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Luz y Tinta

Angélica Guzmán Reque

El libro Luz y Tinta, de Eliana Soza Martínez, es una linda colección de microcuentos o minificción, como prefiere llamarlo, ella.

“La naturaleza siempre lleva los colores del espíritu.” Nos dice Ralph Waldo Emerson. Esta expresión me hace pensar que es muy cierto porque en esta singular colección de minificciones, Eliana hace que emane su espíritu de preferencias y lo hace en expresiones sentidas sobre lo que, para ella, y creo que, para todos, es la naturaleza del amor hacia los que nos rodea y nos despierta la vida emotiva, así a los seres queridos, a los que dedica muchos de sus cuentos, como en el de Mi abuela, así se expresa: Cuando la conocí era la mujer más divertida, alegre e inteligente. Amó a sus nietos a quienes no solo hacía regalos físicos, sino que se encargó de entregarles parte de su vida” porque ése es el amor, muy especialmente el de los abuelos. También en la relación con los hijos en los tres cuentos de la Tricolor boliviana: rojo, amarillo, verde: “—¡Mira, papá, es una flor con los colores de la bandera nacional! —Sí, Manuel, encontraste una Kantuta. Las mejillas del niño se pusieron como un tomate. Tenía nombre: Kantuta. ¡Ya había sido descubierta! Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero se las tragó para que su papá no se diera cuenta de lo que había imaginado. Camina hacia su escuela entusiasmado, tal vez no llevará un descubrimiento, pero junto a ese bello espécimen de Heliconia rostrata tendrá una gran historia de la leyenda de la flor nacional que detallar a la Señorita Julieta, quien le regalará la flor para que la use en una infusión y por fin se quite la tos que no le ha dejado hablar los últimos días.” La desilusión de los niños que, cuántas veces, somos los padres que lo provocamos, pero está la ingeniosidad de la mente infantil que siempre encontrará una gran satisfacción. La mente infantil es prodigiosa. En otro de los maravillosos cuentos, en Verdes Susurros, se lee: “El niño le explica que mientras jugaba junto al árbol más alto del parque. Escuchó unos susurros, se acercó y el macizo de madera le dijo que él nunca había tenido un globo como el que traía en la mano, por lo que el pequeño se lo regaló.” Es porque la sencillez y la bondad del alma blanca de un niño jamás niega la caridad y la solidaridad.  

La preocupación y la observación de Eliana, se remonta más allá de una simple mirada objetiva, ella es capaz de ver al interior del alma humana. Qué pasa con el sufrimiento que experimenta, sobre todo la mujer, que, casi siempre no es tomada en cuenta como el ser humano que es, sino nada más como un objeto, sus expresiones En mañanas de bosque, son: “Solo existo para responder preguntas de dónde está el par de medias rojas, el periódico o el control de la televisión. Luego, cerrar los ojos, en medio de sábanas blancas de algodón y suplicar a Morfeo que me devuelva al bosque por unas horas más.” O la enajenacióna la que, en la modernidad es sometida a un cambio tecnológico, única manera de ser tomada en cuenta, si quiere tener el mendrugo de pan que le hace falta, en Noche eterna, expresa: “Hoy dormiré bajo estos destellos rojos, pensando en las estrellas que ya no son visibles, en el espacio, donde tal vez vaya a trabajar si logro pagar una identidad falsa. Me aseguraron que el cambio de chip no duele, solo algo de sangre detrás de la oreja. Dicen que es un mundo mejor, para mí un futuro; aunque preferiría vivir en el pasado, abrazada a un hermoso roble de verdad.”

La pobreza se expande por el mundo, esto obliga a emigrar a cambiar el calor del sol de su tierra por otros aires, el anhelo de volver a sentir el humus que nos transporta y nos penetra a la identidad, permanece intacto, por eso, las personas no olvidan y sus recuerdos vislumbran aquella realidad, en Las faldas del Illimani, se lee: “Trabajamos de sol a sol y apenas ganamos para sobrevivir. Ojalá este dios montaña nos escuchara y nos devolviera a tierras fértiles, llenas de papa, maíz, trigo, haba, queso fresco de las cabras y lana caliente de las llamas. Ese, para mí, sería el paraíso del que habla el pastor que cada mes nos pide el diezmo.

La mujer ha sido y, aún sigue siendo esclava de los suyos, dicen que se consiguió la liberación, ¿será verdad? Porque sigue viviendo los embates de una cultura que no la deja ser, que todavía administra sus días, su libertad absorbida por horas, días, años de desolación porque, además parece que solo consiguió su soledad, en el cuento Rendida, se lee: Quisiera ser así de independiente, no necesitar a nadie. Disfrutar un café a solas en un restaurante, tener mi propio dinero, no pedir permiso para comprar crédito y llamar del celular, escoger mi ropa, mis amigos; salir cuando yo quiera. Pero desde que me casé desaparecí, como las gotas que caen al piso y luego se secan con el sol de la tarde

Eliana, también observa ese otro lado del ser humano, esa naturaleza de frialdad y de vivencia vacía, vivir solo para el placer y la pasión de momento, no sabemos bien si es disfrute o es el paso de un tiempo, nada más. En Noche de copas, Expresa: “La noche fue larga y la cena deliciosa. Terminamos varias botellas de vino rosa, pero nos embriagaron más los besos, las historias dolorosas de amor y desengaño que nos contamos. Esta intimidad, tan profunda, me hizo pensar en la madurez de los sentimientos, en la que uno puede ser transparente, mostrar su corazón y continuar intacto.” Así como puede vivir y soñar y sentir alegría por distintas circunstancias, puede, al mismo tiempo olvidarse de la unión de disfrute que puede tener junto a la naturaleza, el cuento ¿Quién entiende a los humano?: “Son extraños; en vez de disfrutar el regalo de los rayos del sol en la piel, la brisa fresca que arrulla la mañana, un día más vivo, el hambre controlada por un mendrugo en la panza, se dedican a preocuparse por papeles, dinero, ropa y la forma de su cuerpo. Por eso no encuentran la felicidad, la buscan en el lugar equivocado.”

Los momentos de incertidumbre y el no saber encontrar la meta necesaria y útil para vencer esas circunstancias de abulia y de desinterés, no le permiten vivir, sino sentir la inmensa soledad de una vida que puede llevarla al suicidio, el cuento El Crepúsculo, refiere así: “La soledad, el silencio, la nada son cómplices en la tortura que ejercen sobre cuerpo y mente, a tal punto que ni siquiera el hambre es tan cruel como la oscuridad en cuyo vientre se gesta la muerte, que de un momento a otro me asaltará.”, creo no equivocarme si digo que, el mundo de nuestros días, las calles inundadas de seres sombríos, próximos al paroxismo que se traduce en voces que insultan y provocan peleas son un real manicomio. El mundo es el gran nosocomio de la desdicha y el desdén de la vida. Por eso no se vive en paz: “Ahora el terror me inunda y me aplasta en este camastro que también me vio nacer. ¿Será un castigo?, pregunto. ¿No fui lo suficientemente buena en vida? Afuera el rumor de la noche trata de tranquilizarme. Luego, escucho pasos y murmullos, alguien a quien le hice falta, un ser bondadoso que se compadece de esta vieja o mis muertos que vienen a buscarme.” Nos dice Rabindranath Tagore: “Si quieres saber como es realmente alguien, solo tienes que observar cómo te trata cuando ya no te necesita.”

La naturaleza con todo su rigor se manifiesta en la humildad y sencillez de los animales y las plantas, en Renacer podemos leer: El mundo lloraba a través de las noticias, pero solo los que estuvieron allí, supieron lo que en realidad pasaba: era el suicidio de la naturaleza que estaba cansada de tanto abuso. Más al ser un todo, una parte del ecosistema se resistió a morir y después de una generosa lluvia que bañó a cenizas, hombres y animales moribundos, nacieron brotes, robándole una sonrisa a Juan.”

Eliana es una amante de la naturaleza, lo mismo las plantas, los árboles, las flores, así como los animales, especialmente los gatos, son su pasión y su entretención son objeto de su observación y de sus palabras, en Gato Azul nos dice: “Todo cambió con la llegada de un gato azul, andrajoso que se apeaba a su ventana, con la cara hambrienta. La conquistó en un par de semanas. Para la Nochebuena, de ese año, juntos festejaron comiendo un suculento festín y despilfarrando alegría. El minino por fin tenía un hogar y ella la mejor compañía.” Ella siente la armonía junto a la naturaleza y los elementos que la conforman, los gatos de distintos colores y la grata compañía de ellos, en El Regalo: “Al apagar la luz de su lámpara, vio chispear el iris de su gato negro. (…) Cada noche contemplaba hipnotizado esas luces rojas, parecían más intensas a medida que pasaban los días, (…) El micifuz le estaba entregando el regalo de la clarividencia. En el siguiente ocaso, las pupilas del hombre brillaban incandescentes.” O el cuento de El Pacto: “Ya en el ocaso del día, el minino se fue campante. Los perros preguntaron a su líder qué había pasado. El Dóberman negro, con voz grave, informó sobre la firma de una tregua con los gatos para empezar la guerra contra los humanos.” Y otros cuentos, que le sirven para aproximar a estos preciosos animales al alma humana, sentirlos como parte importante del hábitat en el que vivimos. En Verdi Azul, “Un gato a estas alturas de mi vida, me cuestioné, pero me llenó de ilusión. Fuimos tomando confianza con el pasar de los días. Es mi única compañía. En las noches de insomnio solo me duele pensar que en algún momento encuentre mi cadáver, no sepa qué hacer y pierda el hogar que encontró a mi lado.” La delicada y sutil compañía. De igual modo traducido en Posibilidades: “Entonces, como un rayo de luz, mi gato saltó a mi regazo; su dulce y seco ronroneo, la suavidad de su pelaje y su aroma a hogar, me salvaron de ahogarme en ese enorme vaso de agua que es ir perdiendo poco a poco la vista.”, no sin razón Anatole France, un meritorio escritor francés expresó: “Hasta que no hayas amado a un animal, una parte de tu alma permanecerá dormida.”

La armonía con la naturaleza es el sentimiento que solo podemos experimentar cuando vivimos en equilibrio con ella, cuando reconocemos que sin ella nuestras vidas serían inútiles y, hasta podríamos desaparecer junto a ella. Solo posible cuando el ser humano pueda experimentar un nuevo cambio de mentalidad y una reversión cultural hacia ella, traducida en el respeto profundo en y por la Tierra, único sostén de nuestra existencia.

Eliana entiende muy bien esta realidad por eso, desde la literatura, que es su ocupación, unas veces denuncia o se hace partícipe del sentir de la misma naturaleza. Dedica muchos de sus cuentos con este sentimiento. Así, en Moría escribe: “Sabía que estaba muriendo, pero no se daba por vencido, seguía en pie a pesar de las tormentas que lo trataban de derrumbar o del viento huracanado que llegó a mover incluso sus raíces. Lucharía hasta que la última gota de savia transitara por sus tejidos adustos. Moriría, sí, pero sereno, solemne y de pie, como todos los árboles.” En las circunstancias en que vivimos, la pobre naturaleza está en lucha con la fuerza perversa del ser humano que no la reconoce desde su importancia y el derecho a su existencia. Otro de los cuentos Mañanas de bosque: “allí en medio de frutos y animales salvajes. Sin miedo de gozar de placeres simples y terrenos, como los pies desnudos sobre fango, las frutillas escurriendo en la boca, la humedad pegándose en el cuerpo, el paisaje de nubes contando historias y el trino de pájaros e insectos llenando el silencio.” Sería triste no percibir ya más ese trino que alegra las mañanas y despierta a la soledad, el rumor del viento entre las ramas de los árboles. ¿Tendríamos vida? En Lirio de un día: “Qué saben de las despedidas, cuando su amante sol le da el último mimo con uno de sus rayos, prometiéndole su amor eterno. Mas la noche no se atreve a opacar su beldad y a través de su brisa la mece, aunque no puede perder su valioso tiempo en dejarse caer en el delirio del sueño, prefiere disfrutar cada segundo de vida, viendo marchitar poco a poco sus corolas, haciéndose una con la tierra que la vio nacer.” Hermosa imagen de las flores del lirio, tan blancos como perfumados que alegran la vista de solo contemplar su delicadeza albor de naturaleza viva, aunque sabe que es flor de poco tiempo. Mis flores y yo, otro significativo cuento de sentirse unido a la naturaleza del bien y del amor: “Tras unos meses el jardín creció y las flores se apoderaron de mi vida y del departamento. Siento que la Pachamama sonríe. Ya no sufro por nadie. Ahora soy como ellas, orgullosa de mi belleza y espero ansiosa cada amanecer.”

Su optimismo continúa en su observación aguda de la importancia que representan algunos, sino todas, las plantas, así en La vida secreta de los hongos, expresa: “Esa vida, misteriosa e invisible, la que asombraba a los científicos era donde podía encontrarse la salvación del planeta, aseveraba uno de mis docentes de la universidad. Mi exnovia reflexionó que imaginar que todos los árboles en un espacio estén conectados y que si uno enferma los demás lo ayudarán, brindándole alimento y agua, es algo que como humanidad deberíamos aprender.” En Mi casa, le llama la atención la forma de vida de los caracoles, tan especial, como significativa: “Un día resbalé hacia afuera, encontré un hermoso árbol con hojas verde esmeralda, se veían deliciosas. Subí sobre su tronco y me instalé en una rama gruesa, en la parte frondosa. Allí, me di cuenta de que la transformación había terminado. La evolución de la que hablaban en la televisión y en Internet se cumplió. Ya no necesitábamos casas ni departamentos; llevábamos nuestro hogar en la espalda.” Es la expresión de un caracol que actúa con premeditación e inteligencia y prefiere llevar a cuestas su propia casa, desconfianza total en lo que podría sufrir. 

En su gran imaginación también cabe los efectos de la naturaleza como, por ejemplo, los efectos de la lluvia en sus distintos encauses porque, entendemos que así como está la lluvia mansa, también sentimos las tormentas que nos despiertan en terribles tragedias y accidentes imprevisible, en el cuento Tormenta, siente: “Los autos bañan mis piernas, insulto a los choferes, resbalo, manchas de barro sobre mi impermeable y el alaciado de mi cabello deshecho. Nubarrones jugando a las escondidas, calles espejo sin caminantes, el ocaso urbano me regala luces arcoíris.”, o en Lluvias de verano, expresa: “Desde allí, sigue otros caminos también tortuosos, se nota porque ya no es cristalina, va manchada por la insensibilidad del hombre. Ni siquiera llega a un mar para ser parte de algo más grande. En el mejor de los casos, se evapora para volver de nuevo como una lluvia de verano.”

Podría seguir enumerando otros cuentos más de los más de cincuenta que constan en este libro, pero no quiero dejar de lado los referidos a la sensibilidad y las reacciones que experimenta el ser humano en sus distintas facetas o impulsos de vida. Quizá el sentimiento de soledad es uno de los que el mundo nuestro vive y sufre, a toda edad y circunstancia. En el cuento El Crepúsculo, las expresiones son de dolor y abandono: “La soledad, el silencio, la nada son cómplices en la tortura que ejercen sobre cuerpo y mente, a tal punto que ni siquiera el hambre es tan cruel como la oscuridad en cuyo vientre se gesta la muerte, que de un momento a otro me asaltará.” Esa soledad de un vacío extremo, se traduce en la misma actitud de seres sin control, menos de sentimiento de autoestima, cuando en El Encuentro, relata la vil costumbre de enfrentarse cuerpo a cuerpo, ni más ni menos, como en la época de salvajismo, de oscurantismo de la historia de la humanidad, “En algunos casos, se organizaban rondas donde un par luchaba mano a mano. Varios quedaron ensangrentados y tendidos en medio del polvo. Los demás seguían la guerra planificada, nadie permanecía ileso. Ese año la Madre Tierra pedía una vida y le dimos dos, un joven de la ciudad y otro de los nuestros. La cosecha iba a ser próspera.” La humanidad sigue fomentando estas costumbres que pareciera que, en toda cultura, debe existir un momento de enfrentamiento salvaje. ¿Es que no se puede educar de manera contraria? ¿Es que la Madre Tierra necesita de sangre como abono?

Después de todo el descalabro que vive nuestra humanidad y la misma naturaleza, parece que la paciencia se agota y las reacciones no se dejan esperar, así en No se puede pensar en el futuro, las expresiones son: “Por eso, hackeando las cámaras exteriores y los drones de vigilancia, algunas personas nos reuniremos para planear un ataque al Banco de Agua y el Centro de Oxígeno. Por lo menos, obtendremos algo de estos dos bienes por unas semanas, antes que lleguen las tropas de A.R.M.O.N.Í.A a desintegrar nuestra zona.” Terrible fin de paradójica y malévola sigla que, no solo es una ironía, sino la mentira con la que se maneja el mundo en el que estamos inmersos. De la misma manera leemos en el cuento CUETLAXOCHITL que nos transporta a la cultura maya, quienes nos legaron una cultura que aún no se puede descifrar toralmente. Es la reacción de la naturaleza: “Nos acercamos curiosos, todo se encontraba en orden, era un hermoso espécimen de Euphorbia pulcherrima. Hicimos anotaciones, grabamos algunas imágenes. La contemplamos como si fuera un símbolo del mundo que dejó de ser. Entonces, los pistilos se movieron y las aberturas amarillas, a manera de labios, abrieron unas fauces amenazantes.” Muchas interrogantes que algún día podrán ser resueltas, por eso, sabiamente nos dice el gran educador francés Jean – Jacques Rousseau: “Hay un libro abierto siempre para todos los ojos: la naturaleza.” Ella será quien despierte nuestro aprendizaje.

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