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Leonardo Da Vinci, Caravaggio y creación artística

Christina Ramalho – Brasil

Maestros y genios del pasado, a través de sus actos, pensamientos y palabras, nos dejaron un legado de reflexiones sobre la creación artística que, por un lado, retratan las circunstancias de los tiempos en que vivieron, por otro, reduplican aspectos universales de la cultura occidental que pasan indemnes a través de los siglos. Leonardo da Vinci (1452-1519) y Michelangelo Merisi da Caravaggio (1573-1610), por sus actitudes hacia el fenómeno de la creación artística, registraron, cada uno a su manera, el cuestionamiento acerca del conflicto entre el rol sociocultural del artista y su realización íntima como creador.

Se puede decir que Leonardo da Vinci fue una figura trágica. Hijo natural, el gran pintor, dibujante, músico, ingeniero, inventor y científico no tuvo posición familiar ni social. Fue testigo del colapso de un mundo cuyos valores espirituales fueron barridos por la fuerza de eventos ciegos. En medio de guerras y tormentas, trabajó incansablemente en la búsqueda de la armonía suprema. Por encima de todo eso, todavía existía la sombra de la muerte. Por eso costumbra decir que en lugar de aprender a vivir aprendemos a morir. Sin embargo, a pesar de los reveses personales, Leonardo contribuyó a los estudios críticos sobre el arte, reflexionando sobre la creación artística de manera racional y contundente.

Para Leonardo, el pintor debe ser el “maestro universal”, capaz de imitar a través del arte todas las cualidades de las formas que produce la Naturaleza. En su opinión, un artista necesitaba, ante todo, tener una imagen mental en todas sus formas, conocer las causas de todo; su inteligencia necesitaba dominar las fuerzas y los elementos; también debería saber fabricar técnicamente todas las máquinas y todos los instrumentos que le permitirían reproducir y dominar lo real. De alguna manera, por lo tanto, según él, el pintor es un rival de la naturaleza misma. En su taller, los aprendices fueron conducidos severamente por el camino de la construcción del conocimiento científico, apoyados en la observación y manipulación de cadáveres, mezcla de materiales y creación de nuevas técnicas de pintura. Esta filosofía, es decir, la búsqueda incesante de la perfección dejó inconclusas muchas de sus obras.

El genio renacentista, por tanto, quiso ir más allá de las apariencias, buscando captar las fuerzas profundas que actúan sobre los sentidos. Si esta comprensión crítica y perfeccionista del fenómeno artístico, por un lado, impidió que el mundo recibiera de Leonardo una mayor herencia como patrimonio, por otro, permitió que este mismo mundo viera un ejemplo único de coherencia entre teoría y práctica: la verdad que defendido fue el motor de su propia existencia como artista. Siglos más tarde, artistas modernos, como Leonardo, recurrirían a reflexiones sobre los procesos creativos involucrados en diferentes expresiones artísticas, permitiendo así que la crítica y la teoría alcanzaran un nivel nunca alcanzado. Por tanto, la conciencia crítica que permite una mayor comprensión del arte nace del propio artista. En este sentido, la genialidad de Leonardo traspasó la frontera que separa al artista y al crítico.

Imagen 1: San Mateo y el ángel (1599-1600)                                 
 Imagen 2:  San Mateo y el ángel (segunda versión, 1602)

Otro italiano es también un ejemplo de la contribución, a nivel filosófico, que un artista cuestionador puede aportar a la crítica de arte. Para resaltar el carácter de este artista, vale la pena tomar como ejemplo un típico escándalo, que ocurre cuando alguien intenta romper una regla. Cuéntanos Gombrich, que hacia 1600, en el mundo del arte italiano, el artista conocido como Caravaggio, famoso por su audacia y espíritu revolucionario, recibió el encargo de pintar un cuadro de San Mateo para el altar de una iglesia en Roma, la Capilla Contarelli. La obra debería centrarse en el momento en que, inspirado por un ángel, San Mateo habría escrito su evangelio.

Caravaggio, sumamente preocupado por la legitimidad de la expresión artística, reflexionó sobre la situación de un viejo trabajador, un simple republicano, cuando de pronto tuvo que escribir un libro sagrado. Buscando la fidelidad, en cuyo nombre debe revelarse hasta la fealdad, Caravaggio retrató a un São Mateus calvo y descalzo, con los pies sucios de tierra y polvo, agarrando un libro enorme, bajo la tensión de la inédita tarea de escribir, expresada en fruncir el ceño y en el incómodo cruce de piernas. Junto al santo, pintó un ángel joven, ejerciendo de maestro, guiando la mano del trabajador, lo que sugiere una relación de dependencia del primero en relación con el segundo y remite la escena a un contexto casi escolar.

Cuando Caravaggio entregó el cuadro a la iglesia para que lo colocara en el altar mayor, provocó un escándalo, porque la gente veía en el realismo del pintor una falta de respeto a la figura del santo. ¿Cómo pudo el artista atreverse a revelar al público las limitaciones humanas de un santo? La pintura no fue aceptada y Caravaggio, para cumplir con el contrato, tuvo que iniciar otra versión del tema.

En la segunda versión, la preocupación del pintor no se centró en la expresión de la realidad, sino en la obediencia a los dictados estéticos de la época. El resultado fue, aún, un cuadro vivo, porque Caravaggio, aunque no practicaba en la obra la filosofía con la que pretendía orientar sus creaciones, intentó legitimar la expresividad del cuadro, manteniendo algunos rasgos de la primera versión. Sin embargo, una observación cuidadosa nos permite sentir que el resultado fue menos vigoroso, menos honesto y sincero que el de la primera imagen.

Hoy, con ambas versiones conocidas, queda una realidad controvertida: ¿hasta qué punto la libertad de expresión es conveniente para la sociedad? Precursora del realismo contundente, la filosofía creativa de Caravaggio representa, por lo tanto, para los estudios críticos, una fuente de discusión sobre las relaciones entre arte y poder, tan visible en nuestro siglo multimedia y global, en el que la “libertad de expresión” parece un concepto firmado. ¿De verdad? ¿No estaría la creación sujeta a los mandatos del poder económico?

Acerca de la relación entre estas dos versiones de San Mateo hay un opinión distinta, a de Luigi Spezzaferro (2010), que apunta que esa historia ha sido una manipulación de la verdad creada por los enemigos de Caravaggio. Sin embargo, como dijo Simon Schamma (2010), si el objetivo del arte, según sus teóricos del Renacimiento, era la idealización de la naturaleza, Caravaggio, a su vez, transgrediendo esta visión, buscó la naturalización de lo real.  Así, lo que sí se puede decir es que Caravaggio transgredió algunos preceptos estéticos de su época y transformó la propia historia del arte.

Hay mucho que aprender de los ejemplos que dejaron los artistas del pasado. Sin embargo, es necesario buscar un conocimiento más profundo que solo se puede extraer de lecturas que atraviesan el espectáculo que ofrecen los medios, ya que, además de las obras fetichizadas, están los pensamientos que las hacían eternas. Ahí radica el conocimiento.

Bibliografía

GOMBRICH, E.H. História da arte. São Paulo: Círculo do Livro, 1972.

SCHAMA, Simon. O poder da arte. Trad. Hildergard Feist. São Paulo: Companhia das Letras, 2010.

Spezzaferro, Luigi. Caravaggio. Milão: Silvana, 2010.

Imagen 1 – https://www.diariodesevilla.es/ocio/Censores-coleccionistas_0_1495050797.html

Imagen 2 –  https://www.artehistoria.com/es/obra/san-mateo-y-el-%C3%A1ngel-0

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