Márcia Batista Ramos
Al cabo de años de luchas feministas, de discusiones sobre el papel de la mujer en la sociedad contemporánea; de justísimas campañas por defender nuestros derechos ciudadanos; las mujeres hemos arribado a una circunstancia: en un entorno más o menos justo y equilibrado a nivel de legislación y derechos. Pero, la situación de pobreza, en que se vive en los países latinoamericanos, demuestra que hay mucho por caminar en términos de compromiso y equidad social, para poder terminar con las injusticias sociales y políticas, en que viven las mayorías desposeídas, de las cuales, las mujeres también formamos parte.
En nuestro país, desde la aparición de la poeta Adela Zamudio, transcurrió mucho tiempo, para que el fenómeno literario más comentado de los últimos años sea: «la proliferación de mujeres escritoras en Bolivia»; que eventualmente, se atrincheran en antologías femeninas, no sin el cribo de una opinión masculina, porque mentalmente e infelizmente, muchas de las mujeres de nuestro medio, no logran desprenderse de la mentalidad machista que da supremacía a la opinión masculina; por ende, en la literatura el machismo sigue vigente, ya que es avalado por las propias mujeres.
En Bolivia, hablar de que si la literatura femenina es diferente de la masculina; o si las escritoras actuales, en general, estamos aportando «un tratamiento femenino» a la narrativa, es una discusión inútil; porque la escritura no es femenina ni masculina, sino simplemente es: «buena o mala».
Además, porque la literatura de mujeres, y su éxito consiguiente, no es algo nuevo, lleva al menos dos siglos; y si las mujeres bolivianas, intelectualmente, no acompañamos el desarrollo del pensamiento, a nivel mundial, es porque preferimos esperar el tiempo de choclos para hacer humintas, en vez de involucrarnos en el debate sociocultural e intelectual; y eso es solo nuestra responsabilidad, dejemos a los hombres fuera del caso.
Virginia Woolf en su famoso ensayo: «Las mujeres y la narrativa» (The Forum, 1929; recogido posteriormente en sus Collected Essays), se preguntaba por qué las mujeres no produjeron literatura en forma continua antes del siglo XVIII, y por qué, después, escribieron casi tan habitualmente como los hombres, al punto de que «dieron a luz» algunas de las novelas más representativas de la literatura inglesa.
Es la misma Virginia Woolf quien señala que, a partir de 1790, cuando se publican las primeras novelas de Jane Austen, la literatura escrita por mujeres es tan frecuente y cotidiana como la escrita por hombres.
El fenómeno no se reduce a Inglaterra, pues de manera paulatina se generalizó en toda Europa, y para mediados del siglo XIX, en casi todo el mundo. Pero, si las mujeres bolivianas tardamos en seguir los pasos de las mujeres del mundo… y hoy queremos ver con agradable admiración el fenómeno literario: «proliferación de mujeres escritoras en Bolivia», es algo altamente endógeno, que solo a nuestra mentalidad limitada atañe; por lo tanto, no podemos esperar aplausos del resto del mundo.
La producción literaria de las mujeres fue potente y extraordinaria en muchos países, logrando alcanzar niveles de excelencia, en sus obras, e influenciando generaciones posteriores, como Maria Tereza Horta, en Portugal, Virginia Woolf, en Inglaterra y Clarice Lispector, en Brasil.
Sin embargo, lo que podemos señalar, como algo novedoso y altamente positivo, en nuestro país, es el boom actual de la literatura femenina que no está referido a la escritura, sino a la lectura. Hoy en día, debemos reconocer, que hay más lectoras que en la primera mitad del siglo pasado, gracias a los procesos de inclusión y de reformas profundas desde el Estado boliviano, que permitió que más mujeres accedan a la educación, en todos los niveles; y son estas lectoras las que están revolucionando la literatura: después de todo, como Borges demostró hasta la saciedad, la literatura es mucho más un arte derivado de la lectura que de la escritura.
Pienso que es muy importante, y celebro, que el número de lectoras haya crecido de forma geométrica, desde mediados del siglo pasado a la fecha; avalando, así, los enormes avances socio políticos ocurridos en nuestro país, a partir de la segunda mitad del siglo pasado, con la Revolución de 1952; aunque, dentro la esfera global, Bolivia se identifica por su lento grado de desarrollo socio económico.
La mujer boliviana lectora, independientemente, de su doble jornada laboral y del déficit de bibliotecas «per cápita» en el país, logró con el paso del tiempo, ocupar un lugar de vanguardia, ya que tuvo la capacidad y la creatividad suficiente para sacar tiempo al tiempo para la lectura, en una búsqueda constante de superación intelectual. Creando el hábito de entretenimiento de calidad, que permite desarrollar su imaginación; al tiempo que se aleja, momentáneamente, de los medios masivos de comunicación, que no permiten el desarrollo del pensamiento crítico.
Muy al margen, de lo expuesto anteriormente, en el país, existen innumerables clubes de libro que fueran creados por mujeres en todas las ciudades; frecuentados por mujeres de la clase media, normalmente de la tercera edad, (porque también existen, en menor número, clubes de libros juveniles y mixtos), no obstante ser agrupaciones cerradas en cuanto a su membresía, tienen la inquietud de apoyar el quehacer literario nacional, al tiempo de mantenerse actualizadas, en lo que a la literatura se refiere.
Las mujeres lectoras son personajes claves en la literatura en el siglo XXI, por ser pilar esencial de la divulgación de la literatura; además de representar la valorización de la educación, sumado al hecho de que permiten que el arte y la cultura en todas sus expresiones, hagan parte del cotidiano de los niños y adolescentes, al dar ejemplo dentro de su hogar; constituyéndose así, en personas altamente beneficiosas para la sociedad en su conjunto, porque una mujer educada es un gran ejemplo para su entorno.
Siendo así, cuando hablamos de la mujer boliviana y la literatura en el siglo XXI, somos obligados, especialmente como literatos, a rendir un sincero homenaje a los centenares de mujeres anónimas, de todas las edades, de todas las clases sociales, que buscan un espacio, en un momento libre de obligaciones laborales o familiares, para abrir un libro y deleitarse con la lectura, dando sentido al arte de escribir en pleno siglo XXI.