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La traición de la izquierda venezolana

Supongamos, que no es cierto, que en algún momento hubo una izquierda chavista deseosa de revolución. No hubo tal sino un esquema delincuencial que a nombre de los pobres construyó un imperio de dinastías, cárteles y más. Los Chávez se convirtieron en opulentos magnates y el petróleo sirvió en parte para subsidiar la miseria, acostumbrar un pueblo a la limosna mientras la tajada grande se quedaba con ellos.

Hubo oposición de la izquierda, mínima, pero la masa enfebrecida de izquierdosos vio el negocio y se metió de cabeza en el lodo que los elevaba de nivel social y les permitía lujos jamás pensados. Todo en medio del populismo invadiendo casi toda América del Sur y proclamando las enseñanzas de los millonarios Castro, esclavizadores y potentados.

Hoy Nicolás Maduro, heredero del mandril fallecido en llanto y fervoroso creyente mientras ensuciaba pañales, inventa pasos para alargar un poco el resto de vida que le queda. En parte tienen razón, él, Cabello y tantos otros, porque el destino señalado está lleno de cárceles y condenas de las que no podrán escapar. Es su última carta, la del crimen descarado, el asesinato, antes de perecer –ojalá- a manos de la turba hambrienta o dar con los huesos en prisión.

¿Qué espera a Venezuela? Dudo que la MUD, ya a tiempo de convertirse en poder, permanezca unida. De hecho hay una confrontación silente de personalidades entre Capriles y Leopoldo López. Ya lo decidirán. Las cosas del poder se resuelven en las élites. El pueblo, que en este momento muere y luego mata, se queda en las acciones que aceleran los procesos. Luego se lo olvida. ¿A quién culpar de la prominencia cercana de la derecha en el país sino a la izquierda? Sucede lo mismo en Argentina: tanto hablar de Macri y llorar desgracias sin preguntarse quién lo puso en el gobierno.

Cuando llegue el momento, que viene, de la caída del madurismo y del chavismo recalcitrante chillará la izquierda latinoamericana que nada mejor sabe, aparte de robar. Por ahora se precian de la “victoria” de Maduro con su falsa Constituyente. Trump, cuyo círculo cercano de oligarcas no deja de aprovechar la situación, está a punto de decidir sanciones que mandarían al gobierno venezolano en su caída final. Veremos si lo hace que otras son sus preocupaciones. Decíamos que ya de rodillas el chavismo cederá espacio a la derecha. Esta, de seguro, hará al principio concesiones que beneficien y alivien a la gran masa popular hasta decidir, como siempre, políticas favorables a lo suyo. Entonces escucharemos la eterna queja de que la derecha esto y la derecha lo otro, olvidándose que a nombre de la revolución se mató, reprimió, robó, a costa de su base cuya mejora no pasó de migajas, subsidios no eternos, basura mediática y dirigencia corrupta y maleada.

El domingo 30 de julio decidió el destino de la ya veinteañera “revolución bolivariana”. Complicado asunto porque no hay rastro de inseguridad en las fuerzas armadas por cuyos cuarteles pasa cualquier nuevo gobierno. A no ser que las sanciones externas, el desacuerdo internacional, presionen tanto que desbarranquen a los mafiosos. A ello seguirá la desbandada y -debiera ser- la cacería, porque alguien tiene que pagar por la tragedia, a pesar de que la venganza popular no hace otra cosa que satisfacer el morbo y luego perderse. De todos modos, Nicolás Maduro y su esposa no pueden sacarla barata. Hay que pensar en la sombra de Rumania.

Decisiva semana, esta, que se cargará de más sangre a no dudarlo. No hay que dar nada por sentado y considerar cada minuto como situación desesperada. Tiempo de acción inmediata y tal vez de golpes de mano. El enemigo está herido de muerte y tirará dentelladas. El fin está predicho, hay que tratar de minimizar las pérdidas y preparar los castigos.

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