La “victoria” del MAS sobre la nación se pudiera resumir en tres tristes guerras que terminaron en sendas derrotas para Bolivia. “Guerras” emprendidas por la subversión “MAS-socialista”, a nombre de la gente: la del Agua (2000), la del Gas (2003) y la de la Haya (2018).
Digo derrotas porque hoy Bolivia no tiene agua, no tiene gas y ha rematado su aspiración al mar al haber acudido a La Haya sin éxito.
Estas “victorias” del MAS han significado la destrucción institucional de la política, de la economía y de la coherencia social nuestra. La responsabilidad histórica recae plenamente sobre el régimen MAS-socialista de estos 17 últimos años con sus responsables máximos: Evo Morales, Álvaro García Linera, Luis Arce Catacora y David Choquehuanca.
La sucesión de gobiernos de la nueva democracia alcanzada en 1982 fue trabajosamente construyendo la institucionalidad política, económica y administrativa del Estado. Los logros se plasmaron en un sistema electoral confiable, un Banco Central autónomo, una Contraloría General moderna, autoridades de Aduanas e Impuestos Internos institucionalizadas, gobiernos municipales autónomos y descentralizados, mejoras y avances en los sistemas de salud, educación y seguridad social, entre otros que, aunque imperfectos, fueron tareas en progreso y perfeccionamiento.
Todo ello contribuyó a una gobernabilidad en mejoría con alternabilidad democrática y a un manejo económico prudente, a pesar de la aguda pobreza fiscal crónica, mientras se preparaban las bases institucionales y de sustento económico futuro.
En 1932 Bolivia fue a la guerra con Paraguay en defensa de los hidrocarburos del sudeste de Bolivia, en el Chaco. Riqueza que se logró conservar a pesar de la enorme pérdida territorial y los 50.000 hombres muertos, en su mayoría del occidente boliviano, que se sacrificaron.
Desde 1974, cuando se firmó el acuerdo Banzer-Geisel con Brasil, pasando el acuerdo de venta de gas en los gobiernos de Paz Zamora e Itamar Franco y su canciller Fernando Henrique Cardozo firmado en 1993; y la apertura de las válvulas del flamantemente gaseoducto en el 2003, fueron 40 años de continuo esfuerzo nacional, de reformas institucionales para dotarnos de recursos para el desarrollo.
¿Cómo fue aquello posible?
Básicamente porque el grueso de las inversiones de riesgo fue efectuado por empresas extranjeras privadas a cargo de la exploración, cuantificación y certificación de nuestro potencial gasífero, lo que hizo posible la suscripción de los contratos de venta, principalmente con Brasil.
Además, la capitalización de las empresas públicas que logró atraer al país capacidad de gestión e históricamente el mayor influjo de inversión extranjera de más de 2,500 millones de dólares (con lo que, entre otros, se desarrolló el potencial gasífero), que representa sólo el 0.5% de los más de 55.000 millones de dólares de ingresos adicionales generados solo con la exportación de gas natural durante 15 años del gobierno del MAS. ¡Cuatro veces el monto del Producto Interno Bruto de Bolivia de 2006!
La mesa puesta
Las tan criticadas “democracia pactada” y “partidocracia” dejaron al cabo de 23 años de difíciles avances y reformas liberales, un país en desarrollo con la base institucional, aunque imperfecta, pero suficiente para dar el gran salto a la modernidad, el desarrollo y la prosperidad.
Antonio Saravia nos recordó que ya en 1995, el Índice de Libertad Económica (ILE), que está íntimamente ligado al progreso y bienestar de las naciones, nos colocaba en el puesto 56 entre 101 naciones, ligeramente por debajo del promedio mundial; luego en 1998 subimos al puesto 25 entre 155 países del mundo y nos mantuvimos muy por encima del promedio latinoamericano hasta 2004. Todo un avance.
¿Dónde se extravió el camino?
Fue a partir del 2006, cuando se cambió el sistema económico liberal a un capitalismo de Estado secante, que Bolivia empezó rápidamente a declinar hasta convertirse hoy el país con peor ILE del continente americano, ocupando el puesto 172 entre 178 países, ¡detrás de Haití!
Después de casi 20 años de régimen MAS-socialista tenemos un país en harapos, empobrecido, vilificado, desprestigiado, corrompido y fracasado. Alineado internacionalmente con “países parias”, terroristas, teocráticos, dictatoriales, o belicistas, en suma con “países fallidos” como Rusia, Irán, Cuba, Venezuela o Nicaragua.
Bolivia ha perdido múltiples “guerras” a manos del MAS-socialismo, pero no la guerra definitiva, que aún estamos a tiempo de ganar.