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María Claudia Ardaya / Poemas

¿Seremos?

Y ahí estaba la niña de seis años que creía que papá podía protegerla siempre, la acompañaba la insegura adolescente de trece que decidió callar para olvidar. Todavía mantenía sus rulos y sus lentes cuando caminaba con la muchacha de diecisiete que buscaba libros para esconderse, amaba muy poco y se comunicaba a través de monosílabos. Se iba de fiesta a veces con el sentimiento de destierro social y con la seguridad de ser una feminista empedernida que a sus cortos veintes estaba consciente que la mejor arma contra el machismo era la educación y la humildad para aprender velozmente. Contraria pero silenciosa la seguía de lejos, con un cigarro a medio terminar, un mechón de canas que le nació precozmente y la vergüenza de no entrar dentro de los cánones establecidos para los hombres de su edad. Tenía un desequilibrio mental, bullicio interno y voces gigantes que se callaban con la estrategia de poner en off sus miedos, cuando bordeando los veinticinco se miraba al espejo y se preguntaba: ¿Hoy quién nos toca ser? ¿Seremos mujer, niña o bebé? Y desconocía su reflejo con la mezcla heterogénea de la muerte y la necesidad de supervivencia la llevaba al punto de origen: una niña que flotaba sin llevar alas volaba, usaba de alfombra algunas pieles cuando jugaba a ser mujer y de vez en cuando lloraba para poder conocer lo que llamaban felicidad.

Dos magdalenas

La describiría como la única compañera leal y discreta, no buscaba beneficio y acallaba mis falsos temores. Era oscura, fría y llenaba las habitaciones de mi alma; acomodaba cada pasillo de mi mente uniendo cada fibra de mi ser. Era constante, estaba tan adherida a mi piel como el lunar de nacimiento que esconde mi cuello. Cuando la luna salía nos sentábamos a llorar como dos magdalenas agarradas de la mano. Ella no tenía a nadie y yo solo la tenía a ella.
Los demás la llamaban Soledad, yo la conocía por otro nombre: Paz.

Tres

Me gusta el número tres por las veces que tomamos ese café. Tres días, tres noches y tres años. Tres veces hacen falta para notar lo que es cierto. Tres veces llamó afuera de la tumba el gran Mesías a Lázaro. Tres veces Pedro negó a su Maestro. Tres veces Jesús le cuestionó a Pedro: «¿Me amas?»

Tres veces te quiero con dos risas y sin ningún porqué. Con tres veces sin necesidad de tocar tu cuerpo me bastan para quedarme con tu alma sin ningún miedo a nada.

Acoso

A veces la nube negra se queda ahí colgada de mi collar de perlas blancas mientras intento habilitar el paso a otros pensamientos en medio del tráfico mental que me domina. Es como si estuviera adherida y fuera de parte de cada momento en medio de la rutina diaria. La llevo mucho más pegada que el tatuaje de rosa que siempre soñé que me regalaste. 
A veces un beso mojado o un abrazo que demanda no basta para que esta nube se vaya. A veces me escondo en un libro lleno de fantasía y magias, y creo ver tu sonrisa expectante detrás de la puerta como el gesto exacto que ponías cuando mientras descansando en tu pecho leía fragmentos de algún cuento. 

A veces tengo momentos de euforia donde la felicidad se esfuma por esa sensación intermitente de pánico, de no ser capaz, de no dar a la talla, de no estar… 
A veces escucho mi puerta y pienso que así suenan tus recuerdos en medio de los nuevos que estoy construyendo. Y finjo una sonrisa, mientras sostengo el cigarro por la colilla pensando en lo rápido que se esfuma lo que alguna vez creíste correcto. Y vuelvo a poner mi mirada en ese libro lleno de letras que parecen ser el antídoto para el acoso de esa nube negra. Pienso en girasoles, cuento hasta diez, pienso en tu sonrisa, pienso en mi madre, pienso en todos los objetos de color violeta y lo mucho que me gusta trenzarme el pelo. Entonces escucho la voz de mi padre, clara y contundente: Sonríe niña, te queda bien refugiarte en esos libros…

Biografía

Nacida en Santa Cruz en Agosto de 1993. Comunicadora Social, apasionada por el fútbol y las letras. Fotógrafa deportiva, taciturna y callada. Considera el arte como una manifestación de supervivencia humana, un llamado a la concienciación y a la metamorfosis personal.

Instructora para niños y adolescentes en Sal & Luz Internacional dictando clases de Lectura Comprensiva. Escribe para ella misma para sanar su propia alma y poder emprender vuelo mientras teje sus alas. Tuvo la suerte de encontrar con ángeles vestidos de humanos que creyeron en ella, después de todo somos los pedazos que los demás dejaron en nosotros. En septiembre del 2017 junto con el sello editorial “Gente de Blanco” publica su poemario de prosas poéticas llamado: Caos.

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