Maurizio Bagatin
Linde, lo que fue periferia de Cochabamba y que hoy ha perdido el significado de su etimología. Áreas secuestradas por las urbes y tragadas por el cemento. Pueblo que ya no es pueblo, y que tal vez nunca lo fue. Campos que ya no es campo y casas sin diseños de sus historias y un paisaje que hoy replicaría bien la película de Ettore Scola, Feos, sucios y malos.
La Guillermina nunca se ha casado, pero tuvo hijos por doquier. De los padres de sus hijos nunca se supo nada, y ella nunca los vio más; unas aventuras, unos encuentros de un momento y nueve meses de esperas. Luego a reunirlos, a contarlos, los últimos, Gabriel e Rafael no pasan de los tres o cuatro años y siguen arrodillándose en aquella posición que los ancianos dicen sea la que llama a otros hermanos. Se sientan bajo uno de los últimos árboles que el llamado progreso no ha ejecutado y, abrazándose, se ponen a comer una marraqueta que es más grande de los dos hermanos juntos. Los acompañan el hermano mayor David, lo que han botado del cuartel militar por indisciplinado, él trajo un racimo de bananas desde el Chapare, ahora los jóvenes como él vuelven a ir por estos lugares, a buscar aventuras y fortunas, de esto lo saben bien los dos primos, Diego y José, que tal vez son otros hermanos por tan parecidos a David, al Gabriel y a Rafael, como yo los veo. Ellos ahora se están vistiendo con todas aquellas prendas militares que David traía a la casa, camisas verdes, pantalones llenos de bolsillos, también verdes, botas de algunas tallas mas grandes o mas chicas, que a la fuerza o con dos pares de medias más se van acomodando; con algunas camisas Guillermina logró hacer un par de pantaloncitos para el llocalla mas chico, el Rafael, mientras que se los ve caminar con un par de zapatillas deportivas donde pueden nadar adentro.
En verano despiertan todos temprano y encienden una fogata para preparar el desayuno, la leña no siempre está bien seca y entonces huele fuerte el eucalipto o el molle aun verde, el humo es mucho mas intenso y la abuela reniega gritándole cualquier barbaridad al pobre David. En invierno encienden una hornilla a gas, pero ésta la utilizan solo en casos extremos, en las noches para calentar un poco las cuatro paredes de adobe y el cuarto donde todos duermen. Cuando en invierno durante unos veinte, máximo treinta minutos introducen una estufa a gas, rápidamente Guillermina la va apagando lanzándole a todos sus mil disparates.
Se las arreglan con trabajos precarios, algunos hurtos y la ayuda de algunas instituciones de caridad, a veces la iglesia y la buena vecindad de pocos. Muchas veces a Diego y José se los ve volver mareados, zigzagueando por la calle empedrada, abrazando a una chica o a su madre que vuelve abrazada a ellos, todos intentando conservar una cierta postura. Es cuando la abuela da inicio a interminables plegarias, gritos, blasfemando en quechua o lanzando maldiciones al infinito; a veces llora toda la noche y debe intervenir la policía, que se la lleva por toda una noche o a veces más a un calabozo. Es cuando hay por algunos días una paz que muy pronto se quebrará nuevamente. La Guillermina aprovechará para aventurarse nuevamente en alguna chichería, y tal vez a los nueve meses la familia aumentará nuevamente.
David se fue al Chapare, Diego y José no se los encuentran, los mas chiquitos, Gabriel y Rafael se refugian en la malvada abuela, aparece un tío, que tal vez sea el padre de algunos de ellos, y les grita porque parece que alguien les hizo desaparecer su bicicleta y él sospecha que haya sido uno de los sobrinos, cierra la puerta con toda la violencia posible, grita y se va.
Miro a este film a través de un caleidoscopio, Linde y otros parajes de estas infinitas periferias, de este desarraigo entre miserias y resurrecciones e imagino la sonrisa goliarda de Ettore Scola, él si que supo reconocer la gota de esplendor de cualquier infierno.
, noviembre 2023
Imagen: Afiche de la película Feos, sucios y malos de Ettore Scola