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Mario Roman, panadero y filósofo (Los personajes de mi pueblo)

Maurizio Bagatin

No todos nacen en su época, algunos le toca vivir una época que no es la suya, a Mario Roman por ejemplo, panadero y filósofo. Creo reconocerlo en un cazador-recolector, o mejor aún en un pescador-recolector, uno que sobrevivió de alguna manera al neolítico. Sabio como el Viejo de Hemingway o como un machiguenga de Vargas Llosa, un inadaptado por la época que le tocó vivir, él así tan libre y salvaje, no podía seguir los ritmos de los tiempos modernos…un Chaplin ante litteram criollo…y sin embargo preparaba el pan, todas las noches, cuando todos los demás dormían en sus cuevas modernas, moviendo sus manos musculosas por encima del mesón, harina y agua y sal, lo que era trigo y el líquido vital, luego levadura y el último elemento, el fuego. Aquel horno en las mañanas lograba despertar por sí solo a un pueblo entero.

Rico estará aun durmiendo pero Diletta, siempre alegre, ya está ofreciendo el fruto de tantas noches vividas trabajando. El canto de los pájaros, detrás de la esclusa del rio, ya rompe el conticinio; los últimos campesinos hoy lo recuerdan, los primeros obreros siempre lo extrañan. Y por eso, como de una lectura de Pavese, me salen saberes y sabores, perfumes y aromas, el producto símbolo del esfuerzo humano, el pan. Un oficio para vivir que solo la poesía logra aun donarnos. Si de todo esto no hablamos, se puede siempre escribir.

Semi-parente (medio pariente) me decía siempre, y tardé mucho tiempo para entender que quería decir con eso; su filosofar era limpio y franco, un destilado que naciendo del corazón iba lentamente a la mente: “El ojo ve y calla. Si hablara sería una guerra continua”, fue tal vez uno de los niveles más elevados de su pensamiento. Atento observador del fluir del tiempo, del tiempo biológico, de cada estación, del tiempo al tiempo, del tiempo para la siesta, de aquel tiempo sagrado para el mundo campesino – en invierno con el frio, en verano con la canícula – para todo aquellos que aun vivían con el ciclo solar, los que leían aun las previsiones meteorológicas en el almanaque de Bepo Gobo da Casier, colgado ahí detrás de la puerta de entrada o, blasfemando la noche antes frente al televisor, después de oír Edmondo Bernacca.

Olfato y paciencia, a la orilla del Meduna esperando días enteros que la trucha fuera al anzuelo, y durante la noche, cigarrillo Nacional entre los labios, el lucio que es pez sagaz y nocturno. Olfateando como Ulises, con su metis, cuando y donde fugarse de la Maga Circe, no dejarse engatusar por las sirenas y caer en la trampa de Polifemo, paciencia como el arte de guardar el tiempo, de tener siempre tiempo, de esperar porque lo que tienen que ocurrir, ocurre, lo que tiene que llegar, llega.

Imágenes: 1- Ramiro Lisotto, retrato de Mario Roman, 1969
2- Ramiro Lisotto, Siesta sobre la mesa, 1968
3- Filosofia de Mario Roman en la paredes de Cecchini (Tzechini)

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