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Las señas del mundo y del barrio a Luis Arce

Este domingo se insinuará la mirada global del presidente Arce en su discurso, aunque actores del mundo y del barrio ya le hacen señas. Para dolor de los que no lo aceptan aquí, ninguno de esos actores expresa la más mísera duda del triunfo de Arce.

Vendrán, por ejemplo, el rey de España con el vice Pablo Iglesias (viejo conocido y consultor de la casa) de chaperón ideológico, como emisarios de Europa. Francia (sí, Macron) y España apostaron al MAS este año.

Para desilusión de la hinchada nativa de Trump, la llamada de Mike Pompeo a Luis Arce indica que Bolivia no es Venezuela para Estados Unidos. Y que, con disculpa del evismo, Arce no es Evo, dicho como elogio, en este caso por los gringos.

Pompeo mencionó a Arce las oportunidades de una nueva relación con Estados Unidos y su eventual asistencia, económica y para el Covid. Pompeo indicó así que Arce tiene más opciones internacionales que Evo, y sin hincarse, al menos por ahora. Si Joe Biden es presidente, esas opciones crecerán. No sé por qué, pero me acordé que, a inicios de los años 60, la revolución nacional acabó como el contraejemplo de Cuba para Washington.

El emperador chino, Xi Jinping, por su lado, envió felicitaciones. Los chinos pasaron, en Bolivia, de andar de puntitas por un año a la exultación. Las palabras de la China al binomio electo no sonaron a pura etiqueta: “asociación estratégica” y “nuevos y mayores avances en la causa de la construcción nacional”. Esto último como para salpimentar el nacionalismo del MAS y la aversión a la política estadounidense del palo grande (big stick).

Putin hizo algo igual, con carta a Arce y todo. En ella se leen los términos “seguridad y estabilidad regionales”. Con que no sea la “seguridad” de Caracas, todos tranquis. En esa carta Rusia también apunta al vecino del Norte sin nombrarlo. En el MAS ya pueden olvidar que, hace un año, el realismo ruso reconoció a Jeanine Añez como “nueva líder de Bolivia”, si bien lo compensó (en finanzas se llama hedging, que es como invertir a dos puntas para reducir el riesgo) alegando que en Bolivia en 2019 hubo “acciones que equivalen a un golpe”.

Pocos mandatarios son galanteados por tantas potencias a la vez. Los exaltados le urgirían al Presidente conseguirse un tutor de entre aquéllas, pero es de esperar que Arce elija ser adulto, en lo interno y en lo externo.

En cuanto al barrio, la venida del presidente de Paraguay no es sólo protocolar. Es un conservador, rompió relaciones con Maduro, pero eso no fue óbice para que Evo le rogara ayuda para hacerse pepa el 2019, y el paraguayo se la diera. Es, además, una suerte de delegado de la centroderecha regional ante un gobierno de izquierda que tal vez resulte en un tercer género, según anhelan varios. En el mundo pasan pues cosas, como la cercanía, en su tiempo, de Manuel Fraga (líder de la derecha española) y Fidel Castro.

Alberto Fernández arribará como el padrino, vencedor de Bolsonaro en la disputa del Alto Perú por la influencia regional. Como la economía gaucha está en andrajos, será más fácil (salvo por los asesores porteños) el socorro de La Paz a Buenos Aires que al revés.

Y finalmente parece que no llegará Piñera. Pudo ser la primera visita de un mandatario chileno luego del fallo de La Haya, pero Piñera anda flaco de fuerzas y su país en vía de quién sabe qué cambios. Es difícil que Chile cargue iniciativas ambiciosas, pero ha hecho una tarea que en Bolivia está pendiente. Su cancillería armó un equipo de reflexión de las relaciones con Bolivia, de cuyo informe se sabe este poco: “partir del Tratado de 1904 y el fallo de La Haya, propugnar con Bolivia el tránsito de una ‘sociedad geográfica a una sociedad colaborativa’ y hacer esfuerzos de inversiones y portuarios”. Ignoro si eso plasmará un giro de fondo o una nueva política de contención de los reclamos bolivianos. Pero Piñera ha llamado al sucesor de Evo para ir “hacia una nueva etapa en la relación de ambos países”. Ese ya es un mensaje, como los que dan otros con su ausencia (v.g. Bolsonaro) o su presencia (v.g. Irán), pero para eso esta columna ya queda corta.

Gonzalo Mendieta Romero es abogado.

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