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La maravillosa e inútil manera de entender la poesía

“recuerda que detrás de los escombros

siempre quedan semillas”

Gabriel Chávez Casazola

El agua que inunda de plenitud la otra orilla

Según Mario Benedetti, los poetas “cultivan las palabras con delectación, pero no como lujos verbales ni reverberos gratuitos; las cultivan porque constituyen la base de su juego o de su desafío (…) el poeta ejerce un cuidado corporal de la palabra: sólo así ésta podrá dar lo mejor de sí misma”.

Tal enunciado literario emerge de la interioridad del rapsoda, quien recepta influjos externos de su realidad circundante, como elementos que alimentan al acto intrínseco de la escritura. Esto implica una relación interpretativa: texto-vivencia. La esperanza y el desaliento, la rutina y la reinvención, el gozo y la aflicción, la totalidad y el vacío, el sacrificio y la redención, la pasión y el desafecto, la dicha y la tragedia se complementan entre sí. Ecos que retroalimentan y sustentan las líneas conducentes al remezón lírico.

Gabriel Chávez Casazola (Bolivia, 1972), es autor de El agua iluminada (La Hoguera, 2010), traducido al portugués y al italiano. Es una suerte de recopilación de versos añejados con el olor del tiempo, que vieron la luz en condición de corpus como decisión acertada por la calidad poética y el alcance en la exégesis de su propuesta enriquecida de lecturas y aconteceres particulares, desencantos y satisfacciones, parábolas y alegorías, momentos sombríos y amaneceres de resplandor, ante lo cual se “quiere beber del agua / que lava la ceniza / de los ojos del mundo”.

Gabriel Chávez es el prototipo del poeta entregado al refinamiento de la grafía, al minucioso cincelado de las letras, a la celebración de la tinta derramada en el espíritu trashumante. Habitante de perspectiva ecuménica, cultivado de intelecto y sensibilidad. Exquisito conversador. Comunicador de los hechos blindados de verdad y rabia, y de la hermosura que destila el fulgor poético.

El agua iluminada se nutre de referencias bíblicas que nos devuelven la fe en la solitaria peregrinación de cada día. De alusiones literarias que nos llevan de la mano a otros territorios textuales. La imagen de la muchacha de las flores amarillas en la orilla del río. La reminiscencia de aquellos seres queridos que conforman el círculo familiar y confirman el paso del tren con su humo adherido al viento, la ausencia de la sabia mujer bordadora de quimeras, “el aroma de las hijas de la selva”, la demolición irremediable de la vivienda antigua, la caída de la tarde y de las murallas históricas, el vuelo de indefensos pájaros, “los libros en la mesa de noche”, el vino en la rememoración y la hazaña, el abrazo con los hilos intangibles de los hogares extendidos entre el aroma del café, el llanto, y, posteriormente, la soledad.

Así también, acrecienta el caudal de las aguas entre la ceguera humana y la aparición repentina de personajes (reales y ficticios) del séptimo arte, la plástica y las letras universales. Y el trazo romántico, que revela deseos latentes: “Tu corazón está lleno de vacíos, preguntas, / de miradas de noche a los cielos ajenos // Tu corazón está lleno de certezas, de credos / mediodías alegres con los pies en la tierra. / Tu corazón es un aeropuerto / una nota a pie de página / una estación de paso / la casa donde vivo”.

En El agua iluminada se expanden los poemas con insinuación descriptiva, anafórica y adjetival, sin desprenderse de la cotidiana forma de asumir la vida. Cabe insistir en la esencia del arroyo: “Y de pronto hay días que, en efecto, la luz es como / el agua, el aire es como el agua, la / noche es como el agua, la piel es como / el agua / primera / donde / fuimos felices / y sin saberlo nos regocijábamos por ello / y por todas las cosas / nuevas / bajo el sol / sentados meciéndonos / con los pies colgando alegremente / sobre el techo”.

Retomo a Benedetti: “El poeta es un peregrino cordial (…), un expedicionario de los sentimientos, un reclutador de prójimos”. Características que cumple a plenitud, Gabriel Chávez en su arte escriturario.

La mañana colmada de girasoles

Una sola lectura -voraz y veraz- de continuo me bastó para sumergirme en similares aguas cautivantes en La mañana se llenará de jardineros (El Ángel Editor, 2013), en donde Chávez Casazola reincide magistralmente sobre algunos registros de su poética: la ironía, la tendencia a la línea versal de larga amplificación, una prosística al unísono que se decanta en poema transparente, la aguda certeza de la palabra pertinente, la ruptura ante la tradicional forma del decir imaginativo, variadas texturas, ramificaciones artísticas que se entrecruzan y que van del cine, la música, la pintura (desde luego, siempre, la literatura) hasta recalar en la cultura popular y de masas, sin despreciar hitos pretéritos e ideológicos.

Por eso, se puede aseverar que la carga intertextual es categórica, lo cual ratifica el amplio conocimiento autoral. En los poemas hay guiños dialogantes de otros tiempos y de los actuales. El yo poético transita y pernocta confundiéndose con otros yoes, con otras latitudes, con otras realidades que no transfiguradas al menos alteradas, con otras voces que vienen siendo fundamentales a la hora del balance estético de “este inútil, maravillosamente inútil oficio de la escritura”, pero que tiene “La belleza [que] está en los ojos del que mira, / en el preciso y precioso jaspeado del iris de sus ojos, / en el corazón de su pupila, / en las líneas nerviosas diminutas que conectan el ojo / con la mente”.

Y aunque hay dolor en sus páginas (dolor de niño, de adolescente, de adulto), la nostalgia es materia esencial en el trazado textual. Se aprecia un recuerdo rutilante en la representación del estado de los hechos, de las cosas, de las aseveraciones con matiz de melodía legendaria que tiene el exacto impulso del todo y de la nada, en donde aguardan “Tardecitas como un vino viejo y generoso / Atardeceres y alboradas de agua fresca / Minutos intensos como un shot de tequila / Horas que son como el último whisky antes de irnos”.

El vuelo efímero del tiempo (pasado o presente) se confronta con la cadencia sempiterna del último verso del poema, ante la mirada bienhechora de Dios, comprendiendo que el objetivo del vate es atrapar con las manos vacías “el resplandor / de las estrellas”, o sea, seducir a la epifanía cuando esta llega con autenticidad.

La vida se desvela con aciertos “(..) como un champán muy ligero, / una efusión de burbujas y de luces”, y en otras ocasiones, con magulladuras que lastiman el alma y provocan la lúdica acción a través de los grafemas; creación persistente entre lo simple y anodino que implica “levantarnos, bañarnos, entalcarnos, perfumarnos, peinarnos, vestirnos”, y la certeza implacable y definitiva de saber que “Todos morimos en el momento exacto”.

En tanto, el hombre-sabio, el monje-callado riega los girasoles ante la amenaza nuclear, teniendo como telón de fondo los colores del arco iris sin principio ni final, el poeta anuncia que “la mañana se llenará de jardineros”.

Contemplar las constelaciones bajo la lluvia

Prodigiosa es la intención literaria de Gabriel Chávez, tal como lo demuestra también en Aviones de papel bajo la lluvia (Valparaíso Ediciones, 2016), en cuyos adentros se cimentan textos de confección dilatada que se refieren a la lozanía, a la vejez, a la muerte, a la pesquisa de eso que llaman felicidad, al “amor eterno”, a las constantes preguntas filosóficas alrededor del Ser, a las preocupaciones que atañen en la contemporaneidad: “abandonamos lo que somos / y al final / somos lo que / abandonamos”. Hay una descomposición/reconstrucción de las partes que le interesa al autor, desde una radiografía de asuntos habituales como la presentación de una hoja de vida, la inquietud infante, el tatuaje en la piel femenina (“Una mariposa de tinta se ha posado en la espalda / de esa muchacha”), la lluvia que cae sin cesar en los patios rancios y en las calles malolientes, la sátira social, así como la yuxtaposición entre la mitología griega y la estructura elevada que vierte en el lenguaje apoyado de marcas eruditas y a la par coloquiales (que incluyen las nuevas redes tecnológicas). Los pequeños “dioses domésticos” que conviven con nosotros bendicen esta obra bañada en los ríos de la vida. Porque una y mil veces, el autor alude a esa condición de testigo privilegiado de los días y de las noches en que el hombre le hace más de una mueca a la vida: “un fuerte y calmo mar que atraviesa el espacio / susurrándonos que nunca estamos solos, / demoliendo los muros de la ciudad de los muertos”.

En Aviones de papel bajo la lluvia hayuna búsqueda del hilo conductor que nos lleve a la poesía, con claridad expresiva, no obstante, de la connotación que aguarda siempre en su lecho, el buen poema: “lo más maravilloso de todo esto / es que debes seguir buscando, / buscando / porque todas las cosas y los seres / que se encuentran / así como llegan se alejan”. Lo explícito e implícito conservan coherencia en el tratamiento del destello metafórico, de la comparación exagerada, del reiterado engranaje sintáctico. Junto con la percepción va el rigor estilístico. Porque este es un acierto innegable; la consolidación de un estilo que deja signos singulares.

“Es la poesía de Chávez Casazola una mezcla única de intuición y reflexión, de pensamiento e inconsciente, sabedora de lo efímero y guardiana del recuerdo. Un farol que alumbra en la lejanía, allá donde aguarda la oscuridad y la distancia, pero donde, sin duda, la poesía y todas las artes serán la claridad que acerca, el resplandor que acoge”, asevera Raquel Lanseros. Nada más cierto que aquello. Esa luz que logra armonía y empatiza para siempre con el receptor.

Referencias bibliográficas

Benedetti, Mario. (2001). La realidad y la palabra. Casa de la Cultura Ecuatoriana, Cuadernos de la Casa, número 7. Quito.

Chávez Casazola, Gabriel. (2010). El agua iluminada. La Hoguera-Sello La Mancha. Bolivia.

Chávez Casazola, Gabriel. (2013). La mañana se llenará de jardineros. El Ángel Editor. Quito.

Chávez Casazola, Gabriel. (2016). Aviones de papel bajo la lluvia. Valparaíso Ediciones. España.

González Serrano, Ana. (2021, marzo, 05). El viaje del «yo»: diferencias entre el yo lírico y poético en busca de la identidad. Revista Aullido. En: https://aullidolit.com/viaje-yo-lirico-poetico-identidad/

Lanseros, Raquel. (2016, septiembre, 09). “Aviones de papel bajo la lluvia”, de Gabriel Chávez Casazola. Infolibre. En: https://www.infolibre.es/cultura/los-diablos-azules/aviones-papel-lluvia-gabriel-chavez-casazola_1_1130247.html

Aníbal Fernando Bonilla  (Otavalo, Ecuador, 1976).  

Máster en Estudios Avanzados en Literatura Española y Latinoamericana, y Máster en Escritura Creativa por la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR). Licenciado en Comunicación Social. Ha publicado, entre otros, los poemarios Gozo de madrugada (2014), Tránsito y fulgor del barro (2018), Íntimos fragmentos (2019), y la recopilación de artículos de opinión en Tesitura inacabada (2022). Finalista del Premio Nacional de Poesía Paralelo Cero 2018, y del III Premio Internacional de Poesía de Fuente Vaqueros 2023. Columnista de diario El Telégrafo entre 2010 y 2016. Articulista de El Mercurio de Cuenca, desde el 2022, y colaborador en varias revistas digitales. Participante seleccionado en el Taller de Poesía Ciudad de Bogotá Los Impresentables (2022 y 2023). Ha sido invitado a eventos de carácter literario, cultural y político en España, Nicaragua, Argentina, Uruguay, Cuba, Bolivia y Colombia, como el XV Encuentro de Poetas Iberoamericanos en Salamanca (2012), el XIII Encuentro Internacional “Poetas y Narradores De las Dos Orillas” en Punta del Este (2014), el VI Encuentro de Jóvenes Escritores de Iberoamérica y el Caribe en La Habana (2016), el III Encuentro Internacional de Poesía en la Ciudad de los Anillos en Santa Cruz de la Sierra (2016), o el XI Festival Iberoamericano de Poesía en Fusagasugá (2023).

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