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La medida de las cosas

13 años que vengo escribiendo contra el embaucador. Perdí “amigos” por eso. No valían nada. Algunos ya murieron como para indicar que el reloj no es figurado, que el tiempo pasa. Al menos, creo, que hasta ahora no le escribieron bellas canciones, como aquella “si el poeta eres tú”, del gran negro cubano. Faltaría, aunque entre los poetas también hay grandes lameculos; les gusta la sal de la vida, el excremento. Viven como escarabajos de la caca, metidos en el bollo, y hacen de la política la mayor escatología, el peor verso. ¿Quién podría decir algo noble del tirano? Si representa la hez, Sodoma y Gomorra. Que la ira de Dios caiga sobre su inmensa peluda cabeza de jabalí. “El jabalí alemán y la hiena italiana”, cantaba Borges. El jabalí Morales y su hiena personal, la camba senadora, diputada, ministro y hetaira. Sabemos quién.

Octubre se acerca. Vuelvo a los amigos, una izquierda dispersa y diversa que se asocia a Carlos Mesa, opuesta a sus otrora cercanos y grey del pastor empedernido hoy. Creo que después de octubre habrá ya que declarar la indiscutible divinidad del apu mallku; mentirosa por cierto, que la piel y las penínsulas se le arrugan más y más. Y de ellas depende su reinado, del falo indiscutible en ley y dudoso en acción. Necesario para la tiranía, por supuesto, el amo se tira todo lo que camina, con dueño o sin él. Decía el payador del Martín Fierro: todo bicho que camina va a parar al asador. Triste, gobierno de dos putos insufribles, donde hasta lo mínimo es falso y lo real mentiroso. El tiempo pasa. Antes los relojes tenían un martillo que tocaba. Tiempo del martillo y de la hoz. Mi hijo, le decía la madre a Brezhnev, ¿qué haremos cuando llegue el comunismo? Los pasos hacia el cadalso son siempre los mismos en la historia. Por allí donde envió Robespierre a muchos, por allí transitó con la cabeza gacha. El Kenko de nuestra historia es una presencia simbólica: todo poder tiene fin. Hasta Dios perece en este mundo. Los ídolos de barro se hacen adobes. Hugo Chávez, el pequeño Bolívar de plastilina, ya ni cuenta como muñeco de cera. Lo olvidaron. Dime tú qué haces y te diré si perdurarás. Pocos lo hacen. Moralitos y Linerita se irán con el papel higiénico, con la menstruación colectiva. Poco o mucho que les quede, es mejor ya despedirse.

Desmedido, inclemente se podría llamar a Evo Morales. Solo producto de un país desmedido, inclemente, brutal y letal. Nada nuevo. No se inventó nada. Melgarejismo subyacente y superficial. Angurria. El poder no tiene raíz, es un liquen aéreo. Se aferra al cable, pero apenas se debilita vuela, se arrastra, se seca. Ni lo comen las gallinas. Huguito Chávez quedó de plastilina para los macacos; si hasta al mujik Lenin le comieron las piernas los insectos. Y a la Santa Evita ni qué decir. Ni santos ni dioses, transeúntes, peatones con suerte. En algo tienen razón los prácticos protestantes, que los ídolos, yeso son. No hay sustancia, jugo. Toda la “teoría” linerista es simple paja de un cojudo. Los tuertos de nuestra vida invidente, las flores del mal en amplio sentido. El sunchu que arde con llama atroz, atroz y fugaz; no deja ni brasa, no se cuecen papas allí. Hay que buscar la madera sólida, que no se ve hasta hoy, los árboles petrificados inamovibles, inconmovibles, tal vez imposibles en la tierra alta del Perú, de dónde venimos, veleidosos y traidores.

Ya ahogaron el mar, ni hablan de eso, del tremendo fracaso. Vergonzoso. A inventar nuevos mitos, la alcurnia aymara, el falso amor indígena por la naturaleza. Patrañas de machos en celo, de hembras no asumidas.

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