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Lenguaje no sexista: la responsabilidad del periodismo

¿El lenguaje tiene poder sobre la realidad? Esta es una discusión tan antigua como la humanidad. El lenguaje siempre nos ha intrigado. Las creencias místicas confieren a la palabra absoluto poder creador (revise su Biblia o su libro New Age más a la mano), y diversos estudios de lingüística quieren determinar si la modificación de ciertas estructuras o vocablos incide en alterar el equilibrio de poder en la sociedad. Los pareceres son diversos.

Personalmente, considero que el lenguaje incide hasta cierto punto en la manera como construimos el mundo objetivamente. Pienso que el lenguaje crea percepciones y representaciones, conforma modos de pensar y que a partir de ello, actuamos. A veces, con consecuencias de muy largo alcance. Consecuencias tales como el sexismo, la misoginia y la violencia en contra de las mujeres. Un tema fundamental.

Llamarle a alguien “sexoservidora” en lugar de “puta” puede hacer (quizá) que se la considere una trabajadora en lugar de una pervertida, y con ello, se le mire diferente, y tal vez, se le trate mejor. Es decir, si un cambio de lenguaje logra un cambio de mentalidad, se logrará un cambio en la conducta, por supuesto, si hay disposición de fondo. Entonces, por más pequeño que pudiera ser el beneficio, es necesario que hagamos el intento de cambiar la realidad desde esta pequeña parcela.

Lenguaje no sexista y lenguaje incluyente

El lenguaje no es el único reducto que se debe transformar para erradicar fenómenos indeseables, naturalmente, pero es uno muy importante. Desde hace varias décadas se inició el trabajo académico, social, político y comunicativo por arribar a un lenguaje no sexista (no meramente incluyente) en todos los ámbitos.

Hay una diferencia fundamental entre lenguaje no sexista y lenguaje incluyente. El primero evita poner en posición de inferioridad a alguno de los sexos con respecto al otro. El segundo menciona a los grupos considerados vulnerables, la mujer entre ellos, con la finalidad de visibilizarlos, algo encomiable, por supuesto. Puede parecer lo mismo, pero no lo es, aunque están relacionados.

Un político bien puede incluir (es decir, mencionar) en su lenguaje a la mujer, al tiempo que la desvaloriza. Recuérdese al involuntariamente jocoso Vicente Fox y su perenne “mexicanos y mexicanas”, y la ocasión en que comparó a las mujeres con lavadoras de dos patas. Muy incluyente, sí, pero sexista. El pobre hombre nunca entendió la diferencia. Desgraciadamente, el sexismo y la violencia contra las mujeres es una realidad innegable. No obstante, considero que – l menos desde el periodismo– se han dado pasos importantes y positivos para erradicar, lentamente, el lenguaje sexista, aunque por otro lado, la visión sexista de la mujer desde la publicidad y el marketing no ha disminuido. Pero ese tema no lo abordaremos aquí.

Periodismo y lenguaje no sexista

“Se considera el lenguaje sexista como aquel que asume rasgos relacionados con los prejuicios culturales de género, es decir, derivados del machismo, del feminismo, de la misoginia, de la misandria, o de un real o aparente desprecio a los valores tanto femeninos como masculinos”, dice la especialista cubana Lissandra Martinto, en su ensayo “El lenguaje sexista en los medios de comunicación”. Así, mucha razón tienen quienes exigen que el no sexismo, la no discriminación y la inclusión vayan en ambos sentidos, pero es cierto también que la desigualdad se carga en contra de las mujeres.

La formación académica de los periodistas no hace suficiente énfasis en la deontología del periodismo y en la ética. Se le dedican muy pocas horas y su inclusión en los programas de estudio es muy reciente. El lenguaje no sexista y no discriminador es tema que aún no figura en la formación de muchos colegas. Algunos medios y periodistas han corregido esta deficiencia a partir de la presión social y qué bueno que así sea, ya que medios y periodistas debemos estar bajo la observación de los lectores y de analistas especializados.

Sin embargo, como estos aprendizajes son informales y no hay obligatoriedad, no hay un criterio uniforme en los medios de comunicación. Hay ejemplos verdaderamente procaces de sexismo (una ojeada a Metro o El Gráfico ilustra sobre ello), y casos más sutiles, difíciles de detectar debido a que, tal como arguyen los especialistas, el sexismo está “normalizado”, es decir, tan imbuido que no lo notamos.


Orquídea Fong /Revista Etcétera
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