Inteligencia necrológica
Ildiko Nassr – Argentina
Una lápida con su nombre podría engañar a la muerte.
Vuelve a los lugares donde fue feliz
Karla Gabriela Barajas Ramos – México
El antes fisicoculturista recuperó la conciencia. En cuanto pudo, se paró frente al espejo del gimnasio, no reconoció su cuerpo y se vio en huesos. Reencarnar en un perro no le sentaba bien.
La visita
Rodolfo Lobo Molas – Argentina
Llegó inesperadamente como otras veces y como otras veces le dije que se fuera, que no vuelva. Que aquí nadie la quiere ni yo tampoco, por más que me busque y me busque. Y si bien varias veces estuve a punto de irme con ella, al final -felizmente- no lo hice. Guardó silencio y una vez más se fue, sabiendo que volvería a pesar de mi rechazo. Se fue despreocupadamente, casi sin dar importancia a mis palabras. Se puso la capucha, cerró su capa negra, tomó su guadaña y se perdió en la niebla del camino.
Dulce hogar
Armando Alanís – México
Volvió a delinquir y lo atraparon. Sólo cuando la puerta de la celda se cerró a sus espaldas, se sintió a gusto y una sonrisa se perfiló en su rostro. Regresaba a casa.
Pedido de auxilio
Carmen Nani – Argentina
No aguantaba más. Tenía la imperiosa necesidad de irme, de desaparecer. Cada vez que intenté compartir mi malestar con la familia, me palmeaban el hombro, me daban un beso en la frente y con un déjate de pensar pasadas, te estás poniendo vieja, me abandonaban a merced de mis oscuros pensamientos. Por eso de a poquito empecé a mutilarme, primero un dedo, después una oreja. Voy por los pies. Calculo que cuando llegue a la cabeza, ya todos me habrán creído.