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Microrrelatos – Colección de literatura breve CLXIX

Urgencia

Rodolfo Lobo Molas – Argentina

En cuanto ella abrió la ventana, él se zambulló anhelante en su cama sabiendo que ni bien empiece a amanecer, como rayo de luna, perdería todo su encanto.

El chapín de las Hibueras

Karla I. Herrera – Honduras

Recuerdo el día en que llegó a la sala de redacción de “Cipotes” un hombre espigado y afable, trasplantado de tierras del Petén, quien practicaba la fotografía. Trabajó a intervalos en aquel semanario infantil, luego en el laboratorio fotográfico de otro rotativo y, a la larga, ejerció distintos menesteres. Fue pintor, escultor, cocinero y coleccionista de honores y amistades en su refugio costero del Pacífico, donde vivía como si estuviera en una isla de Solentiname, aquella que dio cobijo al poeta y presbítero Ernesto Cardenal. Con posterioridad supe que Gil se desvaneció debido a un infarto al miocardio que lo sustrajo de su bóveda terrenal.

Rutina nocturna

Camilo Montecinos Guerra – Chile

Ha sido un día largo y ajetreado. Se desviste. Guarda con cuidado la estola y la casulla. Busca la biblia. Elige un salmo diferente a la noche anterior y lee en voz baja, casi susurrando. Se arrodilla y ora el Padre Nuestro. Bebe un poco de agua. Se interna en la cama y besa en la boca al niño que, aterrado, finge que duerme.

Multifamiliar

Gabriel Ramos – México

Aquel hombre regresó de trabajar tan cansado que se equivocó de edificio y departamento. En esa familia fue tan bien recibido que decidió quedarse e iniciar una nueva vida.

Eterno esperar

Estéfani Huiza Fernández – Bolivia

Cada cierto tiempo, ella revisaba si las manecillas del reloj daban aquel número que estaba esperando. Pasaron días, semanas, meses, años, hasta que llegó, los números coincidieron de forma perfecta, el día, la hora y el año. Se puso sus zapatillas y corrió, corrió sin importar que la gente la viera, entonces lo pudo ver, lo veía mejor con cada paso que daba, pero una moto la embistió, ella cayó sobre la vereda y no recordó nada más. Entonces, como magia, los papeles se invirtieron, ahora él miraba el reloj y esperó días, semanas, años…

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