Yo sé que no es muy popular hablar mal o criticar la navidad, pero en esta época es un tema insoslayable. Navidad, navidad, blanca navidad… ¡Que joder! Si estamos en pleno verano. Muchos ponen cara de circunstancia, inundados y desbordados por su “espíritu navideño”, hay que ver la cara de boludos que tienen… Las ciudades, y hasta los pequeños pueblos, compiten afanosamente en poner lucecitas de colores hasta en las colas de las vacas, burros y demás fauna que puebla el mítico pesebre. Arboles de toda especie tampoco se salvan de ser estrangulados por los cables que sostienen las titilantes estrellitas.
Las autoridades se esmeran por demostrar lo buenos tipos que son, encabezan campañas navideñas, reparten juguetes y se dedican a besuquear a cuanto niño encuentran en su camino, mejor si las cámaras están presentes. Los grandes centros urbanos sufren una invasión de familias campesinas, los más pobres entre los pobres, mujeres y niños en su mayoría. Para ellos la navidad significa un poco de comida extra, algún juguetillo, el sueño y la esperanza de algún día formar parte de este hormiguero humano que los encandila. En su inocencia no saben lo crueles y deshumanizantes que suelen ser las ciudades hoy en día, pero cualquier cosa es mejor que el hambre.
Los “niños bien”, y algunos adultos, confunden a un gordo nórdico, colorado como huevo de ciclista y con una bolsa llena de regalos, con el niño nacido en Nazaret hace más de 2000 años. No los culpo, casi todos estamos idiotizados por una sociedad envuelta en la vorágine del consumo, que ha hecho de dicho gordo su símbolo máximo. Aquí no valen anticapitalismos, antiimperialismos ni demás pendejadas ¡esto es navidad! y todos a tragar hasta engordar. Total, después nos tomamos un Digestan, dormimos la mona, nos arrepentimos y a empezar de nuevo que ya viene año nuevo.
Y así transcurrirá una navidad más, llena de buenos deseos, tarjetas, arbolitos e hipocresía. Los pobres seguirán pobres, los ricos más ricos, los poderosos mintiendo sin ningún pudor, el país viento en popa hacia el despeñadero y todos contentos con la conciencia tranquila. El nazareno, del que se recuerda su nacimiento en estos días, seguirá crucificado por los siglos de los siglos, amén.
¡Feliz navidad a todos! Perdón, no a todos…