Inmediaciones
“Hay vínculos que no mueren: se transforman en palabras que laten.”
En LIBERando: La historia de nuestra historia, Gisela Derpic Salazar no escribe un libro: construye un altar de palabras donde el amor, la memoria y la crítica social se funden en una sola voz. A diez años de la partida de Líber Forti, su compañero de vida, pensamiento y lucha, Derpic cumple una promesa: narrar el vínculo que los unió, no como una cronología, sino como un acto de resistencia afectiva.
La obra se despliega como un monólogo en diálogo, donde la autora conversa con Líber, lo interpela, lo escucha, lo contradice, lo abraza. La voz de Líber aparece en cursiva y negrillas, como si su presencia espiritual se hiciera corpórea en el texto. Esta estrategia no es un recurso estilístico: es una forma de sostener el vínculo, de mantenerlo vivo, de compartirlo con el lector como testigo privilegiado.
La escritura de Derpic es torrencial, lírica, filosófica. Cada frase está cargada de imágenes sensoriales, de reflexiones que interpelan, de memorias que no se recuerdan: se reviven. Desde el comedor cochabambino donde se gestó el amor, hasta la cima del Cerro Rico de Potosí, donde la autora se reconoce diminuta y efímera, el libro nos lleva por un mapa emocional, político y espiritual de Bolivia y de sí misma.
“La cima del Cerro Rico no es altura geográfica: es conciencia de lo efímero.”
El amor que narra Derpic no es idealizado ni romántico. Es total, fractal, transformador. Líber aparece como maestro, como espejo, como “sensei”, aquel que ha vivido más, y cuya presencia sigue irradiando sentido en cada página. La autora no lo recuerda: lo convoca. No lo llora: lo celebra. No lo idealiza: lo confronta.
Pero LIBERando no es solo una historia de amor. Es también una crítica feroz a la educación boliviana, a la mediocridad institucional, a la pérdida de humanidad en los sistemas formativos. Derpic denuncia sin eufemismos la decadencia de la escuela, el culto a la rutina, la banalización del conocimiento, la violencia simbólica que se ejerce sobre estudiantes y docentes.
“La educación sin humanidad es solo una fábrica de silencios.”
Los escenarios que atraviesan el libro no son decorado: son protagonistas. El Cerro Rico, la casa frente al templo de San Martín, el callejón de Santa Teresa, los patios escolares, las aulas universitarias… cada lugar está cargado de historia, de dolor, de belleza, de contradicción. Bolivia aparece como un personaje vivo, herido, desafiante. La autora no la describe: la habita.
La memoria en LIBERando no es un ejercicio nostálgico. Es un campo de batalla. Recordar es resistir. Es negarse a la amnesia colectiva. Es iluminar el presente con las sombras del pasado. Derpic lo dice con claridad: el pasado puede ser luz o sombra, dependiendo de cómo se lo mire.
“Recordar no es mirar atrás, es iluminar el presente con la luz del pasado.”
La voz de Gisela Derpic no busca agradar. Busca decir lo que debe ser dicho. Su honestidad no es una pose: es una necesidad. Su escritura no es cómoda: es valiente. Y su obra no se termina cuando se cierra el libro. Se queda latiendo.
LIBERando es un testimonio de vida, de pensamiento, de amor y de lucha. Es una invitación a mirar hacia adentro, a recordar sin miedo, a amar sin condiciones, y a pensar con libertad.
“Líber no se fue: se quedó en cada palabra que Gisela escribe.”