Márcia Batista Ramos
Hoy, estuve en el jardín podando las rosas y mi nieta Natalie, esa personita maravillosa y encantadora, que la vida me dio, que es la personificación de la inocencia y vivacidad, se acercó y preguntó:
– ¿Abuelita, cuando eras niña, todo era diferente? ¿Cómo era tu casa?
En un segundo mi mente me traslado al pasado, a mis tiernos 4 años, con la falda ajedrez escoces, zapatitos de charol y mediecitas blancas. En un tiempo en que no existían robots, ni aparatos inteligentes para delegar las tareas domésticas. Cuando no estábamos familiarizados con los los televisores, los teléfonos móviles, los ordenadores y otros dispositivos inalámbricos que han aparecido en nuestras vidas. Pero, además, no existía la increíble cantidad de artefactos que disponemos ahora. Entonces, nos dábamos tiempo para cortar el césped, para limpiar la casa, amasar el pan…
Lógicamente, que no podíamos soñar que un día los robots cortadores de césped o las hidrolimpiadoras y muchos aparatos que funcionan de forma autónoma, que nos permiten desligarnos de tareas para las que no tenemos tiempo, existirían y los utilizaríamos con tanta naturalidad.
Además, no nos importaba mucho el medioambiente, como ahora que todos los sistemas son ecológicos y sostenibles evitando la contaminación ambiental.
Las estufas eléctricas o las estufas de pellets son un buen ejemplo de esto, ambas con sistemas de bajo consumo y un funcionamiento que evita la emanación de residuos tóxicos, no depredan la naturaleza y empiezan a calentar la casa solas, basta dejarlas programadas. Ya nadie se imagina el crepitar del fuego en la chimenea… Tampoco pueden imaginar el olor de la carne asada a carbón o el pollo cocido a la leña.
Ahora el jardín se moja solo, con un sistema subterráneo que mantiene la adecuada humedad de las plantas.
Miré firmemente a mi pequeña nieta, le acaricié el pelo sin saber por dónde empezar a comunicar las diferencias abismales, entre su mundo y el mío… Con la voz parsimoniosa le dije:
– Mí niña linda, yo nací y crecí en el mundo antiguo donde las comodidades que eran modernas, ahora son tan antiguas que hasta son chistosas… No existían máquinas con inteligencia artificial en el cotidiano, las comodidades no eran accesibles a todos; aún no vivían entre nosotros los extraterrestres y el planeta aún era un caos. Existía todo tipo de miseria y la paz era un sueño, un ideal que parecía inalcanzable. Yo nunca pensé, que fuera vivir tanto y llegar a ser tan vieja como para ver tantos cambios.
Los cambios empezaron, precisamente, en el año 2021. En el primer minuto del primer día del año. Era de noche, en aquella época el planeta tenía otra inclinación, entonces, cuando la mitad del planeta estaba en el día, la otra mitad estaba en la noche. Cuando unos estaban en invierno, los otros estaban en verano. No era como ahora que el sol aparece y se oculta para todo el planeta al mismo tiempo. Además, había luna…
Pues, bien, las personas, estaban en la calle saludando el nuevo año, de manera primitiva, con fuegos de artificio y haciendo exageraciones como beber sin medida. Entonces, aparecieron miles de miles de naves espaciales y derramaron una especie de llovizna, que cayó sobre todos los seres vivos del planeta Tierra e inmediatamente, los perros y gatos empezaron a hablar, las personas se olvidaron del mal y todos empezaron a trabajar en sintonía, adaptándose instantáneamente, a la nueva vida. A cada ser humano, fue asignado un extraterrestre que le ayudaba a comprender el nuevo orden y a adaptarse a las nuevas tecnologías.
Así, que desaparecieron las lavadoras de ropa, porque ahora tenemos estas vestes auto limpiantes, que podemos cambiar su forma y color, solamente con nuestro pensamiento cuando tocamos su etiqueta.
Ya nos alimentamos de otras cosas, como el maná que bebes en tu taza de cristal cada día. Y no faenamos animales y estamos en harmonía con la naturaleza.
La casa era diferente, porque necesitábamos más cosas para poder vivir con cierta comodidad. Te explicaré una a una, pero otro día. Hoy te diré, que todo ha cambiado y el amor impera en el planeta y nadie de las nuevas generaciones, conoce lo contrario. Pero lo que sigue igual y no entiendo por qué, son las tijeras de podar las rosas.
Publicado en la Antología: “Ampulheta@: Crônicas futuristas”. Christina Ramalho –I. ed. –Natal/RN: Lugraf, Brasil (2020).