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Las mujeres del narco y la policía

Una buscada narcotraficante fue capturada hace unos días en Bolivia, dándose un capítulo más de lo que parece una serie de ficción en la que también cayeron varias mujeres policías del más alto rango, las cuales utilizaban su poder para enriquecerse y las instalaciones policiales para organizar fiestas y orgías.

El hecho fue sacado a luz a raíz de que el marido de una de estas autoridades policiales, en un arranque de celos, difundiera vídeos sexuales de su mujer con un subalterno de ella y luego de que los medios de comunicación, interesados en el suculento asunto, mostraran escenas en las que marido y amante y otros hombres protagonizaran un escandaloso griterío y ventilaran chismes, dando a conocer, así, que había un entramado delincuencial entre las policías y la poderosa narcotraficante.

Son varias las mujeres detenidas y hay además involucradas otras personas, como jóvenes hombres modelos y místeres de belleza que habrían sido “contratados”; sin embargo, no se sabe de qué tipo de contrato se trata, aunque se especula sobre favores sexuales ya que es habitual que estas mujeres poderosas y ligadas al narcotráfico tengan a su lado a jóvenes bellos, ya sea como maridos o como amantes ocasionales y, con más frecuencia, ambos.

Llegado a este punto ya es evidente que las líneas anteriores hablan de una ficción y la única razón para suponerlo es que las protagonistas son mujeres. Al revés, si los protagonistas son hombres, es una historia posible, creíble, aunque igualmente digna de una película o una novela “basada en un hecho real”.

Con algunas imprecisiones, sí es una historia real que desde hace varios días abre portadas y titulares en los medios de comunicación bolivianos. Se trata de jefes policiales que estarían ligados al narcotráfico, de un supuesto narcotraficante buscado y capturado (se entregó), donde además estarían involucradas varias personas, entre ellas “misses y modelos”, y donde las mujeres y amantes de los policías aparecieron en medios ventilando los hechos por “celos”.

Es interesante cómo se describe este hecho en los medios, ya que hablan de un “griterío” de “escándalo” y de que “ventilaran chismes”. Esta frase sólo es atribuible a mujeres, no es posible imaginar a hombres en esa situación a no ser que sean gays. Y no es que no puedan estar en esa tesitura, los hombres también pueden ser muy chismosos y gritan bien fuerte, es la manera de describirlo, solo que no se usan esas palabras con los hombres. De ser hombres se diría “en defensa de su honor se enfrentaron públicamente”, seguramente a golpes, y “denunciaron…”. Es parte del lenguaje sexista.

¿Y por qué no es tan poco probable que haya mujeres que sean altos cargos policiales e importantes narcotraficantes? Las hay, pero pocas, tan pocas que cuando llegan a serlo el hecho de serlo siendo mujer ya es noticia.
El poder es masculino en todos los ámbitos, cuanto más poderoso es el espacio más masculino es, tal como ocurre con la Policía, tal como ocurre en el narcotráfico. Y las alianzas son también masculinas.

¿Alguien se puede imaginar a una jefa policial encerrándose en su despacho con hombres para desenfrenos sexuales? No ella tendría que ser la más prudente y juiciosa de la institución ya que todos los ojos estarían sobre ella. Y no es cuestión de moralidad, siempre atribuida como algo “natural” e imprescindible para las mujeres. No, aquí es cuestión de poder y de impunidad y de que algunas situaciones son normalizadas para los hombres.

El poder ejercido correctamente y el delincuencial son masculinos. Y no es que se busque que haya mujeres delincuentes, es que esta historia es una muestra de cómo se ejerce ese poder y el lugar que públicamente se da a las mujeres.

Un último aspecto es que el narcotraficante se entregó porque, según denuncia y dicen los medios, las autoridades amenazaron con quitarle la custodia de sus hijos que se encontraban al cuidado de la abuela. Se trata, en mi opinión, de una violencia de Estado hacia esos infantes, hacia esa abuela que los cuida y hacia el mismo acusado. Es también un mal uso del poder de las instituciones.

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