Alex A. Chamán Portugal
En estos tiempos complejo y de crisis, en que las pantallas nos bombardean con un torrente interminable de imágenes y palabras, resulta imposible no sentir esa punzada de desconfianza ante lo que vemos y leemos. Como alguien que ha dedicado tiempo a desentrañar las redes de la desinformación y la manipulación mediática, veo claro cómo el capitalismo en su fase de decadencia usa la información como un arma para mantener su dominio. Resulta sumamente evidente cómo los aparatos ideológicos del Estado instrumentalizan las redes sociales y el internet, fomentando una guerra cognitiva que aliena y estupidiza a la sociedad en su conjunto, especialmente a los sectores populares. No se trata solo de «fake news», sino de un sistema entero diseñado para perpetuar la explotación y opresión, así como ahogar sofisticadamente cualquier atisbo de pensamiento crítico expresado en posturas contestatarias o rebeldía. Así, nos esforzaremos por desmenuzar lo planteado, con la convicción de que sirva como herramienta para la resistencia colectiva.

Los aparatos ideológicos del estado y la instrumentalización de la información
Recordemos a Althusser y su idea de los aparatos ideológicos del Estado: escuelas, iglesias, medios de comunicación… todos al servicio de reproducir las relaciones de producción capitalistas. Hoy, en plena era digital, las redes sociales e internet se han convertido en el aparato ideológico por excelencia. No es casualidad que plataformas como Facebook o Twitter (ahora X) estén controladas e instrumentalizadas por magnates del capital que deciden qué se ve y qué se oculta. Son ellos quienes manipulan y censuran deliberadamente. La desinformación no es un accidente, ya que es una estrategia intencionada para manipular la opinión pública y desviar la atención de las verdaderas contradicciones o luchas que se generan entre clases sociales.
Reflexionemos en cómo durante crisis económicas o conflictos sociales, surgen oleadas de noticias falsas que culpan a los migrantes, a los sindicatos o a cualquier chivo expiatorio que distraiga del fracaso del insepulto sistema. Esta manipulación, como señalan Mayoral et al. (2019), tiene raíces históricas en el periodismo, donde la credibilidad se erosiona para dar paso a narrativas que sirven al poder. En América Latina, por ejemplo, hemos visto golpes mediáticos que derrocan gobiernos progresistas, usando la desinformación como punta de lanza en una guerra híbrida (Hernández Sánchez, 2020). El Estado, en connivencia con el capital transnacional, instrumentaliza estos medios para mantener la hegemonía ideológica, convirtiendo la información en mercancía y a los usuarios en consumidores pasivos.
La guerra cognitiva y cultural en la era digital
Refiriéndonos a las guerras, la cognitiva o cultural es el frente invisible donde se libra la batalla por las mentes. No hay tanques ni bombas, pero los daños son profundos y casi irreversibles, puesto que se trata de colonizar el pensamiento colectivo para que acepte la decadencia capitalista e imperialista como inevitable. Esta guerra es una extensión de la lucha de clases, donde el imperialismo cultural impone valores individualistas, egoístas, consumistas y alienantes. Las redes sociales amplifican esto, con algoritmos que crean burbujas de eco y propagan desinformación a velocidad luz.
Gil de San Vicente (2023) lo explica bien: para vencer en esta guerra, hay que entender cómo el capital usa la cognición para dividir y conquistar. En los sectores populares, esto se traduce en una estupidización social, donde memes y videos virales reemplazan el pensamiento crítico y el análisis reflexivo, fomentando la pasividad ante la explotación. La alienación alcanza niveles alarmantes cuando las personas se sumergen en scrolls (acción de desplazarse en las redes sociales o plataformas digitales) interminables, desconectadas de las cadenas de su realidad material y atrapadas en un espejismo digital que las aleja de su propia problemática, por consiguiente, de la lucha. Esta guerra no es solo ideológica, sino política, ya que logra desmovilizar movimientos sociales y legitima regímenes reaccionarios bajo el manto de la «libertad de expresión».
Alienación y estupidización social en los sectores populares
Ese viejo fantasma que Marx describió en sus manuscritos, en que el trabajador se siente extraño a su propio producto. Hoy, se extiende a lo cultural y cognitivo. En los barrios populares, donde la precariedad o condiciones materiales de existencias son paupérrimas es pan de cada día, las redes sociales ofrecen un escape ilusorio, pero a costa de una mayor estupidización. La gente consume información basura que refuerza estereotipos y miedos, alejándolos de la conciencia de clase.
Capriles (2008) argumenta que en denominado socialismo del siglo XXI, debemos combatir esta alienación comunicativa, donde el consumo mediático perpetúa la dependencia. Imagina a un obrero en una fábrica, scrolleando TikToks o Instagram que glorifican el lujo inalcanzable, mientras ignora las cadenas de su propia explotación y la de sus compañeros. Esta estupidización no es natural; es orquestada para que los sectores populares sean sumisos, pasivos, dóciles, por ende, no se organicen, no luchen. García-Galera et al. (2020) clasifican las fake news en entornos periodísticos, mostrando cómo intencionalmente se distorsiona la realidad para mantener el statu quo o el injusto orden económico y social establecido.
La decadencia capitalista y sus efectos nefastos sobre la población
El capitalismo está en decadencia al igual que su fase imperialista, pudriéndose desde dentro con crisis recurrentes, desigualdades abismales y un planeta al borde del colapso por la destrucción de la naturaleza. En este contexto, la manipulación mediática es el pegamento que lo mantiene unido. Los efectos sobre la población son nefastos, pues emergen y se consolidan el aumento de la ansiedad, el estrés, la depresión, la polarización social por las cada vez mayores desigualdades económicas, y una erosión del tejido social como la solidaridad. Especialmente en las naciones oprimidas y pueblos oprimidos, esta guerra cultural impone narrativas que justifican las injusticias, desigualdades, desempleo, precarización laboral, pobreza y privaciones como fracaso personal, no como producto del injusto sistema que produce y reproduce intencionalmente todas sus indigencias.
Beinstein (2011) habla de una crisis de conciencia inducida por la guerra psicológica, donde la cultura revolucionaria se ve ahogada por la alienación masiva. Zunino (2022) conecta esto con la ciencia en Marx, mostrando cómo incluso el conocimiento se aliena al servicio del capital. ¿Cuál el resultado? Una sociedad estupidizada, donde los sectores populares, en lugar de asumir conciencia de clase y organizarse para rebelarse, se sumergen en el entretenimiento vacío, perpetuando su propia opresión.
Hacia un periodismo alternativo popular y marxista
Pero no todo está perdido. El periodismo alternativo, popular y comprometido con las grandes transformaciones, puede ser la antorcha que ilumine el camino. Medios independientes, colectivos de comunicación en barrios, podcasts obreros… Estos son los espacios donde se construye una contrahegemonía. Gil de San Vicente (2024) propone una aproximación teórica para vencer en la guerra cognitiva, enfatizando la necesidad de un análisis dialéctico que desmonte las mentiras del poder.
Desde mi perspectiva urge formar redes de información y contrainformación solidaria, en que los pueblos a través de sus dignas organizaciones y mejores hijos e hijas narren sus propias historias, libres de la manipulación capitalista. Solo así podremos revertir la alienación y fomentar una conciencia crítica de clase que impulse la transformación social.
Conclusión
La desinformación y la manipulación mediática son armas del capitalismo e imperialismo decadente para sostener su dominio a través de los aparatos ideológicos y la guerra cognitiva. Los efectos son devastadores, como la mayor alienación, estupidización y sufrimiento en los sectores populares. Pero con un periodismo al servicio de la emancipación, podemos contraatacar, desvelando las verdades ocultas y organizando la resistencia. No es fácil, pero como decía Marx, la historia es hecha por los pueblos. Sigamos luchando por un mundo donde la información libere, no encadene.
Referencias
Beinstein, J. (2011). Crisis de conciencia: alienación, guerra psicológica y cultura revolucionaria. Rebelión. https://rebelion.org/crisis-de-conciencia-alienacion-guerra-psicologica-y-cultura-revolucionaria/
Capriles, E. (2008). Alienación, comunicación y consumo: Retos del socialismo del siglo XXI. Realidad, 117, 411-440. https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3654335.pdf
García-Galera, M. C., Del Hoyo-Hurtado, M., & Blanco-Alfonso, I. (2020). Desinformación e intención comunicativa: una propuesta de clasificación de fake news producidas en entornos periodísticos profesionales. Revista Mediterránea de Comunicación, 11(2), 105-118. https://doi.org/10.14198/MEDCOM2020.11.2.16
Gil de San Vicente, I. (2023). Vencer en la guerra cognitiva. Fundación Internacionalista Pakito Arriaran. https://pakitoarriaran.org/articulos/vencer-en-la-guerra-cognitiva
Gil de San Vicente, I. (2024). Vencer en la guerra cognitiva: una aproximación teórica desde el marxismo. Kaikará – Revista de Comunicación para la Liberación, 1(1). https://revistas.lauicom.edu.ve/index.php/Kaikara/article/view/6
Hernández Sánchez, G. (2020). Golpes mediáticos y desinformación en la era digital. La guerra híbrida en América Latina. Comunicación y Sociedad, 33, 121-143. http://dx.doi.org/10.32870/cys.v2020.7533
Mayoral, J., Parratt, S., & Morata, M. (2019). Desinformación, manipulación y credibilidad periodísticas: una perspectiva histórica. Historia y Comunicación Social, 24(2), 395-409. https://doi.org/10.5209/hics.66267
Zunino, E. (2022). Ciencia y alienación en la obra de Karl Marx. Astrolabio, (28), 281-308. https://doi.org/10.55441/1668-7515.a28n1-00011