Maurizio Bagatin
No, no es una guerra. Ya es invierno, en la madrugada, cuando un gallo catalán me avisa, yo estoy listo en preparar desayunos y meriendas, y después del crepúsculo, cuando la noche es otra, silente y ausente, perversa y traversa…para el lunes el camino está ya despejado.
“E non si dorme, vedi, ma tutti/abitano qui come talpe laboriose, brulica/la vita per le vie della notte, gridano/i loro nomi, gridano/i nomi che non ci sono, che s’incidono/sulla lastra, vuota, del cielo” escribió el poeta Pontiggia, una de estas impenetrables noches.
Han seguido produciendo armas, y las venden a los pobres y a los ricos también.
“Será como un año robado, me dice Gianpiero, y terminará así, con muchas actividades que cerraran, con muchos que se quitarán la vida, tal vez peor que en el 1929 y en el 2008 y con nosotros que nunca sabremos la verdad de lo que pasó”.
No es una guerra, y sin embargo ya no chupamos entre amigos, ni un gota de orín todos juntos en una esquina, así como lo siguen haciendo los perros de Juan Rulfo, y luego un grito al taxista para irnos. Gritos de silencio invaden la humanidad, nosotros desafiando el ambiente, nosotros contra otros hombres.
No es una guerra, y sin embargo quedan ruinas, adentro y afuera de nosotros, quedamos nosotros sin ser los de antes y serlo, solo en apariencia.
Imagen: Jean-Michel Basquiat, Autorretrato (1986)