Nacer
Nacer es un acto de fe
muda semilla viajando hacia el alba
destello verde que eleva los brazos
pálidos pies horadando la tierra
húmedo brote presagio de árbol
nacer es un acto
silencioso
de fe.
Cíclica
He sido tantas veces la misma
que hoy quiero ser otra
desvestirme de mí,
despojarme
de todos los adjetivos
que en mi nombre se alzaron,
vaciarme de todos los nombres
que sobre mí han caído,
los que me dijeron
y los que me dije.
Quiero olvidar
las palabras que escribí
las ciudades que amé
los rostros de las despedidas.
Alejarme despacio de esa casa
y caminar tanto, tanto
que ya no recuerde
la calle, el número, los árboles del patio.
Y es que he sido la misma tantas veces
que hoy quiero ser otra
o tantas otras como pueda ser.
Tantas veces que pueda
finalmente
ser la misma.
Augurio del viento
Pedí viento para mis alas
y el viento vino
como tormenta desatada en el fondo de los mares,
como un grito de montaña
que arrancó a dos manos mis pies de la tierra
y me elevó por los aires girando en círculos.
Ya no pido vientos ni tormentas
El viento es existencia continua
Pido firmeza
para aferrarme a la tierra
silencio
para escuchar el anuncio del viento
audacia
para saltar en el momento preciso
y el recuerdo de mis alas
para extenderlas
en el vacío.
Reminiscencia
Exploro antiguas aguas
busco el primer fuego.
La infancia,
esa casa poblada de fantasmas;
el patio de mi abuela,
la tierra, los árboles de los que estoy hecha.
La guayaba que se estrella contra un mosaico rojo a media tarde,
las tardes en que observé pasar la vida desde una vereda.
Y me engaño creyendo que mis manos se hicieron para narrar el mundo.
Escribo, es cierto,
hay tanto que quiero nombrar y que no puedo;
tanta vida escurriéndose en mis manos,
tanta sombra ondeando mis cabellos,
tantas palabras suspendidas en el aire
– minúsculas partículas de polvo
iluminadas por la luz de una ventana –
que debo sacudirme de ellas
como quien se sacude de la piel la última capa.
Y miento
si digo que es la piedra, la montaña, el mar, el río,
los pájaros alzando vuelo, las esquinas de una casa,
el rostro de mi abuela, sus múltiples fantasmas
los que hoy
me piden ser contados.
Hay tanto que quiero nombrar y que no puedo.
Escribo, es cierto.
Del otro lado está la muerte
levitando.
Viendo llover
He sabido de la paciencia del agua
que talla gota a gota el cuenco en la piedra.
He esperado tantas horas
–la cabeza apoyada en las rodillas
el cuerpo hecho un recinto
los ojos en silencio –
la palabra
–basta una, a veces–
que revele la profundidad de lo vivido.
Y he sabido también de la paciencia de la piedra
que tantas veces presintió sobre su espalda el golpe de la gota.
Aún espero.
(Tomado de la Antología de poetas bolivianos contemporáneos, edición de Homero Carvalho Oliva, publicada en Madrid, España, por la Editorial Amargord en el año 2017. Una selección que cumple el propósito de difundir la poesía boliviana en el exterior).
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Melissa Sauma Vaca (Santa Cruz, 1987) escritora y poeta. Explora distintas artes, entre ellas, la literatura, la danza y la fotografía. Ha realizado el Diplomado en Escritura Creativa de la UPSA, el Taller de crónica periodística de la UEB y los talleres online “Narrativa I y II” con Casa de Letras, Argentina. En el 2016 su cuento “Oniria” obtuvo una mención en el XLIII Concurso Municipal de Literatura Franz Tamayo y en el 2017 su libro Luminiscencia ganó el 8vo. Premio Nacional Noveles Escritores, convocado por la Cámara del Libro de Santa Cruz.