Juguetes para mi hija
Luis Ignacio Muñoz – Colombia
Cada vez que pasaba algo en casa, bastaba seguir el rastro para saber que había sido la muñeca de mi hija, que sin saberlo le compré después que fue utilizada para las ceremonias vudú. Solo sabíamos que andaba en alguna parte y al salir de su escondite, ya tenía preparada la futura víctima.
Azogue
Felicidad Batista – España
Me ahueco la melena frente al espejo de la casa grande. Llega el aroma de las galletas de canela que mamá hornea. Suena la bocina del auto, sonrío, es él, y vuelo hacia la puerta.
El espejo me ve regresar, me contempla y apenas me reconoce veinticinco años después. Ya no inhalo el aroma a tabaco holandés de la pipa de papá; no se escucha la algarabía de mis hermanos ni los tangos de Gardel que giraban sin cesar. Suena el silencio y el azogue me devuelve ausencias que nadan en los espejismos de mi mirada.
Los hijos de Lucy
Rubén García García – México
«La hierba, las raíces y los frutos son insuficientes. Los vientos de otoño presagian un invierno atroz. Cada día se mueren más y nacen menos. A este paso, un día seremos rocío».
Apartaron a un lechón de la manada y lo sacrificaron. Meses después las madres tenían suficiente leche, y había una chispa de poder en la mirada de los niños.
Bordados
Manuela Vicente Fernández – España
A Daniela se le enredaban en la cabeza los hilos de bordar. Procedía de una antiquísima familia de lagarteras. Su primer paisaje en la memoria era una hilera de manteles tendidos al sol. Pero ella solo quería coser palabras, hilvanar verbos, bordar letras en el balcón. El día en que la dejaron sola con una de las telas escribió en ella su primer texto con un rotulador textil y lo tendió a secar al sol. El texto se titulaba: ‘Distintas formas de decorar un mantel’.
El columpio
Rodolfo Lobo Molas – Argentina
El hombre llevaba a su hijo todas las tardes al parque a mecerse en el columpio. Al anochecer detenía el movimiento, y llevaba al niño, feliz, corriendo y saltando, a su última morada.