Maurizio Bagatin
“C’est moi”, dijo Gustave Flaubert de su invención. Y no existe inventor que no haya terminado aplastado por su invento, Newton y su manzana, Bob Dylan y sus canciones, Cristo y su amor al prójimo. No paseaba Flaubert, al contrario de Nietzsche, por ciudades y jardines, escribiendo borradores y borradores sobre la mujer que fue paragonada a la anguila, por sufrir el atractivo de las tormentas. Se inspiró sentado en París recordando a su Rouen natal, a la provincia que condensa hipocresía y deslealtad mientras Nietzsche pasea por Turín recordando a las musas y a su Carmen fatal.
A mucha gente le gusta narrarse: un carnicero no pudo evitar la admiración al ver durante una riña el caído y decir: “¡Pero, que hermosa puñalada!”.
El carácter de alguna gente es de hacerse ilusiones. Distintos son cada uno de los rostros humanos, distinta la luna de donde se la mire. No se puede ver todo. Un cuadro de Van Dyck colgado a una pared en un palacio de la nobleza en Génova, la preparación de un plato a la última fiesta de verano en un antiguo pueblo del sur, o de lugares comunes como el jamón de Parma, la pizza Margherita, el primer soplo de la Bora en Trieste.
Adentrarse en Vida y destino es hoy adentrarse en todas las guerras del mundo. Las guerras olvidadas. Es Sudan, Yemen, el Congo y las guerras en primera plana, Gaza y Ucrania: “La vida se extingue allí donde existe el empeño de borrar las diferencias y las particularidades por la vía de la violencia”. Retornarán Pierre Bezukhov y Ulrich viendo este escombro de mundo que dejaron aun con esperanza.
El Quka sería un buen narrador, ayer me contaba del encuentro en una calle de Cochabamba, del Chueco Céspedes con Néstor Taboada Terán, cuando el ya ilustre Taboada le pregunta al Chueco: “¿Cuántos años crees que tenga?”, y el pícaro escritor cochabambino le contesta: “¡Es difícil adivinar la edad de un indio!”. Después de narrarme esta sucinta anécdota bien cochabambina, el Kuka se fue, en mano tenia un libro de Hegel, Fenomenología del espíritu, iba regando su jardín en Quillacollo.
VINCIT QUI PATITUR, escribe el Maestro Pablo Mendieta Paz en uno de sus posts. Esta frase me condujo a Trasímaco, el filosofo sofista, el cual decía “El bueno es el útil del más fuerte”. En filosofía una frase atrae a otra, así al infinito.
“Hay huellas del monoceronte, ahí en el jardín”, me cuenta María Victoria. Ella construye sus historias con las palabras de un nuevo diccionario, olvidado y recordado al mismo tiempo. Los niños no modifican el pasado, porque aun no lo tienen, su memoria es la del día antes, que es siempre verde y son semillas para el mañana.