Museo de sombras
María Antonieta Barrientos – Chile
El museo de los sueños truncos no era el de los más visitados. Por eso, cuando quiso entrar, no había fila en la puerta, ticket que pagar ni guía que explicara cuál era la colección más ignorada.
Mutaciones
Nana Rodríguez Romeo – Colombia
Seré habitada por los pájaros. Esta mañana al secarme los pies después del baño, he descubierto que un samán ha nacido en la planta de mi pie izquierdo. Un árbol suave y frondoso, tendré que ejercitarme para caminar sobre las manos. Como a toda madre, el hijo que me ha brotado, ha cambiado el sentido de mi existencia.
Vino
Esther Andradi – Argentina
Mi cara se parece cada vez más a una pasa.
Las arrugas me visten la sonrisa de lomo de tortuga, el llanto de crisálida, la seriedad de pasa nomás.
Por eso bebo tanto.
Para macerarme en alcohol y así poder tragarme.
Lástima que no puedo sobornar al espejo.
Pero quizá termine disolviéndome en saliva, acogiéndome al privilegio de las hostias.
Piel de luz
Felicidad Batista – España
Dicen que guardo los secretos de la noche y el deseo inasible de los poetas. Pero tengo fases de encogimiento. Y aunque he acariciado la piel de ríos y lagos, nadie ha cantado a mis amores secretos. Venus es mi confidente y sabe que yo no quiero ser luna menguante, ni creciente, ni nueva. Sólo, llena y navegante. Y recostada en la comisura de los labios del mar, ser espuma en sus fauces y seducir con el oleaje.
La Cruz del Sur es mi cómplice. Me guía siempre hacia adonde alumbra mi amado faro del fin del mundo.
Mago
Fabiola Morales Gasca – México
Desde que le regalaron el kit de magia, el día de su cumpleaños, no ha dejado de practicar ni un solo día. Al principio dudó en ponerse el enorme sombrero y la capa negra. Usar la varita mágica le pareció ridículo, pero conforme avanzaba en la práctica notó lo fácil que era usar hechizos. Despertó en él su mago interno. Cambió la almohada que tanto odiaba, logró que el perro hablara, convirtió al gato en unicornio, colocó algunas estrellas en el techo de su recámara y encontró el tesoro de Barba Azul en el jardín. Para que su felicidad fuese completa, sólo restaba que su madre le prepare pizza todos los días mientras su padre limpia las jaulas de los conejos que emergen vez que mete la mano en el sombrero.