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Luis Pacheco, desde la Ciudad de los Portales Corridos

Desde Ciego de Ávila, la Ciudad de los Portales Corridos y reconocida cuna de escritores y poetas, ubicada en el centro de la isla, nos llega Luis Pacheco. Con un consciente y sistemático trabajo de asesoramiento literario ha logrado consolidar como escritores, a los miembros de su taller, los que le han traído premios en varias instancias y libros publicados. En su labor, como fragua, a golpes de revisiones y sugerencias, sus escritores moldean letras, climax y finales sorprendentes  para  dejar listos sus textos. La guerra, la violencia, los sucesos que pueden sorprender, mientras los pueblos duermen en los sitios vulnerables, son los temas escogidos por Luis para dejarlos recreados en estas minificciones que nos ofrece.

Confesión

     Después que tuvieron sexo ambos quedaron uno al lado del otro exhaustos mirando el techo de la habitación. Me vas a enloquecer, aunque siento como si me ocultaras algo. Es una sensación extraña. Ella sonrió al escuchar sus palabras. Es que no se si te va a gustar, le dijo en un susurro. ¿Qué cosa? Estoy dispuesto a perdonarte todo. No es lo que piensas, le aclaró la joven sentandose en el lecho. Comenzó a acariciarle el largo cabello. Dale, aunque sea una sola vez en tu vida se tu misma. De acuerdo. Lo miró fijamente dirigiendo ambas manos hasta su rostro.

Nadie escuchó el grito, al otro dia encontraron el cadaver petrificado con el horror dibujado en sus pupila

La felicidad 

    María Elena de la Caridad Luís tiene un gran concepto de la felicidad. Por eso cada vez que llega un extraño al pueblo, de esos de cara gris y el ceño fruncido. Ella lo invita a su casa y allí lo hace feliz. A veces utiliza un cuchillo, otras, veneno o una cuchilla de afeitar. Depende de las circunstancias. Después hace desaparecer el cuerpo, cortado milimétricamente, en el incinerador municipal donde trabaja.  Siempre con una sonrisa en los labios.

Juego de niños 

     El hábil agente captura al delincuente y se dispone a ponerle las esposas.

—Si me sueltas te doy cuatro caramelos y tres canicas. —Propuso.

El policía se rascó la cabeza pensativo.

— Está bien. Trato hecho. Pero siempre seré el policía y cuando te coja me darás cosas para que te suelte.

El ladrón estuvo de acuerdo y apenas estuvo libre se dispuso a cometer otra fechoría.

 Y de pronto las estrellas.

    Guardas los animales detrás de la cerca de piedra coges al más saludable y lo haces ir trotando hasta un costado, apartado de los demás. Al marcharte el animal te despide con un suave valido.

Ya dentro del hogar preparas el baño y pones a calentar lo que había quedado del almuerzo. Mientras te quitas el polvo pasas lista a lo hecho durante el día. Es una costumbre aprendida de tu padre, así nunca quedaba nada por hacer. Si tuvieras un hijo le enseñarías lo mismo, pero por desgracia la mujer te había parido una hembra. En el futuro no ibas a tener ayuda y  sí la preocupación de pensar en la dote para el posible marido. Después de vestirte te sirves las papas hervidas, coges una estera y te sientas en el umbral de la cabaña.

Mientras comes con las manos piensas en lo de mañana. Lo primero será llevar el animalito al mercado. Con el dinero ir hasta el hospital  de la ciudad, a llevarle algo de comer a la mujer y a la hija, también pagar los costos. La pobre niña te había salido enfermiza y  no debiera sufrir tanto.

Si, mañana tienes muchas cosas que hacer. También debes comprar velas, esa es la última y no va a durar hasta media noche. Colocas el plato en el suelo y miras a la inmensidad. La luna está saliendo, como siempre escoltada por miles de estrellas. La quietud y el silencio te llenan los oídos. Te fascinan las estrellas, es un misterio cómo es que esos punticos luminosos flotan en el espacio.

Pero aquella noche parecían moverse, agrandándose. Un silbido multiplicado llegó hasta tus oídos. Y de pronto las estrellas pasaron raudas por encima de ti, las viste perderse a lo lejos,  rumbo a la  ciudad.

Estabas tan ensimismado y sorprendido que no notaste el segundo enjambre de puntos luminosos que se acercaba y como uno de ellos se desprendió del grupo estrellándose contra las paredes de tu pequeña casa, las cuales volaron en pedazos junto a tus despedazados miembros.

No, nunca llegaste a saber que había comenzado la guerra. 

  Los gorriones

     Una de las grandes desventajas de vivir «pegado» a la línea del ferrocarril es cuando pasan los trenes y si es de madrugada más. Sientes como si la máquina con sus coches te pasaran por encima y entonces tu casa se estremece completamente, sientes el entrechocar de la losa  en la cocina, es lo más parecido a un terremoto. Aunque si te acostumbras, ni te das cuenta, a pesar de eso piensas que eso no es lo peor, lo peor es lo otro. Los gorriones. Recuerdas el primero. Le dabas migas de pan y restos de comida. Siempre aparecía a la misma hora, luego, al parecer se buscó pareja y decidieron hacer un nido en el alero de la casa. Después fue la invasión, docenas de gorriones y sí que te molestaban, comparado con aquello, el ruido de los trenes  era música.

Trataste de deshacerte de ellos, destruías sus nidos, los ahuyentabas, pero imposible, los volvían a hacer y se agregaban más y más aves. En cualquier momento u hora estaban en la cocina, el cuarto. Volaban por toda la casa, se fajaban, trinaban, lo cagaban todo, aquello era un infierno.

Ahora mismo estás durmiendo y una bandada empieza a joder, te despiertan, se te tiran arriba y te pican. Los tratas de espantar  pero continúan, logras derribar a varios con la escoba, pero insisten en picarte. No sabes qué pasa, primera vez que se ven tan agresivos. Sales al patio temeroso. Por un instante el alboroto es apagado por el paso del tren de la una de la tarde, es de carga. Como siempre la tierra se estremece  y te sorprendes al ver como tu casa cae completamente destruida, el tren se aleja y encima de los escombros ves la bandada de gorriones volando en forma de compacta nube.

Datos del autor

Luis Pacheco Granado.1960.Colorado,Ciego de Ávila. Cuba. Licenciado en Educación Primaria. Asesor literario del grupo Los Cronopios, en coordinación con un grupo del mismo nombre, en México. Sus cuentos aparecen en antologías nacionales e internacionales.Tiene publicados: El libro de los niños tristes.Cuba (2009) y España (2018), El banco de la francesa. Cuba (2013), Mundo bajo el árbol. Cuba (2016) y En este barrio no hay vampiros. EEUU, (2020) Participa como coautor en la novela colectiva «Mirar, sufrir, gozar… La Habana». EEUU (2020)

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