Maurizio Bagatin
En Irán queman sus velos, el hiyab de la condena perpetua, el Al-hiyab que separa al hombre o el mundo de Dios…y gritan: “Mujeres, vida, libertad”. Gritan fuerte porque la memoria no calla, gritan en protesta por la muerte de Mahsa Amini, la mujer que se quitó el velo. El medio evo sigue en las calles de Irán de Afganistán, de Arabia Saudí, de la India. Le permitirán una tregua en diciembre, en este país irreal que es Qatar. Beberán y festejarán con cheiques el primer gol en un mundial absurdo, olvidando el Tigris y el Éufrates, sin memoria por aquella Medialuna fértil en la cual cultivaron las primeras semillas de trigo e hicieron el pan.
En Rojava siguen luchando en silencio, haciendo comunidad, deconstruyendo el patriarcado y todo tipo de autoridad. Una guerra civil tuvo que pasarle encima a mil y mil mujeres; hoy van construyendo un futuro basado en los principios del confederalismo democrático, la igualdad de género, la descentralización, el desarrollo ecológico, la tolerancia a la diversidad de religiones, etnias y culturas.
Las que trabajan en silencio, después de una lectura de Gayatri Spivak, van caminando, trabajando y criando a sus hijos con la misma pregunta de siempre: “¿Puede hablar el sujeto subalterno?”, y meditan sentadas frente a sus ventanas abiertas, en el umbral de una puerta, en el campo y en la ciudad: “sobre la ironía de que, si un subalterno dejase de ser estar silenciado, dejaría automáticamente de ser subalterno…”.
Las del Valle Alto cochabambino se están preparando a otra lucha. Siempre ha sido una lucha, sus vidas. Parecen ser las hijas de la Heroínas de la Coronilla, ejerciendo aquel gen rebelde que lleva callos en las manos y sonrisas en los ojos. Mañana se enfrentarán a quienes decidieron que todos los desechos de una metrópoli deban ser vertidos en sus territorios. Esta no será nada más que otra lucha. Dejaran ya todo listo en sus casas, el desayuno, el almuerzo y las cenas, la comida para perros y gatos, con sus k’epi cargados se enfrentarán a policías y a vecinos bellacos, les gritaran a otras mujeres y a los k’ewas que se ocultaran detrás de otros k’ewas y debajo de otras polleras. Mañana todos se olvidarán de ellas, ya listas para otras mil luchas, con su mirada firme acechando el criar a sus hijos, en aguantar a sus hombres.
La más patética es la payasa Cristina Fernández, mucho peor que la reina que se marchó. Una “macchietta” apenas salida de una cruel y grotesca comedia argentina. No hay truco, no hay magia, solo una mala dirección. Pero Argentina está ahí, con toda la melancolía de un tango, la tristeza de una milonga, la mirada hacia atrás, aquella Europa que no fue y un Sudamérica que siempre se escapó. Luces y sombras, la gran Buenos Aires y la infinita Pampa. Un sueño que eclipsó Eva Duarte y nos dejó Alfonsina frente a su mar.
Y en Italia llegó la que grita como el hombre, Giorgia Meloni, ella es la front-woman, la front-mother, la front-christian de un partido “conservador, soberanista y nacionalista”, solamente porque es ilegal decir fascista. En las redes sociales alguien preguntó: “¿Sabes cuántas gotas de Valium se necesitan para dormir durante cinco años?”