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Me enamoraba de todo…

Maurizio Bagatin

La ley del hombre es la ley del lenguaje, vanagloria y certeza de Jacques Lacan. Lyon que inspira a las yuxtaposiciones poéticas de un texto subliminal. No es solo para Onetti, la verdad va extrañando la ficción y diseña una arquitectura literaria que enloquece. Pájaros que vuelan, gritos del chiru-chiru, la profunda tristeza en los ojos del assum preto, el plumaje rosados de los estorninos. ¿De que escribo? ¿Será el viaje a hacia atrás de d’Orbigny?

¿Cómo puede la palabra ofrecer semejante don? Su poder debe estar en algún lado del hemisferio, oculta en las lecturas que ofrecen aun este misterio. Lecturas que permiten a Danton mirar el rostro de Goyeneche; el fluir de la imaginación, lo que hace un lustra zapatos frente a la Compañía de Jesús. Hace pensar en cuanto poder tuvo la iglesia, de cuanta belleza artística, con la misma brutal violencia, trajo hasta el Nuevo Mundo (Barry Lyndon entra en el equipaje a mano).

Anoche leí un texto de nuestro Stajanov, Poema de los estorninos, un texto increíble. Europa y el viejo mundo le están despertando imaginarios sepultados en memoria ancestrales. Algunos dias atrás le dije esto. Y creo que, al ser despertados por diferentes motivos, por un cualquier motivo, van extrayendo todo cuanto ahí estaba. El estado de ánimo es una construcción que se va deshaciendo de lo individual a lo colectivo y viceversa. Queda al gran escritor el don de sentarse frente al gran espectáculo y gozar, y sufrir, y escribir.

Al despertar tomaré un café fuerte y negro y volveré a leer el increíble texto. El don de la literatura está todo ahí. Simplemente e increíblemente. Más increíble que simple.

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