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Los novios de la muerte

No, no me refiero a la banda de maleantes que con ese nombre actuaron en Bolivia, a las órdenes de Klaus Barbie, en 1980-1981, sino al Tercio, famoso, al de hoy, que nada tiene que ver con aquellos indeseables por mucho que al menos tres de ellos lucieran insignias en sus uniformes.

Me refiero también a aquel país que se abanderaba detrás del “¡Viva la muerte!”, el que el poeta Luis Cernuda exorcizaba en su “Díptico español”, esa tierra que exhibe una Pertinaz pesadillaprocesión ponderosa/ Con restaurados restos y reliquias,/ A las que dan escolta hábitos y uniformes… y vírgenes decoradas con fajines de generales que en otros países habrían sido juzgados como mínimo pro crímenes de guerra.

Y si me refiero al Tercio no es porque tenga ganas de hacer burla o denigrar a nadie, ni porque sus componentes o mandos se hayan hecho hasta ahora protagonistas de nada, sino porque en este país, cuando algo grave sucede o puede suceder, se recurre al Tercio como fuerza de represión violenta que impida legítimas aspiraciones ciudadanas que no se pueden ahogar por los medios habituales: oídos sordos, porra y multa. El Tercio es una amenaza para los propios españoles y así utilizada por los emboscados de raza. A los capones que en la línea de Tersch, transforman un sopapo bien dado, por musgo, en agresión ideológica, se les llena la boca con la intervención de la Legión en el asunto de la independencia de Cataluña. Esa gente que estos días vocea que es un primor acerca de la amenaza que supone el independentismo catalán, vería con gusto esa intervención con acompañamiento de actos expeditivos sobre personas e instituciones, presididos todos por esa cabra que dicen quiere suprimir Pablo Iglesias si llega al poder, que no sabemos si llegará o si antes el CNI se encargará de hacer añicos su partido.

La suspensión de la autonomía catalana está en el aire, a ver si a fuerza de mucha vox populi se convierte en vox rei. La palabra sedición corre de un lado a otro, sin que dé la impresión que quien la hace correr sepa siquiera de lejos de qué habla y no tenga que recurrir al diccionario. En el aire hay ganas de tragedias teatrales.

Hablar de reorganización territorial del Estado y de cambios en profundidad en la Constitución que acojan el derecho a decidir es sinónimo de traición, palabra también esta de uso corriente estos días, sobre todo en boca de quienes ven con gusto la demencial dejación de la soberanía nacional que practica el Gobierno de Rajoy en todos los órdenes: económico, judicial, policial, militar… y motivo más que suficiente para evocar a la Legión y para que la Fundación Francisco Franco aparezca en escena con pujos de árbitro de la situación. Esperpento y delirio.

Esta visto que frente a la voluntad independentista de una parte de la población no se sabe hablar de otra cosa que de traición, de sedición y de sacar la cabra a desfilar. Los argumentos sobran, como lo hace la aceptación del juego democrático, la cabra, no;algo que los propios militares no ven con disgusto, sino con disciplinada firmeza, y así ha venido apareciendo en los medios de comunicación.

“Estamos preparados para intervenir en la forma que el Gobierno decida en cada escenario interior o exterior (y) para ir a Afganistán o a Valencia”, dijo el jefe del Estado Mayor del Ejército, general Domínguez. No, general, las tropas españolas nada pintan en Afganistán y menos en Valencia. Aburre leer estas cosas, como preocupa la insistencia en minimizar esos brotes de cuartelada encubierta, de golpe de estado gubernamental, parejo al que el Partido Popular viene dando de continuo con su mayoría parlamentaria. Tienen una ley Mordaza y de seguir en el poder no nos puede quedar la menor duda que la ciudadanía iba a verse del todo sometida por un conjunto de leyes represivas y antidemocráticas, con el beneplácito de la corona, encima. No hace falta ser adivino para percibir un deseo de acabar con esteladas, ikurriñas, tricolores, disidencias, heterodoxias y cambios constitucionales que en la practica supongan enterrar de una vez el Una, Grande y Libre.

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