Un blues
Estéfani Huiza Fernández – Bolivia
Suena las cuerdas de una guitarra, se oye una melodía que nace desde las entrañas del que las toca. Entonces el saxofón grita y calla a todo el público, uno, dos, tres, pausa, uno, dos, tres y pausa… entra el bajo como interpelando al espectador… otra vez la guitarra que se pierde mientras la armónica anuncia el fin de aquel blues.
Insomnio
Rubén García García – México
A las dos de la mañana convoqué a las ovejas y solo llegó una.
—¿Dónde están las demás?
—Están recibiendo instrucciones del nuevo perro ovejero.
—¿Entonces, tú por qué estás aquí?
— Él, me dijo que yo tendría otras instrucciones, que me esperara.
Mi otro yo
Rodolfo Lobo Molas – Argentina
No es para nada cómodo sentarse a escribir sin poder definir si soy yo o es mi otro yo quien deja microhistorias en el papel.
Este cuento irá en uno de mis libros, pero temo que sea un plagio.
Hora de dormir
Juan Martínez Reyes – Perú
Nadie sabía que al apagar la luz, mi padre me susurraba al oído: Soy de palo y no debo moverme. Luego comenzaba a recorrer con sus manos mi pequeño cuerpo, mientras me petrificada por el miedo y ahogaba un suspiro. Desde entonces, ya no he sido la misma niña de antes.
El muñeco maldito
Araceli Otamendi – Argentina
Una vez más, sábado y de noche, esperaba la llegada del muñeco maldito.
Mamá veía televisión en el comedor. Papá leía.
La voz cavernosa del televisor anunciaba su llegada.
Las sombras de las hojas en el jardín se agigantaban. La estufa destilaba olor a querosén. Los muebles crujían.
Maullidos y pisadas de gatos en el techo.
Cada sábado, la estrategia era distinta cuando escuchaba los pasos del muñeco maldito.
Taparse la cabeza con las sábanas, esconderse en un placard, poner los muñecos en la cama, cerrar la puerta con llave.
Se escuchaban pasos, primero despacio, después el sonido era más fuerte.
El muñeco maldito siempre rondaba.
Hubo que esperar muchos años, para que el muñeco maldito no viniera más. Y así y todo…