de mariposas nacidas en un día que yo misma
nací.
Tengo un mal que me atrapa
en el desván de ayer.
Arder
El lamento de la tarde se abría
a la confesión del fuego ¡hacer arder!
Volverlo todo
un rojo
intenso.
Hacer del viento un mechón de cabellos
saliendo
de tus brazos.
Retorcerte en el fuego
y arder
arder para consumirte
hasta el último
grito
del sollozo.
Arder
para hacerse olvido en la ceniza.
En: Fascinación del fuego (1978)
Añoranza
Si el recuerdo fuera una ciudad
Y no una estatua
Y esta noche aquella mañana
Y Amsterdam Cochabamba
Y este cuarto aquella calle
Y esta sombra aquellos árboles
Y este nombre aquella cara
Y aquella boca esta página
Y aquel silencio estas palabras.
En: Ferviente humo (197 ‘8)
Rosa
¿Qué le importa a la rosa su embriaguez
Si es al amor
El descifrarla?
Después del beso que precede a la inocencia
Sus pétalos aclaman lo fugaz
Enlazándose
De intento
Al
Tacto
Vertiginoso es el filtro de sus pétalos
Andanza
De exilio a exilio
Su lasciva esencia
Y cuando sangran sus espinas en la piel
Devenimos
Culpables
Como los asesinos
De sus deleites
Prisioneros
Hay como un dios impío en el mundo inefable de sus formas
Pero
¿Qué amor no se ha teñido de ese dolor
Cautivo
Entre el ser y la nada?
Gracias
Gracias
Por la nieve pura de tus manos
Que emblanquece
Mi cuerpo
Gracias
Por inflamar mis labios
Y ponerte
Tan cerca de mi sed
Gracias por esta vida
Que me posee
Como una lámpara a la sombra.
A los cactos de Oruro
Me siento al lado de los cactos
Sus espinas me tocan sin querer herirme
Y por mi espalda se deslizan sus labios hechos tuna
Como diciéndome
Yo te he querido como a nadie
Orfandad de la puna
En un gesto de ofrenda
Los pétalos de la ulala caen
El viento canta aromas
El tiempo se eterniza
Es mío el cielo
Entonces
Sé que no hay amor más grande que el seguir amando
A pesar de la espina y sus espinas.
Las manchas
(A mi hija)
Las manchas que yo llevo
Que tú ves
No están sucias
Son la sombra
Nada más que la sombra
De
Nubes pasajeras.
Diciembre, treinta
No sé si lloren
Y hagan nido en algún monte para mí desconocido
No sé si la tarde me espere para verme que vuelvo a mirarla en silencio
Por si algo suceda
Si todavía el tiempo me regale unas magias
Pienso salirme al campo
Caminar descalza hasta rendir mis pasos
Caerme de gusto en la orilla de un río
Hacer que se detenga el agua
Hundir en ella mis manos en un rito
Y ver que se fragmenta en el cielo mi rostro cual nube pasajera
Se me antoja que un pececillo quiera besarme el alma
También la suya besaría
Ay Dios
¡Yo nunca me imagino un cielo! Es en el campo donde pienso caminas como un niño
Detrás de cada espina como una flor de cactus enlazando silencios
Que vigilan y calman
Es enero
Es media noche y el grillo calla ante mis sigilosos pasos
Pero vendrá diciembre con su cajón vacío
¿Y si el pez no se asoma?
Cruzaré a nado las ausencias
Errantes somos cuando buscando nos buscamos.
Biografía.
Norah Zapata Prill, escritora y poetisa, nació en Cochabamba, en 1946 Es miembro correspondiente de la Academia Boliviana de la Lengua desde 1984. Profesora de Literatura y Castellano, egresada de la Normal Superior Católica de Cochabamba. Hizo estudios de post-grado en Lengua y Literatura Española en el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid. Entre otros premios y reconocimientos ha recibido el 1er Gran Premio Nacional Franz Tamayo, el más importante de su país, en dos ocasiones en 1973 y en 1977. Poemarios publicados: De las estrellas y el silencio (1975); Géminis en invierno (1978); Fascinación del fuego (1985); Diálogo en el acuario (1985); Antología (2008). Su obra está inserta en diversas antologías sudamericanas.