Coquetería
Rubén García García – México
Después de una semana de insomnio, solo una de las ovejas apareció en mi pantalla mental.
«¿Dónde están las demás?», me preguntaba. Supe que todas estaban en el salón de belleza y que por la tarde les presentarían al nuevo perro ovejero.
Luz mala
Claudia Sánchez – Argentina
Había decidido escapar de la locura de Beijing a través de la Gran Muralla China. Se dejaría guiar por la luz de la luna llena, que rara vez podía ver detrás de los cristales de su oficina. Dejaría atrás la oscuridad de su sótano, que era lo único que su sueldo miserable le permitía alquilar, y también dejaría las frías luces led de su atestado trabajo. Iría al campo a disfrutar del sol y el aire libre. Trabajaría la tierra y rezaría a Buda para que lo protegiera, ya que él era muy supersticioso.
Apenas había andado medio kilómetro cuando comenzó a ver que la luna se iba haciendo más oscura e iba menguando. Ahora caminaba a paso más lento, algo atemorizado, sin quitar la mirada de la luna, que cada vez alumbraba menos. Hasta que el camino se quedó sin luz, con una luna roja observándolo desde el cielo. Lo tomó como un mal presagio y decidió volver sobre sus pasos, hacia la seguridad de su sótano. Sería su destino vivir en la oscuridad.
Nunca pudo entender bien lo de los eclipses lunares.
Lasciate ogni speranza
Daniel Frini – Argentina
Me asomé a la Puerta del Inframundo. Vi una campiña soleada y montañas nevadas al fondo —la nieve, iridiscente—; un viejo segando trigo y fumando en pipa; unos niños riendo mientras corrían carreras de bicicletas en un camino bordeado de cipreses; una mujer joven, hermosa, en un descanso de tender la ropa, con la cara vuelta al sol, los ojos cerrados, la sonrisa plácida. De la chimenea, en la casa pequeña, salía una columna de humo que mezclaba los olores de la leña calentando el hogar y el pan recién horneado. Algo no funciona como yo lo había imaginado.
Tentaciones
Patricia Dagatti – Argentina
—¿Qué ves? —preguntó el niño intrigado.
—Creo que el Paraíso —susurró la niña quitando apenas el ojo de la cerradura.
—¿Lo puedes asegurar?
—Ahora mismo, no —dijo ella, concentrada—.
Solo podría si luego ambos se cubrieran con hojas de higuera.
Temores
Fabiola Morales Gasca – México
Viví aterrorizado por los fantasmas. Cada noche era un suplicio, siempre me era imposible conciliar el sueño ante el temor de que mi pequeño ser fuera engullido por ellos. La cura fue sorpresiva, una noche de luna menguante, con candelabro en mano, frente al distinguido espejo de la sala alcancé a ver sobre el reflejo, una mujer que gritaba aterrorizada por mi piel casi transparente.