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Los Jichis reciben a Ignacio Tomichá

María Pía Franco y Claudia Vaca

Una de las voces más lúcidas y comprometidas de la cultura Chiquitana Monkóx, de la Santa Cruz y la Bolivia profunda, donde están las raíces y las fibras más íntimas de la identidad de una sociedad…una de esas voces, de las pocas que quedan, ha partido, ha muerto intempestivamente.

Nos referimos al Educador y Lingüista Ignacio Tomichá Chuvé, nacido en Naranjito allá entre los latidos de San Antonio de Lomerío (1985), de abuelos y padres hablantes de la lengua Besɨro, sus estudios escolares de básico fueron en la comunidad de Monte verde, intermedio y medio en la localidad de concepción y educación superior en la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno de Santa Cruz de la Sierra, otros estudios realizados son la Lingüística descriptiva de la lengua Besɨro en la carrera de Filología y Lenguas Modernas de la UAGRM, así mismo realizó su Maestría en Derechos Indígenas y Desarrollo, con una tesis descriptiva y analítica del Besɨro Chiquitano, donde describía desde un riguroso relevamiento de datos sociolingüísticos las particularidades fonéticas y fonológicas, uso y sentidos de la variante sociolingüística del Besɨro Chiquitano, denominada: Monkóx.

Paralelo a su formación coherente y consistente con el resguardo, transferencia de su identidad y la riqueza del vasto patrimonio natural en el cual creció y forjó su carácter, Ignacio, desde temprana edad hasta lo último que pudo estudiar e investigar en el ámbito de la educación formal se desempeñaba como activista lingüístico y cultural, como educador, conferencista. Participó con destacados artículos científicos, reflexiones, exploraciones del pensamiento de un chiquitano Monkóx profundo, en eventos como el IV encuentro Nacional de Estudios Lingüísticos y Literarios, con una ponencia titulada Revitalización del Besɨro chiquitano Monkóx. A nivel internacional Ignacio fue uno de los principales fundadores del reconocido congreso BOBIKÍXH que él mismo bautizó, y es una palabra chiquitana que significa Encuentro, Celebración, equivalente al campo semántico de Minga. Este congreso lo fundaron varios académicos, entre Ignacio con Luca Ciucci, Claudia Vaca, María Pía Franco, Brittany Hause, Andrey Nikulin, Paula Peña, Swinta Danielssen, José Chuvé, junto a universidades de Australia, Brasil, Chile, España, en coordinación con la carrera de Filología Hispánica de la UAGRM.

Fue también fundador del programa de Voces indígenas urbanas junto a su primo hermano, el comunicador social José Chuvé, en el cual, desde la Radio Santa Cruz del Instituto Radiofónico Fe y Alegría desarrollaban programas de difusión de cuentos, cantos, leyendas, música chobena  y tradiciones chiquitanas, así como entrevistas a personalidades de los pueblos y diálogo abierto con otras poblaciones indígenas del mundo, construyendo día a día, desde su autenticidad al hablar, cantar, ser y hacer, el modo en que se puede vivir en democracia, conservando lo propio sin despreciar lo ajeno, admirando lo propio y lo ajeno, experimentando la transculturación natural de la vida y los movimientos de un lugar a otro.

Ignacio se desempeñaba de alguna manera, como divulgador internacional de la cultura chiquitana Monkóx, mediante conferencias con el programa Semanario Latinoamericano, Red de Universidades Interculturales de Chile y Latinoamérica, traductor de poemas y cuentos en el libro El despertar del Jichi….deja un legado inmenso para los estudios interculturales, lingüísticos, educativos, sociológicos, políticos y filológicos.

Entre las últimas intervenciones de Ignacio en vida, está su conferencia magistral en el III Congreso de Memoria Oral y Voces de América (MOVA) en la Universidad de Salamanca, su conferencia fue una presentación metódica de los hallazgos en relación a la situación del idioma Besɨro Monkóx en 10 comunidades de San Antonio de Lomerío, donde reflexionaba desde una perspectiva de la autonomía de pensamiento y acción, descentralización de recursos para fortalecer el patrimonio lingüístico y tradición oral.

De alguna manera el Jichi Ñasio (como se autonominaba Ignacio, Ñasio) está ahora reunido con los Jichis a quienes él le cantaba, recitaba y desde quienes recibía su sabiduría y conocimientos ecopedagógico, mitológico para transferirlos a la niñez, juventud y a todos quienes fueron sus estudiantes, así como con sus inquietudes y proyectos realizados con sus profesores y amistades.

Su muerte tan temprana (38 años) deja un duelo lingüístico y cultural en la Chiquitania y la Santa Cruz profunda, porque Ignacio Tomichá Chuvé cumplía a cabalidad su rol como lingüista, educador, investigador.

Ignacio encarnaba la praxis cultural de los nidos lingüísticos, un concepto de las Ciencias Sociales y Humanidades que data del año 1989 (Estermann, 1982 y Panikar, 1996), y que en pocos lugares del mundo se ha hecho realidad, precisamente porque son pocos los hablantes de idiomas nativos, que están articulados glocalmente como lo estaba Ignacio, desde su niñez hasta su vida adulta, son pocos los hablantes nativos que tienen la fuerza de carácter para no aculturarse, sino para vivir una transculturación en la que su raíz es el eje de aprendizaje de las distintas transiciones culturales y tecnológicas que se experimentan desde que la migración y la humanidad existe (Careaga, 2017).

Ignacio estuvo dedicado a cultivar el idioma, desde la paternidad con su hijito que el 11 de septiembre cumplió 7 añitos, Isai Tomichá Alcantar y se lo enseñó también a su esposa con quien fundaron una familia con el objetivo de ser un referente como nido lingüístico-cultural, la Sra. Triny Alcantara. Ignacio aprendió el idioma gracias a su padre Don Juan Tomichá y su madre Doña Gerónima Chuvé Parapaino.

Desde que Ignacio se licenció en Ciencias de la Educación por la UAGRM, trabajó muchos años profesor del idioma Bésiro en el Centro de Investigación Histórica y Pueblos Indígenas en los cursos a estudiantes y personas que querían aprender el idioma, inicialmente en Humanidades y luego a cargo de la Facultad de Ciencias Jurídicas. Su capacidad y su experiencia lo llevaron a ser convocado por la UNIBOL (Universidad Indígena Boliviana Comunitaria Intercultural Productiva Guaraní y Pueblos de Tierras Bajas Apiaguaiki Tupa), donde fungía en estos días como profesor, así como también lo convocaban como conferencista y panelista en congresos internacionales de Chile, España, Brasil, Alemania, etc.

Su formación como lingüista en el Programa para maestros indígenas de tierras bajas de Bolivia, dictado por la carrera de Lenguas Modernas y Filología Hispánica de la Facultad de Humanidades entre los años 2006 y 2010, permitió consolidar la vocación que Ignacio tenía como investigador.

Los últimos meses estaba terminando de editar su tesis de maestría sobre la situación del idioma Bésiro chiquitano y las variantes Monkox de diez comunidades de Lomerío, en la cual reunión evidencias sobre la crítica situación de las escuelas y la transferencia del conocimiento, la tradición y la lengua, así mismo proponía respuestas viables desde la autonomía de recursos y descentralización educativa, con enfoque en el fortalecimiento del profesorado a nivel de capital monetario que permita a los hablantes vivir de la enseñanza y transferencia del patrimonio lingüístico y cultural, para que la lengua y los diccionarios, libros sobre toda la tradición aún viva, se pueda escribir, publicar con editoriales que enfatizan la calidad literaria y estética, de modo que las escuelas y familias cuenten con recursos educativos, didácticos de calidad mundial, y también que se pueda seguir mostrando esta riqueza que es para el mundo, como lo es toda lengua y todo bien cultural de la humanidad.

Inspirado en experiencias exitosas de revitalización de lenguas, Ignacio aplicó la pedagogía del nido lingüístico (Ferreiro 2006, Dietz, 2019) para enseñar a leer, escribir y en los procesos de Alfabetización a niños, niñas, jóvenes y adultos, combinando con la praxis cultural del canto y oralidad, empezando siempre por su hogar. Desde la familia que fundó con su esposa Triny Alcántara,  con el nacimiento de su hijo Isai la pareja decidió criarlo en un hogar bilingüe (Bésiro y castellano) y demostrar, en la práctica, que en la vida urbana y en la cotidianeidad se puede fortalecer la identidad lingüística indígena y preservar el desarrollo de sus ancestros.

Ignacio y Triny como familia joven, estaban demostrando a la juventud migrantes del campo a la ciudad, que es posible vivir lo urbano sin perder los buenos hábitos de la ruralidad, es posible alcanzar el desarrollo combinando los hábitos de la conversación cotidiana entre todos los amigos, primos, familias que migran, es posible migrar preservando el patrimonio de sus ancestros. Ellos lo demostraron y son un ejemplo para la sociedad, para el mismo Estado Boliviano que se llena la boca hablando de plurinacionalidad, educación intercultural y no invierte presupuestos sistemáticos para que las familias ejemplares en preservación y transferencia cultural puedan hacer sustentables sus actividades asociadas a la actividad educativa y cultural que implica organizar el conocimiento, sistematizarlo, diseñar didácticas y materiales pedagógicos que faciliten el acceso al vasto patrimonio lingüístico y literario que subyace en un idioma.

Su familia demostró que, con conciencia lingüística, cultural y política, la cual hicieron realidad en su día a día, es posible preservar y divulgar a escala local y global el patrimonio lingüístico y cultural. Ellos como familia nos dejan un legado, que si queremos honrar su memoria podemos tomar como modelo didáctico y pedagógico, la trayectoria educativa de Ignacio es un modelo a seguir.  

Su cuerpo fue velado en el barrio el Vallecito, espacio en la periferia de la ciudad de la Santa Cruz de la Sierra donde residentes que provienen de varios pueblos indígenas de la ecorregión chiquitana y guaraní de Bolivia conviven y cren comunidad  en el contexto urbano, conservando su ethos.  

Su vida es una muestra de fuerza de voluntad e inteligencia para sobrevivir en la vida urbana, todos ellos se generan sus propias condiciones para ser y hacer, para desarrollarse sin perderse en la globalidad, son un ejemplo de la nueva identidad indígena en contexto urbano, donde han logrado integrarse sin perderse a sí mismos, Ignacio y sus contemporáneos lograron conservar y resignificar su identidad, es decir vivieron la transición y transculturación sin perder su ser auténtico, y lograron posicionarse en varios medios digitales locales y globales como líderes educativos, culturales y en la comunicación.

La sociedad boliviana, la sociedad cruceña, tiene una responsabilidad inmensa a nivel de gobernanza y generación de políticas culturales, educativas que viabilicen las condiciones laborales para que profesionales como Ignacio Tomichá cuenten con las condiciones materiales y ganen un salario digno haciendo el trabajo de transferencia y divulgación del patrimonio cultural lingüístico, de manera que el plurinacionalismo y los discursos falaces dejen de ser tal y se materialicen, como lo hizo Ignacio en su vida cotidiana, remando contra corriente, llegó lejos, porque actuó con conciencia y poÉtica pedagógica.

Ha muerto una persona, ha muerto un diccionario, una gramática, un libro de narrativa y lírica, una antología de leyendas y mitos, estamos en duelo. La trayectoria de vida del educador y gestor cultural Ignacio Tomichá marca un hito fundamental para la educación y la cultura.

Ñasio, los jichis te reciben con alegría, nosotros haremos nuestra parte mientras seguimos en el planeta tierra.

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