Maurizio Bagatin
Hay aire de muerte en el barrio. Son tres días que no ladran los perros. Hoy despertamos con la banda que acompañó en su último recorrido lo que en vida fue un ciudadano desconocido. Ya no ladran los perros de los vecinos, el silencio se ha adueñado de la calle y del invierno, de la contaminación en el aire, del frio de la madrugada que dominan el primer domingo de este junio ya inquieto.
Recibo un mail de Marco, con Elisa pedalean largo las montañas del Pamir, después de ocho mese en Irán se están dejando absorber por el Tajikistan, soñando siempre Samarcanda, aquel papel que el gran imperio de Tamerlan dejó claro como futuro de la casa del ser. Los chinos dejaron mucha historia por ahí, y el habla uzbeco sigue surcando estepas y descansa sobre el límite del rio Talsa. En una yurta van esperando el invierno, luego dicen que algún buen consejo se le vendrá.
El silencio detiene la memoria, aquel “lugar donde ocurre un hecho por segunda vez”. En este estado de ánimo, envuelto por la duda, la duda de todos, del profeta que mira hacia atrás, haciéndose así historiador, del poeta que es libre de la tercera persona. Así forjando caracteres observo a las mariposas anaranjadas y las blancas, el colibrí que, haciendo caer a las hojas del tajibo, colabora en que sus primeras flores del invierno vayan apareciendo en medio del abandono.
Marco me sigue hablando de la vieja Europa, lo hacía años atrás mientras iba preparando pizza y yo tamizaba el fuego en la chimenea. Europa siempre fue vieja, lo sigo diciendo hoy, como lo dije muchos años atrás. Nace vieja con Constantinopla, sigue vieja con Napoleón y lo fue por Gauguin, lo será hoy en este junio que tú, Marco y Elisa, se encuentran con una esplendida humanidad. Hasta que el occidente no irrumpa malamente.
No ladran los perros y baja el sol; prefiero los meses maculados, los que canta el poeta y los que anuncian lluvia, en estas antípodas “el gringo loco” estará haciendo el pan con los niños de su tierra, el Salento. Es el en preguntarme quien está a las antípodas, yo no hago que acompañar sus poesías, seguimos excavando.
Imagen: Piet Mondrian