Blog Post

News > Opinión > Nombres propios y análisis político

Nombres propios y análisis político

Christian Jiménez Kanahuaty

El nombre propio es revelado en el bautismo, es una forma de establecer un linaje, una filiación social y cultural. No es algo que se pierda ni cuando se lo transforma, cambia u oculta bajo un seudónimo y por ello es interesante notar cómo en el análisis político el nombre propio es usado como una manera de establecer proximidad con el personaje político que se analiza o pretende explicar.

Los analistas nombran con el nombre al político que se deben interpretar. Así, Juan, Marcelo, Felipe, Arturo, son nombres que sustituyen cualquier posibilidad de pensar más allá de la referencia dada por el nombre. El nombre es tratado como un marco de totalidad que funda un conocimiento que precede al análisis político, como si el nombre fuese en sí mismo señal de destino y signo de una vida agitada.

Los analistas establecen esa conexión con el fin de perder en el significado del nombre la sugerente acción de la crítica y esta manera de analizar se refuerza cuando además del nombre propio, añaden un tono de cercanía y cierto afecto sobre el político a ser analizado; con estas estrategias lingüísticas y retóricas evitan ingresar en el debate sobre las acciones del político durante el tiempo que estuvo en funciones de gobierno, en campaña o enfrentado con otros políticos. Arturo, Felipe, Marcelo son anécdotas de un entramado poco analítico; y mientras el analista sienta que su relación con esos nombres es más cercana, menos podrá ver.

Desde los medios de comunicación y las conversaciones cotidianas el apellido se ha borrado. El apellido significaba distancia, objetividad y algo que era externo a aquel que miraba, analizaba, pensaba. Y este que miraba desde el exterior (desde fuera) construía un conocimiento a través de esa relación. Para reducir la distancia nacían las preguntas, los datos, los contextos y el análisis. Porque desde ese lugar el personaje político, social o cultural era pensado como un espacio a ser revelado.

Con el advenimiento de un lenguaje simple y vulgar por parte de algunos analistas, el nombre aparece sin necesidad de preguntas que revelen su identidad y fondo histórico. Y cuando este proceder se hace presente también en la política, ella entra en su etapa de farándula: así que cuando entre los mismos políticos se tratan del nombre, el debate y las ideas desaparecen y son sustituidas por una simple conversación repleta de lugares comunes y donde el contenido programático e ideológico se pierde en el entredicho y la anécdota.

Retomar el apellido no es una forma de retomar la distancia que impone la jerarquía y el rancio abolengo. En realidad, hablar sobre el nombre y no sobre el apellido, es un indicador de que todo se ha vuelto superficial y todo puede ser tratado y pensado con la misma cercanía y desfachatez con la que se trata a un viejo amigo o un antiguo compañero de colegio. En política, en el análisis político esa cercanía es peligrosa.

 Porque fortalece la seducción del poder sobre quienes deberían estar ahí para desmontarlo, criticarlo, cuestionarlo y ponerlo en suspenso. Es probable que aquellos analistas que refieren por su nombre a los políticos que pretenden analizar no estén seducidos por la figura, sino por el poder. No se trata de esgrimir y descifrar las cualidades de cierto tipo de liderazgo o de aquellas estrategias y formas de dominación con las cuales el político se hace más cercano, popular y amigable entre la gente y sus posibles electores.  Se trata de establecer, cuando se escucha a un analista llamar por el nombre propio a un político, la conexión afectiva y gozosa del analista, como si mientras más repitiera el nombre (como si fuese un mantra), más se acercara a él y más semejantes se hicieran.

Esto trae otro equívoco: los periodistas, analistas y el ciudadanos que no ingresan en política para resolver sus necesidades, no son iguales a un político. Están motivado por otros deseos, anhelos y perspectivas. Pero aún así son traicionados por el uso del nombre propio cuando se refiere a los actores del campo político.

Es por ello que también el debate político se va organizando de otro modo, ya no atendiendo a causas estructurales, ni a perspectivas políticas o ideológicas. El análisis pasa por convertir al político en un hombre común y corriente. Y esta acción quita legitimidad a cualquier proceso por el cual se pueda criticar al poder y quienes lo detentan. 

Establecer cercanía con el poder implica perder objetividad y distorsiona las verdaderas nociones del análisis político. Hay, por tanto, que hacer una limpieza sobre el tipo de referencias que se construyen sobre el político a ser analizado o explicado. Esa limpieza empieza por el uso que se hace de los nombres propios. Se concreta en la distancia que se debe establecer entre el que analiza y el que es analizado. Porque el político no es un actor solitario, representa a una estructura de poder, intereses e ideologías. Ellas sólo pueden manifestarse por medio del análisis cuando el analista social impone distancia y piensa a dicho político como representación de algo mayor que una simple fórmula política, un gabinete de gobierno o un concejo municipal.

Emprendiendo una labor de distancia, el análisis político retomará su tradición: conectar a partir de lo particular, lo general y aquello que no se dice en el discurso político ni en la apresurada nota de prensa, y con ese movimiento (tanto objetivo como de conversión de lo particular en general), se establecerán las verdaderas intenciones que subyacen en todo acto y discurso político, porque ellas forman parte de la política y la política es justamente, lo que en el presente, está en disputa.

El tipo de política que se viene tras 20 años del gobierno del MAS es algo de lo que nadie habla, pero que marcará el rumbo de lo social, económico y cultural en los siguientes años. Pero para entender esta correlación, es necesario, establecer distancia. Y para que ella aparezca, el nombre propio debe ser desplazado y corrido de lugar y sentar las bases de nuevas formas de establecer el análisis político tanto de especialistas como de periodistas con el fin de tratar al político bajo sus propias coordenadas y no con la proximidad que impone una amistad basada en la seducción y asimilación del poder.     

error

Te gusta lo que ves?, suscribete a nuestras redes para mantenerte siempre informado

YouTube
Instagram
WhatsApp
Verificado por MonsterInsights