Homero Carvalho Oliva
En las décadas de los sesenta y setenta, en Latinoamérica, los intelectuales marxistas influenciados por la Revolución Cubana, postulaban que la acción teórica sartreana, del intelectual comprometido, tenía que pasar del pensamiento a la acción política, y con ellos nació la figura el intelectual orgánico.
En esta línea del intelectual comprometido con su realidad social, el ejemplo más deslumbrante es Julio Cortázar, cuyo opuesto en un compromiso aparentemente exclusivo con la literatura sería Jorge Luis Borges. Cortázar, pese a haber vivido casi toda su vida en Francia, es el intelectual latinoamericano comprometido por antonomasia. Él mismo afirmaba de sí mismo que “de la Argentina se alejó un escritor para quien la realidad, como la imaginaba Mallarmé, debía culminar en un libro; en París nació un hombre para quien los libros debían culminar en la realidad” y agregaba que el intelectual consciente por su proceso humano se volvía más planetario. Y por eso su compromiso estaba en la disposición de apoyo allí donde pudiera ser útil, además de escribir para la revolución como “una encarnación de la conciencia de los pueblos”.
Ahora bien, veamos otro ejemplo: el argentino Rodolfo Walsh que se diferencia de Cortázar en el hecho de que, si éste era un intelectual comprometido, Walsh era un escritor que asume un compromiso político y no dudó en sacrificar su vida por un ideal. En esta línea se podía insertar la vida de Amalia Decker, escritora boliviana, que, si bien, era muy jovencita cuando militó en una organización que creyó en la lucha armada y aún no contaba con una sólida formación intelectual que tuvo años después, no le impidió asumir la esperanza por un mundo mejor. Amalia fue protagonista de una época en la que no había tiempo para las palabras y sobrevivió para contarla, con las palabras que calló, con las que fue descubriendo a largo de su existencia y que ahora son su presente y su futuro. Fue su formación intelectual la que la llevaría a cuestionarse, en la década de los noventa, todo su pasado, hasta publicar su primera novela Carmela (2001), que es la historia de una guerrillera, en una época en la que muchos revolucionarios creían que la revolución era cosa de hombres; esta novela es un retrato de la lucha de la generación que creyó en el Che Guevara, así como una denuncia de los horrores de la dictadura. Esta novela será reeditada en España por Editorial BGR.
Siempre he afirmado que la novela, es un acto de resistencia, nos ayuda a comprender la condición humana, es una manera de indagarla, de profundizar en la vida, de elevarse y mirar el mundo desde nuestro interior, que es lo más alto que puede llegar un ser humano, para desde allí llevar la vida a la escritura. Las buenas novelas indagan, entre cosas, en el recóndito misterio psicológico de los seres humanos y Amalia lo aplicó de manera sabia en cada una de sus posteriores novelas. De una gran novelista pasamos a una gran cuentista, eso fue lo primero que pensé cuando leí La Valija, el primero y, espero que no sea el último, de sus libros de cuentos. Al pensar en la escritora comprometida con su realidad se me ocurrió que Amalia siempre estuvo a contracorriente, cuando la mayoría de los narradores empezamos escribiendo cuentos y desembocamos en la novela, Amalia lo hizo al revés y el resultado de esta periodista de profesión y escritora de vocación es su libro de cuentos La valija.
Valija, objeto que guarda lo necesario para un viaje, baúl de recuerdos, cofre de tesoros de tiempos pasados: ropas, juguetes, álbumes de fotografías, adornos, cuadernos y libros escolares, en fin…la vida misma en una maleta; de eso se trata La valija, libro de cuentos de Amalia Decker, escritos con la maestría de una narradora que sabe contar historias y que ha llegado a la plenitud de su escritura. Este un libro, que en realidad son cuatro, protagonizado por mujeres: guerrilleras, amigas, hermanas, madres, amigas, compañeras, tamizadas por la epifanía de la palabra. En el primer libro cuenta la vida cotidiana de mujeres que se preparan para la lucha armada; en el segundo la de mujeres que descubren que su piel es lo más profundo que poseemos los seres humanos, la frontera en el cuerpo y el alma; el tercero narra el sórdido mundo del narcotráfico que, pese a ser un mal endémico de nuestro país, aún nos negamos a enfrentar como sociedad y en el cuarto la escritora camina por ciudades oníricas y/o reales, al leer los relatos de esta parte vinieron a mi mente la ciudades invisibles de Italo Calvino.
En el texto que nos introduce a su libro Amalia inicia el primer párrafo afirmando: “Impulsada por la fuerza del destino…” y en el último párrafo del cuento que cierra este volumen señala: “No Hay vuelta atrás. Este es mi destino”; Así es querida Amalia, la escritura siempre fue tu destino y sabes honrarlo.