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«La plaza de la amistosofía»

Homero Carvalho Oliva

  • Todo es relativo…
  • Menos la amistad
    Luis Weinstein Crenovich

No es el Y0
Fundamental
Eso que busca el poeta
Sino el Tú
Esencial
Antonio Machado

Para las amigas y amigos compañeros de ruta, que siempre están curando las ampollas del camino y compartiendo el fuego de la palabra.

Hace más de diez años inicié un viaje hacía mi mismo, fui abandonando los prejuicios, los vicios, las malas compañías y fui reconociendo mis errores como primer paso para aliviar la carga; el viaje lo preparé siguiendo la lógica aymara de que el pasado es lo que tenemos delante de nosotros, es lo visible, y, a medida que se camina, los recuerdos van marcando el calendario, visibilizando el futuro que, según la filosofía andina, está detrás de nosotros. Partí sintiendo que el niño, que siempre me acompaña, se amarraba los zapatos para apurar el paso y dejé que el azar, que es otro de los nombres de la Divinidad, trazara el itinerario. Llevaba conmigo el amor de mi familia, el cariño de mis amigos, algunos libros de filosofía y poesía.

Antes de partir, tuve una epifanía: Mi alma, que ya estaba despierta antes de mi primer llanto, me aconsejó que no partiera cargado de zozobra, que meditara y que me asegurara de llevar el equipaje necesario, que dejara espacio para la poesía que por los caminos se iría revelando, y que no olvidara las buenas palabras del sabio Jamioy, poeta de la nación Kamsá del valle de Sibundoy, en el Putumayo colombiano, quien aconseja que en el camino “debes tener los pies en la cabeza para que tus pasos nunca sean ciegos”.

En estos años de camina hacía mismo, me he encontrado con caminantes cuyos pasos son huecos y sus palabras se parecen a esas casas que nunca fueron habitadas. Otros parecen que no se sienten bien en ningún lugar, porque son felices en todos los lugares. Escuché a los que tienen la inveterada costumbre de usar las palabras como máscaras para ocultar sus intenciones. Contemplé a otros que llegaban cargados de oscuridad y desenvainaban sus palabras desde la tumba del alma y comprobé que nadie puede ofenderte si la ofensa no está en ti, y, también, conocí a aquellos que recién han empezado el camino y hablan, tan prosaicos que estremecen, como si hubiesen recorrido muchas vidas. Algunos te emboscan con sus palabras y otros con sus soberbias.

En las pascanas de descanso siempre estaba algún amigo. Alrededor de la fraternidad de la palabra, en la que el yo es el de toda la especie humana, deslumbrado por la forma pura de la narración, el reino de la memoria, aprendí a respetar a los que, ante la más fogosa y entretenida conversación, guardan silencio como si fueran rocas inmutables frente a las furiosas olas del diálogo. El silencio es su destino.

Hubo atajos en los que me crucé con soñadores, herederos de una larga nostalgia, que añoraban con regresar adonde nunca estuvieron; presté atención a los que creen que la Historia es Dios y a los que se parecen a Sherezade y cuentan historias como si en ello se les fuera la vida, narran prodigiosamente, transfigurándose en sus propias palabras que hacen las veces de todas las artes; me maravillé con los que llegan iluminándolo todo, como si la Divinidad estuviera en cada una de sus palabras, que son como el resplandor que circunda la luz de sus ojos, esos seres humanos ya estuvieron camino a Damasco, y con ellos comprendí que la poesía es nuestro último Paitití y que, pese a la virtualidad, las palabras siguen y seguirán siendo el signo de los tiempos.

Escuché todas las palabras y me quedé con aquellas que nominan el mundo y sus alrededores, aquellas que cuentan la historia de la humanidad, de los hacedores del día y de la noche, palabras con inesperados significados con los que vamos creando nuevos lugares comunes, su recuerdo es el camino. En esta cuarentena les he contado de esas cosas a mis hijos, me convertí en un ser hablado con esas palabras y volví a crear los paisajes, reviví los lugares que visité, moldeé las esculturas que descubrí, pinté los colores con los que aluciné y saboreé los platos que disfruté, y si el camino era corto siempre me quedaban milagrosas palabras, antiguas y nuevas, para prolongarlo.

El encuentro

En los caminos virtuales que recorro desde hace una década me encontré con María Alicia Pino, poeta chilena, que me fue presentada por el vate boliviano Juan Carlos Etcheverry Cristi, muy pronto supe que era una maestra del camino que iluminaría mis pasos y así fue. María Alicia me integró a una red de amigos que practican la “Amistosofía”, no quise preguntarle de qué se trataba porque sabía que la respuesta me la darían los miembros de este hermoso grupo de mujeres y hombres que siempre tienen la palabra apropiada para cada día, para hacer de los días la celebración del milagro de vivir.

Me incluyeron a una lista de correos y, desde entonces, cada día me llegan mensajes, poemas, cuentos y breves ensayos sobre la amistad, la vida, el amor, la literatura, el universo, la naturaleza, todos los temas unidos por el sentimiento de la armonía y la paz. María Alicia me habló de Luis Weinstein Crenovich, chileno, casado, con 3 hijos, 11 nietos y dos bisnietos, poeta y ensayista, buceador en fábulas y mitos, educador comunitario desde los 15 años, médico psiquiatra y de salud pública, sicoterapeuta de existencial-social, además es Editor general de la Revista Co.incidir, luego me pasó algunos libros suyos, en lo que leí la definición de Amistosofía: “La amistad es una actitud positiva, de acercamiento, de afecto, de compartir, de converger, de cuidado, de ayuda mutua, de promoción humana, de equidad, de respeto a la naturaleza, de posicionamiento de la condición humana, de búsqueda de la esencia, de la espiritualidad. (…) Sofía es sabiduría; Amistosofía… encuentro de la orientación amistosa, en todos sus niveles, con la Sofía, la sabiduría, la visión de conjunto, la cosecha de la experiencia, el pre-requisito del sentido, la condición esencial para enfrentar las crisis y la actual crisis de la civilización. (…) Amistosofía, una dirección para el desarrollo de conciencia, para la convivencia, para la salud integral. Una tarea para la unidad en la diversidad, Una tarea política en el sentido de la palabra. Amistosofía, un desarrollo personal, un desarrollo humano, una ecología, una sabiduría, una dirección, una búsqueda”.

Día tras día los fui conociendo a través de sus palabras en las redes sociales, en los correos electrónicos, así como en la revista Co.incidir y me fui identificando con ellos, con su forma de enfrentar la vida haciendo del amor, la alegría y la esperanza una razón de vivir y, poco a poco, fui aceptando que eso es lo que yo quiero hacer de mis días. Sus enseñanzas que “incluye la ecología del yo en la lucha por un cambio eco socio cultural” es un precepto que también aprendí de otra amiga/hermana como lo es Claudia Vaca que, desde su palestra, insiste en la “PoÉtica” para con/crecer y para que los lectores no solamente leamos libros sino también las hojas de nuestras vidas, para superar los males sociales juntos, para que tengamos la posibilidad de elegir y decidir. En esta época de pandemia saber que existen amigos/hermanos como los que me escriben todos los días a mi correo electrónico es una bendición.

Atrás quedaron los que creen que la vida es una competencia en la que todo vale, los que creen que la amistad se puede comprar, los que entran a la literatura para dañar a los demás, los que creen que los días son para acumular odio y rencor, pobres de espíritu que no quieren darse cuenta que los caminos de la vida son infinitos y que cada quien elige el suyo sin necesidad de tomar por asalto el del prójimo. De todos ellos me alejé a tiempo, ya se sabe que si se rompe una amistad es porque nunca la hubo. Así que vivamos felices entonces, ahora y después; hagamos como los niños que no se preguntan qué es la felicidad, simplemente son felices.

La plaza de la Amistosofía

En el prólogo a uno de los libros de Luis titulado La plaza de la Amistosofía nuestra amiga/hermana María Alicia (Malicia), poeta y editora, nos cuenta que “hay plazas y plazas. Cuando niños corremos hacia ellas por las tardes, a jugar con los amigos del barrio. Los niños sólo saben jugar y quién de nosotros no recuerda la extraña sensación de mirar a los adultos y no entender cómo podían transcurrir su día sin el juego de la tarde, sin la risa, sin el asombro. Seguro ahora, cuando miramos a los niños, pensamos, ¿cómo pueden estar todo el día jugando? ¿Qué es eso de entretenerse saltando, imaginando, riendo?” y con ellos yo también elijo volver a la Plaza de la Amistosofía, allí me quedaré por una eternidad porque allí me aguardan los amigos y amigas que amo, los que la vida me fue brindando en el barrio, en el colegio, en la universidad, en el trabajo, en la literatura y en las redes sociales, espacio virtual donde he encontrado a algunas de mis mejores amistades que sin haberlos conocido personalmente nos amamos.

En ese hermoso libro, simbólico y metafórico Luis, a través de diálogos con algunos de los más entrañables personajes de la literatura y de la vida real: “algunas y algunos de ellos están en el imaginario colectivo y casi universal: el Principito Antonio, el Zorro, La Rosa, el Baobab, la serpiente del Planeta Tierra de Saint Exupery, Alicia, la gata Dina, el gato de Cheshire, el Conejo Blanco, la rata, la serpiente del País de las Maravillas, el Profeta y Almitra de Gibrán y Juan Salvador y otras Gaviotas de Bach, Higia, Quirón, Sancho, Dulcinea, Don Quijote, la Identidad, la Existencia, el Sentido. Otras y otros son de bajo perfil, como la Coneja Rosada y el Conejo Rosado, la Delfina Luna y el Delfín Alfa Centauro”, nos enseña el coraje de ser para transformarnos en una Sociedad más humanizada. Esa sociedad con la que soñamos cuando éramos jóvenes y con María Alicia, Luis y todos los amigos de Co.Incidir volví a soñarla y a vivirla.

A propósito del movimiento desencadenado por Luis, Myriam Carmen Pinto, en Historias de humanos demasiados humanos, Serie Zurdos no diestros, afirma:” Desde las decisiones y el quehacer de cada cual la apuesta es avanzar hacia una sociedad más humanizada, democrática, respetuosa y en armonía con la naturaleza. Se trata de un movimiento, que Weinstein, denomina “Multiversal”. Aquí confluyen ideas y acciones múltiples y diversas; una suerte de red promotora de diálogos, compromisos y acciones enmarcadas en la búsqueda de nuevos equilibrios, balancear el desarrollo actual basado en un desarrollo vertebrado en el individuo, la ciencia, la técnica y lo económico”.

En el correo de hace unos días Luis envió algunas citas memorables, como esta de Roberto Juarroz: “Detenerse ante el asombro que se despliega en el gesto de la rosa o en la maravillada tertulia que entablan los colores y los pájaros sobre la franja insegura del atardecer, equivale a asombrarse del asombro. Aparece entonces una nueva inocencia. Más esencial que la primera. Solo en ella germina
El asombro definitivo: el reconocimiento a través de las máscaras La salvación por el asombro”.

Para mantener nuestro cariño debemos lograr una amistad con el asombro y el asombro por la amistad. Para mí la amistad, profunda y verdadera, es otro de los nombres de la Divinidad y las flores del jardín de la amistad son invisibles porque están en nuestras almas; sin embargo, las vemos cuando se acerca un amigo. Y con Pompeyo yo creo que Navigare necesse est, vivere non necesse para decir con Johan Wolfgang Goethe: “Asombro: Lo más elevado del hombre”. Somos “finitos con nostalgia de infinito, integrable con la amistosofía”. Hagamos que esta filosofía de vida se multiplique para hacer de nuestro mundo un espacio de encuentros abriendo todas las puertas de los afectos. Concluyo con Luis: “La amistad es, posiblemente, el más poético de los florecimientos de la vida”.

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